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#4 Proyecto Postales: Max, haceme un tatuaje

Esa tarde, después de cocinar con Gaew, voy a ver al Buda blanco que está en la parte más alta de una montaña. Camino dos horas por un sendero que atraviesa un bosque; cada tanto se escucha alguna serpiente, gato montés o elefante. Por suerte tengo una botella de agua en la mochila, el calor es insoportable.

Llego al final del camino, me saco los zapatos como indica un cartel oxidado y subo unas escaleras blancas. Hago algunas paradas estratégicas para respirar y la camisa que hasta recién tenía puesta me la ato en la cabeza. Los escalones son tan angostos que no me entra el pie y tengo que ir en puntitas. Termino de subir; el Buda es mucho más grande de lo que imaginé. Me siento en el piso, corre un viento fresco, cierro los ojos y me quedo dormida.

Sueño que el Buda blanco se despierta convertido en Sailor Moon y me lleva a recorrer el bosque. Ella vuela, yo corro para seguirle el ritmo. La vegetación se hace cada vez más tupida y el bosque oscurece a cada paso. A lo lejos, veo una luz blanca, un punto brillante. La pierna derecha se me acalambra, quiero parar pero no puedo. Intento gritar pero Sailor Moon se ve que no entiende porque no se da vuelta, debe hablar otro idioma. El punto se hace cada vez más grande, vamos a chocar y no puedo frenar. Sigo corriendo y lloro: voy a morir en Tailandia. ¡Pum! Chocamos contra el punto blanco y entramos en el claro del bosque; hay un lago y está lleno mariposas de todos los colores. La muerte es como estar vivo pero con las piernas acalambradas, pienso. Cumpliste la misión, me dice Sailor Moon. Agarra una rama y me dibuja una luna creciente en el antebrazo. Cada línea que traza sobre mi piel arde demasiado y lloro.

Me despierto de un golpe en el hombro y un señor pelado, vestido con una túnica naranja me grita cosas que no entiendo. Miro al Buda y está quieto, sentado, no hay rastros de Sailor Moon. Qué, le pregunto. El hombre me hace señas de que no se puede dormir ahí, está enfurecido y grita escupiendo saliva; agarro mis zapatos y me voy.

Paro en el primer lugar de tatuajes que veo. No tenemos lugar hasta el mes que viene, me dice el asistente. Voy a otro puesto más allá y está cerrado. Sigo caminando y veo un chico fumando, tatuado hasta el cuello, tiene pinta de que sabe del tema. ¿Conocés algún lugar adónde me pueda tatuar?, le pregunto. Sí, yo, me contesta él. ¿Vos tatuás? Sí, vení, me responde, tira el cigarrillo al piso y camina hacia un local que tiene un buda pintado en la puerta; lo sigo.

El lugar está bien, es prolijo, limpio. Hay un asiento gigante de cuero negro en el medio de la habitación. ¿Sabés que querés?, me pregunta y le cuento el sueño que tuve en la montaña con el Buda convertido en Sailor Moon. Acostate y sacate la remera, me dice y pone un disco de AC DC. Me desabrocho la camisa y me acuesto en el sillón; el cuero está frío. ¿Cómo te llamás?, le pregunto. Me dicen Max, ¿y vos? Ana, le contesto. Hace un par de dibujos en un cuaderno viejo y prepara las tintas de colores, el desinfectante y el algodón. ¿Vos te hiciste todos esos tatuajes?, le pregunto. No, el último me lo hizo un amigo en Hong Kong hace una semana.

Max se da vuelta, tiene en la mano la aguja cargada con tinta negra. Cerrá los ojos, me dice y empieza a dibujarme la piel.

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Sergio Mucharem
Sergio Mucharem
8 years ago

Reconozco haber tenido que investigar acerca del personaje Sailor Moon, y si, imaginar a Buda convertido en esta princesa heroica que lucha para mantener la paz en la tierra es osado…como un sueño que inspira un tatuaje en Tailandia. Me gustó.

Lorena V. Giglia
Lorena V. Giglia
8 years ago

Leyendo tu crónica me imaginé que VOS eras Sailor Moon! La heroína que lucha contra la oscuridad y el tedio de los viajes en tour. La que con cada relato nos muestra los colores y el brillo de una travesía hecha con el corazón. Me encantó.

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