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La mejor compañía viene en forma de ciudad

CIUDAD DE MEXICO: Reposando en las Islas de la UNAM me encubre el anochecer y la tranquila compañía de esta ciudad caótica y multitudinaria.

Aquí encontrarás camaradería con la multitud y en la paradoja de la soledad dentro de la convivencia urbana, porque mientras tanto su tamaño impone la intimidad con el prójimo, la soledad se incuba dentro de ella y se convierte en gran amigo. Esta es una ciudad que me encanta y disfruto en la compañía de mi propia soledad.

De viaje en el metro, y tras apreciar una película en la Cineteca Nacional, caminando por mis colonias favoritas en cualquier tarde, siempre he encontrado compañía en el espacio urbano de la Ciudad de México. Creo que tal ciudad está hecha para proporcionar compañía y calidez hasta al más solitario de almas. Porque conforme te levantas y te mueves por toda la ciudad, te encuentras en movimiento junto a millones de otros que reposan, admiran, y observan.

Me encanta caminar por las calles de El Centro durante los domingos cuando el subsuelo parece casi derrumbarse bajo el peso de tanta gente. La gente camina por sus calles disfrutando paulatinamente de los placeres de la ciudad y de su suministro constante de entretenimiento, observando a artistas y poetas callejeros así como a los televisores masivos de pantalla plana. El tamaño de la ciudad impone comunión urbano.

A medida que los días comienzan y se desencadenan, conforme las personas viajan siempre a destinos y compromisos predeterminados, hay varios puntos de la ciudad donde el tiempo se ralentiza y da la bienvenida a reposo. Las plazas públicas y oasis sombreados de los espacios verdes como Vivieros y Chapultepec. La poesía de amantes entrelazados y jóvenes poetas recitando entre sí bajo la sombra de árboles en Las Islas de la UNAM. La ciudad se vive en diferentes artes y viajar a diferentes velocidades me permite conectarme  multidimensionalmente y discernir la ciudad como amigo y compañero.

Aquí también transito múltiples paisajes sonoros. Los organilleros fuera de sintonía que son reliquias de una ciudad de México de hace cien años y los cantos de los artistas callejeros que pueblan las calles coloniales – juntos llenan la ciudad con una sonoridad que impregna la vida cotidiana de los habitantes,  musicalizando los distintos barrios y las personas que lo habitan. Es a la vez lo lírico y el silencio, la gente y las ausencias, la densidad y escasez que componen la ciudad y por lo tanto acompañan a todos y cada uno de nosotros que viven y viajan a través de ella. 

Uno de mis rincones favoritos para tomar el desayuno o un café es un en café chino en El Centro. En algunas mañanas entro a La Pagoda y tomo asiento en el bar. Ahí, disfrutando de la combinación perfecta de café con leche y un pan dulce, de repente puedo sonreír al darme cuenta de que comparto la misma afinidad para la tranquilidad, la soledad y el buen café con los chilangos mayores sentados a mi alrededor.

Sin embargo, es el ejemplo perfecto de la soledad urbana y la solidaridad: disfrutar de tu propia compañía y darte cuenta de que, por muy grande que pueda crecer la ciudad, cada vez más inquieta, hay millones de personas que quizás también encuentran una solidaridad entre sí y con la ciudad. Quietamente existiendo en equilibrio y reconocimiento con el entorno urbano que parece desafiar la intolerancia hacia su existencia, una que homogeneiza y limita las vidas urbanas solo al consumo y la decadencia, el destino de las ciudades grandes y globales en lo que se ha mal llamado «tercer mundo». Es entonces una especie de ritual mutuamente inspirador y protector, entre habitante y ciudad, extranjero y primordial.

Ciudad de México, después de todo, es un ser muy complejo en sí mismo. Algunos pueden llamarlo un monstruo, ya sea de amor o despectivamente, pero para mí ha acumulado las cualidades de amante, maestro y compañero. Incluso cuando sus habitantes continúan maltratándose entre sí, incluso cuando su intensidad se vuelve inaguantable, la ciudad da a conocer las oportunidades y momentos de reposo y tranquilidad en medio de todo su caos. De esa manera también se convierte en nuestro mejor compañero.


Photo Credits: Andrés Roman Medina

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