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Graciela Pantin

La ciudad del pubis verde

Mi ciudad no es casta, tiene hendidura.

Tiene un río que no desemboca, se esconde, sangra, huele.

Tiene una montaña impía que se desnuda ante pintores y poetas.

Una montaña excéntrica que se pone la cota bajo la falda.

Mi ciudad me lleva a codazos con el tiempo.

Se baña en gasolina barata y se pone collares negros.

Mi ciudad tuvo un cochero que se murió bailando y dejó historias que no me son ajenas.

En las tardes de mi ciudad se entrecruzan zamuros/ y guacamayas, extraña convivencia de selva y asfalto, de carroña y vuelo alto.

 

Cerca de la esquina de Catedral, escuché estas letanías:

-por aquellos quienes tienen que aprender a volver a dormir solos. Ruega por ellos

-por aquellos quienes dicen adiós a Cádiz. Ruega por ellos

-por aquellos quienes no pueden reír. Ruega por ellos

-por aquellos que se han olvidado de mí. Ruega por ellos

-por aquellos que nunca aprendieron a amarrarse  las trenzas de los zapatos. Ruega  por ellos

-por aquellos que tosen. Ruega por ellos

-por aquellos a quienes se les enferma un hijo. Ruega por ellos

-por aquellos quienes se comen las uñas .Ruega por ellos

-por aquellos a quienes se les mancha la piel con carare. Ruega por ellos

-por aquellos quienes se desvelan escribiendo. Ruega por ellos

 

Mi ciudad tiene una nube negra sobre ella.

Espesa, turbia, lenta, lista para llorar.

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