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Silvina Lopez Medin

62 brazadas

A Salvador y Vicente

1
No busques hacer pie,
ahora es otro el arte:
sostenerse y avanzar, así es
ser nadador.

2
No te anticipes,
el sol sigue en la punta
se derrama alrededor.

Quedate ahí, cuerpo
en movimiento.

3
Vas ligero,
es el agua
es la primera pileta.

4
Lo que se deja atrás, lo que aún
no llega, no importa
es otro el tiempo, un estilo que fuerza
la mirada al costado: respirás.

5
Como quien se despierta y corre a lavarse la cara
y va más allá del espejo: no hay edad
hay un cuerpo que toma
contacto con el agua.

6
La ilusión de avanzar
de pileta en pileta.

7
Los pies sobre la tierra, plantarte
al borde de otra pileta
con esa decisión de saltar, saltar
ahora: agua
quedarte adentro, en lo radiante
del día y al salir
decirlo en voz alta un día
radiante, así de simple
hablar del clima.

8
Una casa un cerco una casa es agua
lo que une
una cosa con otra,
seguís su curso.

9
Has puesto un límite a tu aventura
has elegido aguas domésticas.

10
En el centro del verano
no se piensa
más que en verano: el centro, el punto
¿más distante de qué?
No, no se piensa no se dice.
Es cuerpo,
se sumerge.

11
Hueco del terreno que contiene agua
que contiene.

12
Y claramente, ¿ves?
cielo, agua, la curva
de una brazada.

Ni esa primera nube
ni esa línea partida: un relámpago.

13
Después del pasto la grava
en las plantas de tus pies marca
un cambio de registro:
mirás el rastro blanco del reloj que el sol
dejó en tu muñeca. El tiempo
ha perdido la precisión de las agujas
es puro movimiento
de luz.

14
Al sacar la cabeza del agua
recobrás aire y recobrás parte de lo que suena afuera: viento, el golpe
de unos postigos que se cierran. Al sacar
el cuerpo del agua ves en el verano
en el centro mismo del verano
bajo los árboles
hojas secas.

15
Queda el brillo
del agua en la piel.

16
Otra pileta. Esta vez
el peso inesperado de una idea te hace hundir
la cabeza en el agua.

17
No vas en busca de una idea,
la idea va
tomando el cuerpo.

18
Si no hay corriente, qué te lleva
de un borde a otro
del agua
del día.

19
Como si la repetición construyera el deseo
como si del deseo de tu casa dependiera tu casa.

20
La palabra adentrarse
suena a movimiento continuo
no es sólo eso
también hay que pisar lo que separa
pasto, piedras
el agua del agua.

21
Qué viene después del trueno
del canto de los pájaros, de la lluvia
buscar el techo de unas ramas de qué sirve
pararse desnudo bajo un árbol desnudo.

22
Tus músculos responden.
La memoria de tus músculos.

23
Lo que está fuera de lugar y queda
en la superficie
lo que apartás para avanzar.

24
Cae el sol
antes de tiempo.

25
Como si hubiera pasado de largo el atardecer, tan tenue lavada esa luz
¿ha perdido su gracia?

26
Frío: pensar el fuego
en qué parte
lo seco de la madera arde
si es verano en qué parte.

27
Se vuelve superficial
la respiración, viene del frío
ese temblor, ese moverse
del cuerpo en el lugar
lo que ahora provoca
otro desplazamiento.

28
Vas de espalda esta vez
la mirada opaca
es la del cielo.

29
Cada brazada enturbia el agua.

Cuando recobra su nitidez
ya estás afuera.

30
Lluvia, luego
bordes sucios
las pisadas, las vueltas
en torno a una pileta
antes de entrar.

31
Tocás con la punta del pie
la realidad del agua.

32
Te das vuelta a mirar las casas recorridas.
Has perdido la cuenta.

33
Agua o tiempo, pliegues
en la piel.

34
No queda posibilidad de salto
entrar es apenas
un deslizamiento
raspa el borde de piedra.

35
Lo que ofrece el agua
es resistencia.
No esperes otra cosa del agua.

36
De pronto detenerte
aferrado a un borde.

Como si pudieras hacer tiempo.

37
Has llegado al final de otra pileta, has vuelto
a apoyar las manos para alzarte. Qué esperabas,
los brazos no responden.

Ahora andás bajo el agua, sin estilo
en busca del brillo metálico de la escalera.

38
En qué momento empezaste a pedir
de una pileta lo que nunca: la parte playa.

39
Contra la pared del pecho golpea el corazón.

40
No el oscurecimiento transitorio
de un agua removida.

Agua espesa
no se conoce el fondo.

41
No estás donde deberías.

42
Detrás de un cerco asoma un techo esa casa
se parece a tu casa o es
sólo deseo y no hay punto de llegada,
aun así volvés a entrar:
agua.

43
Cómo pesa el cuerpo en lo más hondo
agarrado del borde
como un niño que no sabe del agua avanza
no se suelta
no nada.

44
Y si al salir ya es de noche qué luz
te deja ver eso que cuelga de una rama
¿un vestido de verano?
tela que el viento mueve,
no se llega a soltar.

45
Quieto en el borde el cuerpo
como si no hubiera después
el cerco, un techo que asoma.

46
El viento, ese vestido que se alza
un verano.

47
Bajás los ojos:
donde estás parado un charco
agua más íntima.

48
Y en la piedra, la impresión de otra época.

49
Esa habitación a la hora de la siesta
el tac de las paletas del ventilador, un cuerpo
junto a otro sin necesidad de movimiento.

50
Los pies en el mismo charco en la misma piedra.

51
Descalzos en la frescura del mosaico
los postigos abiertos de par en par: lluvia
un bretel, cuerpos que van
donde va la música.

52
El golpe de un postigo que se cierra, desprendido
un cuerpo del otro.

53
La mirada borrosa de tanta agua.

54
No estás donde deberías.

55
Cerrada la noche
la casa no se ve, se sabe
de memoria
se pierde en lo áspero
de afuera.

56
Esa, esta, una, casa
no hace falta tocar el óxido
ni empujar lentamente la puerta ni gritar.

57
El cuerpo seco, seco.

58
Donde termina esa pared comienza
la humedad de un jardín.

59
Después de un fondo el fondo
de otra casa.

60
En la piel el rasguño
el cerco vivo que acabás de cruzar.

61
No estoy donde debería
decís, y volvés
la mirada hacia el cielo esas nubes
cambian
de lugar.

62
Una vez más el borde, una pileta
apenas flexionados los brazos
el cuerpo entero hacia adelante
¿Ves?, agua.

Ahora, saltá.

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