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Paola Herrera
viceversa magazine

Poetry

Fui a mi cita médica, me senté a esperar mi turno porque era por orden de llegada, la impaciencia arraigada en cada ápice de mi cuerpo; me sentía incompleta porque había olvidado el libro que estoy leyendo (La Hija del Caníbal de Rosa Montero) en la mesita de noche de mi habitación. Personalmente no entablo conversación con cualquiera, se me dificulta, a veces he pensado que es por timidez, pero en otras he abandonado esa idea; la verdad es que muchas veces solo siento desinterés por la otra persona. Puede que suene un poco descortés o tosco, pero algo que me identifica es la sinceridad con que suelo gritar mi verdad. El ambiente gélido me besaba los huesos, el aire acondicionado estaba en una temperatura tan baja que faltaba poco para empezar a tiritar. Fui al sanitario dos veces solo para mirarme en el espejo, acomodar mi blusa, observar cómo me quedaba el pantalón. Sí, a veces me gana el narcisismo, solo a veces, cuando despierto con ganas de comerme al mundo y tragarme los problemas para luego digerirlos. Empecé a ver las fisonomías que me acompañaban en esa sala de espera, lo hice más por tedio que por placer, tan distintas unas de otras, tan sumergidas en su universo, tan tétricas algunas, tan veraniegas otras. Pero allí, en todos los escombros de esos cuerpos, en todo lo que creo que hay detrás de ellos, encuentro poesía porque la poesía también nace del caos.

Cuando comencé a escribir, por el año dos mil y algo, no me inspiraba en los otros, ni en las calles destruidas, ni en los paisajes añejos, ni siquiera en el vaivén de las olas del mar cuando iba de visita a la playa; en cambio me inspiraba en los amores inadmisibles, en los que me habían rechazado y en el amor, porque a pesar de mi agnosticismo, creo en él. Luego rozó mi vida la madurez emocional, tocó a mi puerta la realidad y las quimeras quedaron solamente en mi cabeza, pero desde allí no daban a luz. Fue un día cualquiera cuando me golpeé con los versos más reales que nacían de mí, de pronto abrí los ojos tanto como el corazón y advertí que no hay poesía sin personas, que no hay poesía sin calles, que no hay poesía sin música, que no hay poesía sin pasado, que no hay poesía sin sexo, que no hay poesía sin amor, que no hay poesía sin mundo y que no existe poesía sin ti, ni sin mí.


Photo Credits: Alexandre Hamada Possi

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