NUEVA YORK: Mi relación contigo ya tiene fecha de caducidad y sabrás por experiencia propia que cuando se sabe que una relación está por terminar uno se pone muy irritable, desesperado y sumamente contemplativo. Las ganas de querer advertirle a todo el que se cruce por tu camino de que las cosas no son como parecen pueden a veces hasta con las personas más prudentes o más vergonzosas.
Nueva York, te di los mejores años de mi vida. Aunque tengo que admitir que el que esos años hayan sido sobresalientes tuvo mucho que ver contigo. Me cambió la vida poder conocerte, poder desvestirte en pleno día y verte por lo que eres. ¿Y qué eres? Muchos te llaman jungla de concreto, pero yo, que te conozco tanto, puedo decir que eres un zoológico y nosotros los animales que nos prestamos a ser tu circo.
A ti te desafié con mi inexperiencia, mi mente inquieta y mi corazón débil, pero también te proporcioné mis ganas desenfrenadas de aprender y crecer. Primero me educaste con museos, galerías de arte y barrios internacionales y después, cuando vine a tocar la puerta de tus rascacielos vendesueños, me encontré con una puerta cerrada. Bajo tu tutela me vi obligada a aferrarme a pequeñas oportunidades en barrios de ricos donde no hay universidades grandes ni jóvenes que vivan con sus padres. En esos rincones con falta de estudiantes universitarios me dejaste demostrarte todo lo que sabía.
En esos suburbios de ricos aprendí mucho más que el gaje del oficio. Profundicé en mi entendimiento de lo que cuesta ser ignorante. Aun con dinero muchos no entienden de geografía y mucho menos de cuanto se sacrifica realmente para llegar de Centroamérica al país de los cowboys. Esa información llega en susurros en una lengua que sirve para más que ordenar margaritas, sangría y tequila, pero tú, que te esmeras en decirle a todos que eres comprensivo y acogedor, te limitas a darle muy poco espacio a las minorías que te han llevado a ser lo que eres.
Nueva York, eres un niño mimado. Te lo han dado todo. Si en esta ciudad hay polución no es solo porque se lleve una vida poco eco-friendly, sino también porque el aire está contaminado de sueños rotos, sueños cambiados, sueños rebajados. Ah, pero era todo parte de tu plan maestro. Aquí nos dejamos el sudor y el esfuerzo pero no le tocan papeles a esas mentes brillantes. Lo curioso es que solo falta llegar a la cima de tu montaña, a tu élite, y de repente todas las estrellas tienen doble ciudadanía.
Al amparo del insomnio eterno de la ciudad aprendí a darme cinco minutos de llanto cuando me siento impotente porque no se me dan las cosas. A ponerle más ganas cuando me siento como que nunca estoy lista. A dejar de mirar atrás y a los lados, ni siquiera para cruzar la calle. A andar a millón con un objetivo en mente, en línea recta y sin tambalear. Pero más que nada aprendí de ti a ser egoísta cuando hay que serlo porque entendí que a veces lo más importante es no defraudarme a mí misma.
¿Y sabes qué tengo para decirte? Que no necesito tu validación. Que me voy a ir a muchos otros sitios y te voy a mandar tantas postales que en el proceso de morirte de ganas te me vas a quedar pequeño. Vamos a ver cual de nosotros es el verdadero cosmopolita, el verdadero artista, la verdadera estrella. Vamos a ver quién es el más culto de los dos. Vamos, que te apuesto, que llego yo más lejos.
Pero aunque te dejo, o me dejas, o es de mutuo acuerdo que nos dejamos, te pido que te portes bien y que sigas siendo el mismo pretencioso universal de siempre. Son muchos los recuerdos y las personas que voy a dejar aquí. Pero más aun: es que te voy a echar de menos y no quiero que seas de esos ex novios que después andan dando pena, que quiero que seas siempre el mismo porque los dos sabemos que el primer amor, o el segundo, nunca se olvida y se visita y se visita y se visita.
Afligidamente,
Una de tus tantas pupilas y amantes.
Gabrielle van Welie
Photo Credits: Jim Pennucci