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fabian soberon
Photo by: RKE_nord ©

2015

Un niño huye junto a sus padres en un barco pequeño. Desde la ribera, los soldados blancos, esbirros del poder blanco, disparan al azar. En el océano, ya lejos de la costa, no se oyen las balas. Apenas suena el murmullo de los cuerpos.

El niño ve correr en la madera traidora la sangre de su padre y de su madre. Se siente impotente.

Nadie, salvo él, sobrevive. Lo único que ve es el final de la respiración de sus padres.

El niño no se imagina el futuro. Una mancha blanca es su mente.

El niño queda solo. No come ni bebe y se desespera. Llora innumerables veces.

Las nubes no pueden ser un manto en el silencio arrasador.

El barco pasa horas a la deriva en el desierto de agua.

Una mañana deja de respirar.

El barco se destruye en el tiempo.

Por efecto involuntario de la marea, el cuerpo sin vida reposa, mustio, en la arena avara y gris.


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