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Sergio Marentes
viceversa

En los bancos no se puede ahorrar lo más valioso

Me preguntaron la razón por la que leo como leo. Para empezar, obviando que con las variaciones respectivas es una de las preguntas más repetidas de la historia, dije que todo depende de cuándo se me preguntara, sin dejar de pensar en las dos últimas palabras de la duda. Y agregué que como yo no era el dios del tiempo ni nada que se le pareciera, respondería lo que se me viniera en ese mismo instante a la cabeza y a la lengua. Y respondí por fin, parafraseando al que fui años atrás, cuando todavía no era tan hijo de las respuestas como ahora. Dije que leía para reconstruirme, casi como ya lo hace la ciencia con las partes del cuerpo que se rehacen a partir de alguna célula, una sola, sea esta de la misma extremidad o de otra parte del cuerpo. Y añadí, a modo de observación, que si esta tecnología la hubieran tenido nuestros ancestros hace milenios, como nosotros al libro para leerlo y releerlo recordándolo, cuánta sangre nos hubiéramos ahorrado derramar, cuántas lágrimas falsas enseñar y hasta cuántas preguntas hubieran nacido ya muertas. Entonces, quienes me preguntaron se fueron en silencio y me dejaron allí donde estaba, sin mucho ruido y con todo por pensar. Y como lo que se piensa no se decide sino que se acoge, tuve que pensar en el mundo que subyace dentro del universo que existe en medio de las preguntas y las respuestas. Por lo cual estuve un rato dándole vueltas en mi cabeza a las preguntas más comunes que se ven, por ejemplo, en el periodismo, en las respuestas a los gestos amables de quienes nos encuentran luego de un tiempo y quieren saberlo todo de nosotros, de nuestra vida y seres queridos, en las que nos hacen en los exámenes y que odiamos para siempre, o en las que no tienen una intención específica y nacen porque sí, como la gran mayoría de las respuestas a todas las anteriores y a las que no menciono ahora porque no nací para decirlo todo.

No he dicho todavía por qué me lo preguntaron y aprovecharé para hacerlo, ya que quienes lo hicieron están distraídos con sus labores habituales. Me disculpo, primero por no haberlo hecho antes y luego por hacerlo hasta ahora, y con eso finalizo: me lo preguntaron quienes venían de los libros que leía, esos personajes que creé en mi mente (el banco en el que no se puede ahorrar dinero) a partir de las palabras que todos podemos inventar.


Photo Credits: Paco Rives Manresa

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