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Gabriel Jaime Caro
Gabriel Jaime Caro - ViceVersa Magazine

Zama, 2017

Preparándose a no ver la trama que usted no ha vivido, sabe, pero no es el clímax cinematográfico, ni climatológico del siglo XVIII. Zama, de la cineasta argentina, Lucrecia Martel (nacida en 1966, Salta).

Basada en el libro homónimo del mendocino, Antonio De Benedetto, y de otros autores que leyó para la adaptación, dijo la salteña, y de Bocaccio 70, en donde aparece la gran Romy Schneider, y por alguna parte los esclavos se miran en los sirvientes, que no recuerdo otros nombres, en el foro del Alice Tull (Festival de cine de New York), su teatro favorito, según ella, callando a la crítica de su país, que dice no ser muy fidedigna al Zama don Diego de Zama, del escritor argentino.

Algo que pasó en su mente, su existencia, por muchas noches de corrección al guión (7 años), hasta que lo volvió casi sobrenatural, que es lo que pasa muchas veces cuando hay demasiado violencia, represión y esclavitud.

Yo digo que es la película de la década dentro del cine de Iberoamérica, no solo por ese arte casi teatral, poesía grabada con un pincel, marcos de geografías imposibles que da un estudio. Un delicioso cuadro que se roba para nosotros el siglo 18, una angustia inquietante para un personaje como Zama, funcionario que pide traslado de su puesto en la frontera con Brasil, en todo el Chaco.

Con una lengua endemoniada y muy portuguesa, los amos de un mundo, queriendo ser ricos con la magia y la barbarie. Bien parados los pobladores pintados de rojo como de cúrcuma. Zama impertérrito metido en una cacería, decepcionado de todo, del silencio del Rey, y de la postura corrupta del Gobernador.

El desgraciado funcionario Zama, es interpretado por el actor Mexicano, Daniel Giménez Cacho, con la historia que uno hubiera querido escribir. Lola Dueñas, el aporte del cine de AlmodóvarMatheus Nachtergaele, en el papel del conquistador portugués Vicuña Porto. Juan Minujin, entre otros.

A nivel del cine de autor hecho por mujeres, desde María Luisa Bemberg (1922 -1995) y su clásica Camila, y después Claudia Llosa, la peruana, Madeinusa, 2005, no veíamos nada tan bueno. Aparte de algunas realizadoras judías argentinas, que irrumpieron en el 2000 con el documental, que no recuerdo ahora tampoco. La salteña se puso las pilas a crear su propio estilo; vaya a ver de dónde sacó esos guiones tan enloquecidos como el de La Ciénaga y la Niña SantaIn situ, Ya había bajado un poco la calidad de los filmes anteriores con La mujer sin cabeza. Con algunos errores de edición, pero que ha sido motivo de muchos análisis sobre este arte de la realidad en el cine, con toques de locura de mujer.

Como digo, su peli es única, hace abstracciones inverosímiles, es un cuento de hadas, de obscenos de fábula. El detalle de los vasitos para el vino, solo con el humor de esa chica de Pedro Almodóvar (el mismo que produjo, El deseo, su primer filme, La Ciénaga), Lola, el barroco en América, que desbarata un lienzo del siglo 17 con sus posturas de actuación.

Me hizo recordar a Dogville de Lars Von Trier, aunque no tenga nada, es solo para darle categoría fílmica, no tan teatro de Beltolt Brecht, o del escenario de Peter Weiss, o simplemente Esperando a Godot. Nunca a Cabeza de Vaca, o Aguirre de Herzog.

Hay una clausura, el sexo es determinado por las acepciones de la ausencia, pues no hay Inquisición, aquí, ni religión católica que pueda frenar la brujería de los años perdidos de la existencia, de estos conquistadores advenedizos de la península ibérica.

La producción de sus cuatro filmes en 16 años (2001-2017), son ahora memoria de una cinematografía única, que no admite concepciones, así haya concebido las cosas de un modo diferente en este último filme; que irrumpió con su obra maestra La Ciénaga dejándonos como sus fans para siempre, hay que advertirlo.

Vemos un onírico espectral en la secuencia de la oscuridad, donde se supone Zama es apresado por una tribu indígena, pero no lo es, simplemente se ven los valles de la muerte. Ha destacado el nombre de un libro, de donde sacó su personaje, el resto es escritura, admiración y buen gusto, de Lucrecia Martel, la salteña. Es su primer protagónico que es hombre (Zama), ya que las otras tres son mujeres.


Una risa que no corresponde a una sociedad conquistadora, entre ambos invasores,  España y Portugal, buscando sus fronteras indeterminadas; España pensaba que el territorio del Sur hasta la Patagonia era su territorio a conquistar, y que lo otro, la costa del Brasil era para los grandes navegantes, Magallanes, los portugueses.

¿Desconocía la corona española la grandeza del Amazonas que desembocaba al Atlántico, hasta ese momento histórico? Los Borbones eran bien brutos. Cuál era pues la estética, eso solo lo sabe L. M. en la adaptación sublime. No éramos así, si éramos así.

Muy pronto en la cartelera de Manhattan.

Dedicatoria: Al club de fans de Lucrecia Martel en New York, teniendo como punta a Richard Peña, antiguo director del Festival de cine de New York, que me involucró en esto, Comas, Loli, etcétera.

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