Esperé casi una hora para que Devendra firmara mi ejemplar. Y si me preguntaran por qué esperé tanto diría que no fue por él mismo (una hora!) y que tampoco fue por mis ganas de hablar a un desconocido (suelo encontrar tantas excusas para no pedir firmas en las presentaciones, como razones para sí hacerlo, y al final gana la postura y el ánimo vigente cuando ya estoy a punto de llegar), sino porque en la sala de libros raros de Strand uno está rodeado de túneles así:
Así que la cosa me agarró entre entretenida y desprevenida.
Sobre las alas.
En sus discos, en su libro, aparecen estas manitos que son también alas.
Al final ganó «sí lo firmo», así que lo primero fue preguntarle sobre sus manos-alas mientras él justamente dibujaba en la primera página de mi libro dos manitos receptoras, con las palmas hacia el cielo, donde una estrella aparece brillando.
– Imaginé que eras venezolana, me respondió al escuchar mi acento.
– Umjú… de Caracas.
Hablamos de las manos cómo símbolo de creación y creatividad, y de lo alado como símbolo e imagen de Dios.
It is actually an obvious relationship, dijo. What I do is actually pretty dumb.
Color y miedo
En público había hablado sobre la relación entre la música, el color y la forma. Dijo que si pudiese, compondría música como pinta: lo que él quiere decir es realmente lo que pinta, no lo que canta. Entonces,
habló del color como peligro
del bullicio que habita o transmite el color
y de la intimidad que lo monocromático facilita.
Habló sobre sus influencias y se refirió a Venezuela.
Habló del color tropical como símbolo de alerta
even when the Caribbean is black and white, it is in color, dijo,
y yo pensé que qué cosas,
esta frase celebratoria en apariencia:
aún en blanco y negro, el Caribe es siempre a color;
era en aquel contexto referencia para el miedo, para el descontrol.
.
Pienso en el escándalo de la selva tropical con sus animales de tantos colores y su mezcla atrevida de verdes y tipos de vegetación. En la aparente ausencia de fronteras de la selva tropical. En la clave que oculta la palabra aparente. En la violencia generada por esa aparente permeabilidad, y en la reacción natural, agresiva, a esa continuidad falsa.
.
Pensé en nuestra lluvia, o esto lo pienso ahora, pero acá siempre hablo de ella con respeto y con nostalgia: Si va a llover que caiga un chaparrón y que luego escampe (que llueva, que llueva, la vieja está en la cueva), no esta agüita que cae poco a poco durante un día entero, digo a los neoyorquinos sabiendo que no tienen idea de lo que hablo.
O tal vez sí saben bien: leen impotencia y nostalgia en mi reclamo pluvial.
Lluvia que se respeta, cae a baldes y luego desaparece.
Lluvia que se respeta conmueve,
empapa.
.
Pensé en la sinestesia,
en que es, además de una conciencia y un pasaje,
un tipo de nostalgia
y de impotencia
¿Cómo cruzar, realmente cruzar y mantener al mismo tiempo rigiendo, un sentido y el otro? ¿Como estar acá y allá simultáneamente? ¿Cómo nadar y volar a la vez?
Las aletas
no
son
alas.
Monocromía
Luego, ya en casa, vi que en la introducción del libro menciona Caracas como influencia junto a otras tan disímiles como Rufino Tamayo o Lita Albuquerque. Me parece interesante que para hablar de la influencia de otras formas y colores, se requiera esto blanquinegro.
Las palabras como anzuelo inútil
como cola de papagayo
se empeñan en mostrar.
Despedida y luz.
Antes de dejarlo en el escritorio le dije que me entristece, aunque entiendo, su mirada al color que nos constituye. Y él me dijo que sí, que eso lo pone triste a él también. Que tantas muertes diarias son demasiada tristeza junta.
De allí, sintiendo que es un buen tipo que no entiende del todo nuestra lluvia ni nuestro(a)s cruces, me fui compungida.
Y me entretuve con luces. Tomé una copa en un restaurante de lámparas pequeñas e indirectas, de luces amarillas, que se reflejaban en las burbujas pequeñas.
De aquella noche entre libros antiguos o raros, de aquella conversación con Devendra sobre el color y el control y el miedo, sobre la sinestesia y la relación entre el sonido y el color, lo que me traje a casa además de su libro y el recuerdo del encuentro, fue una nueva experiencia luminosa.
Lindo regalo e interesante síntesis de un encuentro así.