Los libros de Xabaldor García, escritor mexicano, son una experiencia sensorial. No basta con leer sus palabras. Hay que sentirlas, paladearlas, olfatearlas. Cada frase pide una relectura, nos invita a viajar más allá de lo obvio, nos obliga a abrir los ojos del alma para absorber los significados escondidos entre sus pliegues.
Oraciones como: “El mar me reveló un azul casi perverso. Olía a frío”, o, “Comprendí que la sinrazón no duele, sino que rasga el alma. Tampoco asfixia, seduce el espíritu y ese es el verdadero peligro: perderse en la locura pensando en la locura”, o también, “Su cielo fue gris. Había como una especie de sabor a vidrios rotos ensuciándole la lengua”, no permiten pasar al párrafo siguiente como haríamos con otro libro. Nos obligan a fijarlas en la memoria para luego cerrar los ojos y sentir. Sentir el olor a frío, saborear el sabor a vidrios rotos, vivir la experiencia de la locura, caminar en un psiquiátrico para descubrir que “En los rincones del manicomio la verdad suele andar entre susurros”.
Xalbador, en esta entrevista me gustaría que nos focalizáramos en dos de tus libros: Miami Blue y otras historias (Katakana Editores) y Leopoldo Panero o las máscaras del Tarot (El diván negro). Empezamos por el primero. Es un libro que muestra la cara oculta de Miami. Es como un antidisney. Los personajes generalmente son inmigrantes, perdedores, antihéroes y antiheroínas. ¿Cómo surgió esa idea? ¿Cuántos de ellos son personajes reales o hasta qué punto sus historias están basadas en hechos reales?
Lo que pretendía en el libro es mostrar esas zonas oscuras de Miami, ciudad cuyo sello característico es el glamur. Zonas que, desde mi perspectiva, son interesantes porque revelan discursos acallados, que se salen de la narrativa canónica de lo que tendría que ser el American Dream, en general, y de la imagen glamurosa miamense, en particular.
Y precisamente por su marginalidad, estos territorios le procuran a la ciudad particularidades que la hacen aún más seductora. Entones Miami deja de verse tan sólo como un paraíso con playas y centros comerciales, donde sus historias pueden ser sórdidas o luminosas pero sin perder el encanto, para convertirse en un territorio con múltiples realidades que conviven sin empachos ni misericordias.
Precisamente estas realidades fueron las que más me impactaron al llegar a la ciudad en 2016. El libro es un intento por retratar literariamente los hechos sórdidos que vivía todos los días y, al mismo tiempo, una forma de explicarme esas realidades tan alejadas de las perspectivas oficiales, tanto en la literatura como en la apariencia, que se le han endosado a Miami.
Varios de los acontecimientos y personajes que aparecen en el libro están basados en individuos y hechos reales, pero siempre matizados literariamente. Creo en la potestad de la ficción, así como en la necesidad de que la narrativa responda a los requerimientos del arte literario. Para ello, la palabra debe crear universos, nunca reflejar tal y como es la realidad, porque la realidad no nos satisface a los seres humanos. Pensemos en los sueños: son la forma en que nuestra mente nos brinda dosis de historias que necesitamos ante una realidad que nos deja a deber.
Por eso mismo, no creo en la literatura basada en la vida, sino en la literatura que se nutre de la vida para regresar por cambio lo que aún hoy podemos llamar obra artística y que sólo responde a exigencias estéticas.
Algunos cuentos parecen crónicas por los detalles que describes para que cada lector pueda visualizar, oler, sentir la historia. ¿Podríamos decir que en ti hay un corazón de periodista? ¿Te resulta más fácil escribir partiendo de la realidad?
Es interesante que destaques el aspecto del periodismo en el libro. Por diez años me desempeñé como periodista. Desde la redacción de un periódico, el oficio te brinda muchos conocimientos. El primero es la esterilidad de la inspiración. No puedes esperar a la inspiración para escribir. Sería absurdo para un periodista esperar a la musa todos los días. El segundo conlleva estar atento al mundo. Gabriel García Márquez, él mismo periodista, nos los mostró en sus obras: Todos los hechos son importantes, siempre y cuando se presenten al lector desde un punto de vista al mismo tiempo seductor e interesante.
