Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!
Willy Wong
Photo Credits: Rajeev Rajagopalan ©

Cuestión de Lealtad

Lealtad, lealtad y más lealtad. Desde la antigüedad, esta viene siendo la virtud que probablemente se haya vociferado con más énfasis e intensidad en todos los ámbitos de acción. En lo social, lo político, lo religioso y hasta quizás en lo mercantilista. Así pues, tenemos que el filósofo y profesor Estadounidense Josiah Royce, concebía a la lealtad como la fuente de los principios morales, otorgándole así un lugar especial entre todas las demás virtudes. Remontándonos más en el pasado y con una visión vivencial/espiritual, Jesucristo la personificó íntegramente al nunca ceder a sus ideales y valores, aunque ello lo encaminara a la muerte.   

En la actualidad, la lealtad sigue siendo tremendamente famosa. Con mucha frecuencia, por evitar el dicotómico siempre, la he escuchado en las empresas desde que ingresé al mundo laboral dependiente a los dieciocho años. Es decir, hace más de veinte que en las oficinas, en las salas de reuniones y los pasillos corporativos, escucho lo importante que es la lealtad hacia la compañía, hacia la marca, para con los productos que comercializamos, con el jefe, con el equipo, con los clientes, con el estado, etc., etc., etc. Sin embargo, no recuerdo que alguien –después de mi madre y mi padre, claro está– me haya aludido y reforzado, la lealtad conmigo mismo, con lo que soy, con lo que profeso y por lo que lucho. Expreso reforzado, porque la lealtad me la inculcaron en casa, en mi hogar.

Y si entonces es el centro de labores el segundo hogar por las horas que se pasan en él, ¿por qué no seguimos recordando a nuestros colaborares el mantenerse leales a sus valores y creencias?, ¿por qué en las organizaciones no empiezan a promover el deber de ser leales a nuestra familia, a la ciudad que nos acoge, a nuestro país?, ¿por qué no fomentamos el nunca dar la espalda ni flaquear cuando lo material nos promete el paraíso? Para hacer el bien tenemos que estar bien con nosotros mismos. Para ser leales a los otros, tenemos que haber aprendido a ser leales a nuestro ser, a nuestra integridad, a la estructura de valores. Quizás con esta fórmula contribuyamos a evitar tantos desencuentros éticos en la política y el empresariado, que nos ha abrumado estas últimas décadas.


Photo Credits: Rajeev Rajagopalan ©

Hey you,
¿nos brindas un café?