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Heridas, jack-o-lanterns, y lo que un pastel de chocolate dice sobre la valentía

NUEVA YORK: Buscando algo más, llegué a esta torta.

Tengo dos calabazas que nunca convertimos en Jack-o-Lantern pues hace dos semanas haciendo carreras con Luca me caí, me hice una herida en una mano, y desde entonces no he podido sostener serrucho y cincel, como debe ser, para tallar las calabazas. Desde que me caí he practicado ásanas por pura fe. O por pura determinación. Toda postura sobre las manos, desde adho mukha svanasana hasta adho mukha vriksasana, ha dolido a diario. La piel de las palmas se estira al contacto con el suelo y la costra se abre. Al día siguiente está mejor y luego se vuelve a abrir.

Así que cero Jack-o-Lantern. Pero algo tengo que hacer con las calabazas que mis hijos trajeron luego de un día de campo siguiendo la tradición anual con su abuela Tenana y su tía Nancy. Y buscando qué preparar pues resulta que acá todo lo que parece auyama no se comporta como una auyama así que según mi mamá el asunto hay que investigarlo, me encontré con una receta vegan de torta de chocolate preparada con cacao puro, vinagre de manzana y aceite de oliva. Sin auyama, claro, la auyama no tiene nada que ver acá. Que viva la libre navegación.

No me defino como vegetariana aunque casi lo sea, y estoy siendo vegan. Me gusta saltarme el paso, ser vegan sin pasar del todo por el vegetarianismo parece una sublevación, una contradicción, y quizás lo es. Pero si lo que me mueve es la compasión por los animales, no veo cómo tomarme la leche de una vaca hacinada y en cautiverio, o comer un huevo de un pollo al que le quebraron el pico para evitar que en un arranque de estrés asesine a su vecino, puede ser más benévolo que comerme a los progenitores en cuestión de una (¿buena?) vez. A fin de cuentas: hay muchos tipos de proteínas, unos comportan menos violencia hacia el prójimo que otros, y me parece que eso hay que considerarlo a la hora de cocinar y comer. Finalmente, estoy preparando en casa lo que creo que nos hace bien. Y nadie se queja.

Estoy siendo sobre todo vegan, estoy siendo vegetariana, y a veces no soy vegetariana. Creo en la contradicción como oportunidad. Creo en la flexibilidad, en la porosidad, en la vulnerabilidad, y en una cierta ondulación que a veces es un tal vez, y que va acercando a una costa que no, no es segura. Hacia allá vas a la espera de que una vez allá se manifieste algo diferente a lo que te parece ves desde acá. Las apariencias engañan, la realidad es un show, y quien se cree el show pierde.

Pero basta de esto. Acá estamos hablando de cacao. Aunque no. No estamos hablando de cacao. Ya lo dije. Estamos en una de libre navegación.

Comienzo a leer la receta de la torta de chocolate en el blog cuyo título me inquieta un poco: Well and Full, lo que podría traducir como A gusto y satisfecha. Aunque también: Bien y ahíta.

A mi bisabuela Margot, caraqueña artista de flores de papel e higos en almíbar, de español delicado y experta en empaquetamientos de todo tipo, de clips, de correspondencias, de sábanas, perfectamente embaladas con mecatillos o hilos en cada clóset de la casa: porque uno nunca sabe cuándo le van a hacer falta- le gustaba la palabra ahíto y detestaba la palabra full.

Me llama la atención el nombre del blog, pues sentirse full no es algo que se asume positivo, sugiere malestar, falta de conciencia, ¡y evidencia gula! Es pecado.

Y sin embargo es también lo contrario: te gusta tanto algo, y te sientes tan bien, que quieres y puedes aspirar a más. Puedes darte el lujo. Como estás en balance, puedes más. Así que es síntoma de una vida saludable: well and full. Si las dos condiciones van juntas, ¿por qué no?

Los blogs de recetas suelen comenzar con una pequeña introducción que yo muchas veces me salto, pero esta no me la salté. Caí en un párrafo que dice:

For me, cooking isn’t just a hobby or something I do to eat. It’s therapy. It’s catharsis. It nourishes my soul. And even though I can’t eat as much of the food I make as I’d like, the act of feeding others brings me unadulterated joy.

Se prende una alarma. ¿Leí bien?:

«Aún cuando no puedo comer mucho de la comida que preparo…»

Sigo:

The health issues I’ve been experiencing involve feeling nauseous nearly all the time. It never ends, and it’s exhausting. And it’s evolved into this rather nasty cycle of eating very minimally in fear that I will feel overly full and sick to my stomach, then being ravenously hungry at the end of the day.

La blogger, cocinera, y fotógrafa de alimentos, cuenta que está enferma, que experimenta constantes sensaciones de náuseas, que su condición es agotadora. Vive en un triste y angustiante círculo vicioso: come poco para no sentir náuseas, come con miedo, poco, para no sentirse full y enferma del estómago, y al final del día se siente hambrienta.

El blog le permite ir probando por bocados mínimos lo que prepara to make sure it’s delicious, y probar de nuevo a la hora de fotografiar la comida -supongo que restos caerán al cortar una tajada de torta, ella hará una pinza con los dedos de la mano derecha, y se los llevará a la boca cerrando los ojos. Ahí tienes, un bocado más, se dirá la mujer. Y no tienes náuseas. Bien. Sigue.

Well and Full le permite alimentarse, un mínimo bocado a la vez. Desde la fragilidad y el miedo, su autora genera un paisaje rico y prometedor.

Me quedo pensando en el poder tras la contradicción aparente. Me quedo pensando en la honestidad y la valentía. Y en lo inútil que es guiarse por los sentidos regulares de la percepción, en lo poco informativos que son los cinco sentidos.

Me quedo pensando en lo importante que es acercarse para entender mejor al otro. En el regalo que la navegación libre me ha entregado esta mañana al llevarme a la costa de Well and Full.

Me quedo pensando en el recorrido de la autosanación. En el recorrido que hacemos cuando queremos digerir el mundo y aún no logramos masticar o tragar la realidad a la que nos enfrentamos.

Me quedo pensando, como dice Sri Dharma Mittra, en la determinación rabiosa, en darle con todo, rugiendo. Hasta llegar al otro lado. Hasta mantenerse sobre las manos en aquel adho mukha vriksasana. Hasta lograr tragar.

Me quedo pensando en el tiempo que toma a la levadura de una torta de chocolate terminar de esponjar. Me quedo pensando en la paciencia. Me quedo pensando en aquella costa y en mis brazadas erradas y en las eficientes, en cómo se verá el paisaje cuando llegue allá, en cuál será la próxima costa.

Mi mano está mejor.

Encontré la receta para las calabazas.

Y claro, obvio, ésta otra. Para el sexto sentido.


Photo Credits: Well and Full

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