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Sergio Marentes
viceversa magazine

Gobernanta

Desperté a media tarde en una habitación lujosa de un hotel perdido en el medio de un lugar tan verde como la tierra antes de la existencia de la humanidad. Y lejos de preocuparme el hecho insólito de despertar tan lejos (tendría que ser muy lejos de la ciudad gris en donde vivo porque el silencio parecía otro ser vivo) y en un lugar al que no recordaba haber ido, me llamó la atención el hecho de haber despertado en el cuerpo de una mujer. Era regordeta y, por la manera en que me observaban los jóvenes camareros y las bellas doncellas que velaban alrededor de mi cama, comprendí que yo era una especie de gobernanta de aquel lugar. Se les veía muy aliviados, casi como si fuera su propia madre la que se encontraba delicada de salud y por fin, luego de una larga o dolorosa agonía, despertara. Así que, para no desentonar, para comportarme a la altura y quitarles ese gesto de estupefacción entremezclado con alegría, me levanté de un jalón y les empecé a ordenar con mis palabras, con mis manos y con el movimiento rítmico de mi caderota. Aquel día, además de la celebración del día de independencia que se llevó a cabo, todo transcurrió con normalidad, y debo agregar que tampoco me incomodó, casi ni noté lo de llevar encima un cuerpo del tamaño de mi imaginación, además de estar canosa, arrugada, achacosa y de infundir miedo con mi sola presencia. Y continué haciéndolo durante todo el día hasta que regresé a la cama al anochecer, molida de cansancio. Al día siguiente, como por arte de magia, desperté siendo yo, el que escribe esto encerrado en un impredecible cuerpo de hombre.

No volveré a consumir lo que me dan los científicos para testear bebidas o alimentos, no quiero volver a despertar en mi propio cuerpo y, al día siguiente estar encerrado en algo tan horrible como lo debe de ser el cuerpo de un poeta de los malos. Prefiero seguir encerrado en este laboratorio en el que, por cierto, desperté esta mañana.


Photo Credits:Kitty Terwolbeck

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