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fabian soberon
Photo Credits: Ric Capucho ©

Puro humo

La ciudad es puro humo. Los cascos broncíneos y las lanzas argivas brillan en el campo de batalla. Los crueles pasos enemigos, los rostros fríos, las manos asesinas, el tiempo que ha cubierto los cadáveres se arremolinan en el terreno.

Veo las altas murallas, las torres desmoronadas: las ruinas son las huellas imposibles del doloroso estado de mi patria.

Oh, vengativos dioses del Olimpo: nos han abandonado en la hora clara. El desamparo es nuestra moneda prístina.

La ciudad es un cúmulo de heridas y un piélago de nada. Vergonzosa Troya, ciudad perdida y anhelada. Ya no existes.

¿Dónde están las sombras sin futuro de mis antepasados?

Circulares escudos, cabezas desnudas, gritos que aturden, ecos de un pasado que nunca tuvo la forma de la victoria. Solo me quedan los lamentos de mi madre y de mis numerosos hermanos. Ya no veré el rostro férreo de Héctor. Ni el de su hijo ni el de su querida Andrómaca. Aunque ella me despreciaba, yo la quería porque era la única que me daba un lugar entre los míos. Esa mujer, que murió en el suelo de una cóncava nave de los aqueos, fue la única que pidió clemencia ante los gritos del infiel Agamenón.

¿Quién pudiera huir de las garras del rey Atrida? Nadie. Y nadie podrá quitarme el recuerdo de cuando corría sola por el campo frigio. Mis cabellos blancos volaban por el viento y el cielo era el reino de los dioses favorables. ¿Quién tocó la música que cambió nuestro destino?

Casandra corre sola por el campo. Esa soy yo. La que corre, la que ve su propio fin, la que ve el fin de Ulises en la nave cóncava frente al ingente Polifemo, el viejo cíclope carnívoro. ¿Cómo hará Ulises para sortear las hábiles tramas del gigante? Solo yo lo sé. Ahora, desde este páramo de rocas, desde las piedras indiferentes, entre los reos impiadosos, entre las mujeres incrédulas y mentirosas, me callaré el futuro. El silencio es mi circular escudo. El silencio es mi tesoro hecho de tiempo.

Mi pulcra y llorosa madre, Hécuba, mi madre juiciosa, lloró hasta el último instante, hasta antes de que subiera a la cruel nave aquea. Supe por otro que ella ya no es movida por el hálito de vida. Terminó en el Hades por la espada sangrienta de Ulises, el vengador del futuro. Pero no le será fácil el futuro.

¿Cómo podré perdonar a la más hermosa entre los mortales? Ni siquiera Paris, ni siquiera Menelao. Nadie sabrá el secreto del corazón de Helena. Ella fue la mujer más inteligente, la más impía, la más pérfida. Helena usó a Paris para huir del tálamo de Menelao. Era la más arpía entre las arpías.

Desde esta cárcel, desde las mudas piedras aqueas, solo veo el cielo azul y escucho las voces hirientes de los enemigos eternos. No soporto el murmullo furioso.

Oh, padre, te pido que me dones, desde el submundo oscuro y maloliente, una imagen, la última imagen antes del fin. Oh, Príamo, rey de la fallida Troya, dame el último aliento hecho de altas murallas y derruidas torres. Quiero ver el brillo del alcázar en mis ojos, como un reflejo turbio del perdido esplendor. Quiero recuperar lo perdido. Sé que esto es imposible. Pero busco lo insobornable. Ese es mi sino.

Nadie me quitará la vida. Solo yo soy la dueña del porvenir.

La guerra es una música negra, el elixir de los dioses, el arco del silencio, el comienzo del humo.

La ciudad es puro humo.


Photo Credits: Ric Capucho ©

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