Llego al templo de Shwesandaw y me saco los zapatos en la entrada. Ayer llovió y el piso es de un barro movedizo que se escurre entre los dedos. El camino de tierra parece un pantano y termina en un edificio antiquísimo con forma de cucurucho. Es casi mediodía y la niebla sigue en el aire.
A lo lejos veo dos nenes haciendo piruetas. Son Verde y Rojo que tiran patadas voladoras, rodillazos y codazos al aire contra un enemigo invisible. Hacen movimientos de Lethwei al ritmo de una percusión que sale de abajo de mis pies. Miro y busco y unos metros más allá veo a un hombre sentado sobre unos escombros, está tocando el Hang. Tiene tantas arrugas que ni se le ven los ojos, diría que es viejísimo de no ser por esa sonrisa de bebé, espontánea y sin dientes.
Verde y Rojo practican serios, comprometidos, como si su vida dependiera de esa lucha ficticia: están jugando. Hacen unos movimientos primitivos, de arte marcial antiguo, que se mezclan con el presente y la frescura del juego birmano. Para Verde y Rojo todavía no existen los videojuegos y las luchas son físicas y contra villanos imaginarios. Me ven quieta mirándolos y corren desaforados hacia mí. Frenan unos metros adelante mío, se deslizan agachando las rodillas, como haciendo surf pero en el barro, y me rodean.
Verde tiene una remera verde y un morral rojo, Rojo tiene una remera roja y un morral verde: cuando la vestimenta va a dúo, hay equipo y cuando hay equipo, se hace historia. Andan en patas sobre estas tierras milenarias, sus pies están tan curtidos que tienen suela. La misión: vender la mayor cantidad de estampitas a turistas en un día. El arma: las caras de pícaros. Verde y Rojo se parecen bastante, podrían ser hermanos, primos o amigos, pero qué importa eso cuando hay amor.
Verde le hace una señal a Rojo y Rojo me mira con cara derrite-corazones. Rojo le hace una señal a Verde y Verde despliega un montón de estampitas enganchadas. Hello, bonjour, beautiful lady, me dicen. Les digo que soy argentina, que hablo español. Hola, hola bella, me dicen atolondrados. Hola, les contesto. ¿Messi? Sí, Messi es argentino y es re capo pero no lo conozco. ¿Comprar? Me dice Rojo y Verde me pone las estampitas en la cara. Juegan a los vendedores ambulantes y de vez en cuando también pegan alguna piña al vacío o miran sospechosos a algunos turistas.
Quiero hacerles un regalo, les digo y les doy postales de distintos modelos para que elijan la que más les gusta. Se hablan entre ellos, debaten. No entiendo nada pero me encanta verlos discutir con tanta seriedad. Cada uno agarra una postal y les pido una foto. Ponen caras, Verde mira de reojo a Rojo y Rojo a Verde, la pandilla posa a la par y entonces disparo la cámara tres veces. Antes de la última foto salen corriendo y tirando patadas al aire.
Chau Verde, Chau Rojo.
Chau Messi, me gritan.
Y siguen jugando.