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paola maita cronica
Photo Credits: Bjarte Aarmo Lund ©

Bomberos en apuros

“If you are interested in stories with happy endings, you would be better off reading some other book”

The bad beginning, Lemony Snicket

Mis afectos y yo hemos cruzado océanos y montañas, desperdigándonos en el mundo, cruzado fronteras, como tantas otras personas de diferentes nacionalidades. Eso no es ninguna novedad. Lo nuevo es darse cuenta cuánto nos ha roto la situación de Venezuela.

No es solo lo que cuenta Lorent Saleh en esta entrevista, ni las vivencias de horror que se han vuelto cotidianas, sino lo incapaces que nos hemos ido haciendo de apoyarnos en emergencias. Cada uno de nosotros se ha ido sumergiendo en sus propios dramas migratorios. Los documentos y trámites toman formas tan distintas que pareciese que hablamos diferentes idiomas. Las vivencias dolorosas nos las vamos guardando para no preocupar al otro, que ya tiene suficiente con lo suyo.

Todo esto me hace pensar en la saga de libros infantiles “Una serie de eventos desafortunados”, donde, tal como lo dice en el párrafo del primer libro, no hay inicio ni final feliz, y pocas cosas felices suceden en el medio. Creo que esa descripción le calza a los venezolanos en este momento, y antes que alguien me levante la primera acusación de pesimista, le pediría que se la guarde, porque los países en el exilio no todos los tejen de los mismos colores.

En mi caso, antes yo podía contar con un “equipo de bomberos” a menos de 20 kilómetros a la redonda, con vivencias que se podían superponer entre ellas, porque eran relativamente parecidas.

Ahora, entre mis bomberos hay quienes tienen sus estudios reconocidos pero no tienen trabajo, los que tienen trabajo pero sin los estudios convalidados, los que les falta una visa que les promete un futuro que no termina de llegar, los que no consiguen gasolina, los que tienen seres queridos que han fallecido a la distancia, los que tienen años sin ver a sus papás, el que se siente solo aunque esté rodeado de una multitud… Todos con nuestros propios incendios personales, incapaces de ayudar al otro o de pedir ayuda porque el humo nos escuece los ojos.

Después de estos incendios emocionales, sólo nos queda examinar las cenizas, quedarnos con lo que podamos llevarnos, dejar el resto y dormirnos con la esperanza de que algún día estaremos menos rotos.


Photo Credits: Bjarte Aarmo Lund ©

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