El realismo mágico de Colombia es tan increíble que una cadena de supermercados puede llegar a transformarse en un símbolo patrio. La cadena de supermercados la 14 no solo es reconocida así por los vallecaucanos, sino también por todos los demás colombianos. Si hay algo que nos caracteriza a nosotros en Colombia es el orgullo que sentimos por lo nuestro, algo que se ve reflejado en el exterior. Este tipo de símbolos y aprecio a las empresas que engrandecen a Colombia se lleva en la sangre. Si bien en otros países la situación sea diferente y nadie sienta un aprecio particular hacia otras cadenas de supermercados, en Colombia, la 14 sí generaba orgullo. Más allá de ser un lugar que te proveía de cosas necesarias para subsistir, fue un sello de identidad para los vallecaucanos. Esto se debe a muchos motivos.
La calidad humana de las personas que laburaban en la 14 y hacía que el servicio al cliente se destacara por su calidad y rápida gestión, la gran cantidad de cosas que podías encontrar, desde ropa, hasta zapatos, juguetes, productos tecnológicos, productos escolares. Personalmente, uno de los recuerdos que más ha marcado mi infancia transcurrió en uno de los supermercados de la 14. Íbamos mucho con mis hermanos y mis abuelos.
Puedes pensar que ir de compras sea probablemente el plan menos divertido para un niño. Solo es pasear por los pasillos, esperar a que mamá decida qué tipo de leche en polvo es mejor comprar y, si encuentra a una amiga, estar allí horas hasta que terminen de hablar. Sin duda en algunos casos sea así pero para mí fue diferente.
Si bien entre los supermercados haya más similitudes que diferencias, por ejemplo, todos tienen pasillos y un cajero, este supermercado iba más allá. El 14 brillaba por la gentileza y amabilidad de las personas que trabajaban allí. Era esa la gran diferencia de la 14: la calidad humana de sus trabajadores. Era una empresa que se fundaba en unos valores que iban ligados a la solidaridad el compromiso con el Valle del Cauca y toda su gente. La 14, a diferencia de muchas otras cadenas alimenticias era la única que proporcionaba un salario mínimo a los empleados de empaquetado. Fue un lugar que impulsó pequeños emprendimientos entre los vallecaucanos. Y para la mayoría de ellos el lugar preferido para hacer compras.
La 14 nace como una cacharrería en la calle 14 del centro de Cali. Con el liderazgo de la familia Cardona se consolidó posteriormente, y, en el año 1964, se transformó en una cadena de supermercados. Desde ese año, se mantuvo leal a su misión: unir la calidad de los productos con la calidad humana.
Tristemente la 14 cerró sus puertas por diversos factores, siendo la pandemia del COVID y el paro nacional los que contribuyeron fuertemente. Aunque la familia Cardona hizo hasta lo imposible para evitarlo, en el presente año entró en su proceso de liquidación. La verdad no quiero que esta sea una crónica triste, no es mi estilo contar cosas tristes. Me gustaría concluir con un final feliz, pero la realidad es diferente. Cuando supe del cierre de este supermercado tan icónico, me puse realmente triste, pues sabía que con la quiebra de la 14 y con su desaparición se irían también muchos de los recuerdos de mi infancia. No solo los míos, sino también los de miles de vallecaucanos.
Aparentemente no había nada que se pudiese hacer, y eso me hizo sentir desconsolada. Sin embargo, existe una pequeña luz de esperanza llamada reactivación mediante la cual el sueño de miles de familias caleñas puede seguir vivo.
Y sí, hay algo que yo puedo hacer: darle una voz a su historia, y a través de las palabras mantener vivo este lugar en una parte de nuestra memoria colectiva.
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