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Fabián Soberón

27 de abril de 1933

El profesor camina por el patio límpido y se detiene. Acomoda, lentamente, la manga de su camisa. Mira a su alrededor. Los estudiantes, los profesores, los oficiales de la ropa parda lo contemplan. Todos los ojos lo miran.

El profesor se siente un caudillo. Siente que ha llegado la hora. Sube, lento, las escaleras del pedestal. Saca las hojas blancas y las apoya en el pupitre. Se coloca los lentes.

Afuera una horda de policías del régimen ataca, impunemente, a los estudiantes judíos. Esa horda ciega no sabe que el profesor está parado en el pedestal. Pero eso no importa. El sentido de la horda ciega es golpear, impunemente, a los estudiantes.

El profesor Heidegger, atento a las miradas recelosas, advierte el silencio del auditorio. Al final del discurso pedirá que la concurrencia levante la mano derecha. Las manos se levantarán y saludarán la revolución. Pero ahora el profesor escucha el silencio de las miradas. Acomoda sus lentes y se rasca el bigote corto.

Con un ímpetu inusual, el profesor lanza las primeras palabras. En la mañana soleada del 27 de abril de 1933 el profesor Martin Heidegger lanza las primeras palabras de su discurso. Está orgulloso de la revolución nacionalsocialista y cree que ese orgullo está justificado. Ha llegado el gran instante de la historia. La revolución trae la victoria del pueblo y el profesor se siente el filósofo de la revolución.

Afuera la horda ciega de policías continúa la paliza a los estudiantes.

Heidegger termina su discurso. La multitud aplaude. El profesor mira, orgulloso, a los concurrentes. Siente que cumple con los requerimientos de la hora y recibe los aplausos con dignidad.

El profesor pide que todos levanten la mano derecha. Los estudiantes, los profesores y los oficiales de la ropa parda saludan a la revolución. El aplauso se interrumpe un momento. Los concurrentes bajan los brazos y vuelven a aplaudir.

Antes del acto, el profesor había elogiado la belleza de las manos del führer y esa imagen vuelve. Tiene las bellas manos del führer en su mente.

Con la blancura de las manos baja las escaleras y mira los ojos de los oficiales.

La nación alemana recibe, en la mañana soleada del 27 de abril de 1933, al nuevo rector de la universidad.


Extracto del libro «El instante”, de Fabián Soberón


Photo Credits: Recuerdos de Pandora

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