Desde esta perspectiva partí para Miami Blue y otras historias. La historia es importante, pero igual de importante es cómo está narrada, esos matices sensoriales que mencionas en la pregunta. Con estas perspectivas tan puntuales buscaba que el lector experimentara lo narrado. Pretendía que mis letras provocaran la experiencia estética que yo tuve cuando me acerqué por primera vez a la literatura de Juan Carlos Onetti, referente esencial de este relato.
¿Hasta qué punto crees que en cada emigrante hay, si no la condición, sí los sentimientos y emociones de los personajes que trazas en tus cuentos?
La migración es un fenómeno tan diverso como cada uno de los individuos que la han experimentado. Cada migrante es una historia nublada o iluminada por las circunstancias. E incluso bajo las mismas circunstancias dos individuos pueden percibir su realidad de manera disímil según la historia de vida de cada uno. Y aún con estas diferencias abismales, concuerdo contigo respecto a los vasos comunicantes.
Por supuesto, los sentimientos se comparten. Las orfandades y los desarraigos, la incertidumbre y los sueños, los deseos y las añoranzas, pueden compartirse entre quienes han experimentado la migración. Pero de igual manera dependerá de cada uno cómo sortea los despeñaderos exteriores y los abismos internos que implica ser migrante.
A pesar de la sordidez de sus vidas tus personajes viven el amor, la sexualidad, la sensualidad. ¿Crees que el amor puede desafiar el infierno?
No estoy seguro de que los personajes de Miami Blue “vivan” estas experiencias. Creo que más bien las padecen o las llevan a cabo para conseguir ciertas prebendas alejadas de la propia experiencia vital. Pero enfocado a tu pregunta y basándome en los narrado en el libro, creo que el amor eros no nos salva del infierno, sino que es parte del mismo infierno.
Ahí la magia de un sentimiento y una experiencia ⎯un sentimiento que en sí mismo es una experiencia⎯ que puede brindar los momentos más apacibles y placenteros de la vida, y al mismo tiempo, los rasguños más agudos, siempre sangrantes, de la existencia. Eros y Tánatos como parte de la misma historia. El amor no está hecho para los pusilánimes y, posiblemente, ninguna herida sea más mortífera que la del amor. ¡Maldita bendición que nos regalaron los dioses!
¿En algún momento esos personajes cuentan también pasajes de tu historia personal?
Por supuesto. Creo que mi historia personal está reflejada en la situación de los matices, los tonos y las tramas de la novela y de los cuentos posteriores. En principio la experiencia de la emigración está presente; emigración que exige muchos sacrificios y provoca llagas en el alma que me han cambiado radicalmente como persona.
Pero, asimismo, desde la otra orilla, la voluntad por seguir un horizonte utópico o la necesidad de reírse del mundo hablan mucho de lo que ha sido mi historia personal. Sin negar esas zonas oscuras de la existencia y más en este momento donde la pandemia desangra al mundo, ni como creador ni como individuo puedo abandonar los sueños alimentados desde mi niñez, seguir creando otros y compartir rutinas maravillosas con las personas que amo. Ahí mismo, en esas páginas de Miami Blue, se encuentran guiños a la misericordia de la vida, a esos instantes que son los más valiosos para seguir durmiendo en paz.
Vamos ahora analizar tu otro libro: Leopoldo María Panero o las máscaras del Tarot. En este parecería que es en la palabra y sobre todo en la poesía donde reside la clave para salvarnos. Tras tu paso por el psiquiátrico de Las Palmas de La Gran Canaria ¿consideras que las palabras y la poesía pueden salvarnos de la locura o más bien son el vehículo que nos lleva a la locura?
La locura y la poesía son dos imprescindibles en la vida. Lo he dicho en otras conversaciones: sólo me interesan las profesiones en donde se corre el riesgo de perder la vida o se corre el riesgo de perder la razón. En la literatura, en general, y en la poesía, en particular, se encuentran presentes estos dos peligros.
El poeta, el verdadero poeta, siempre es un iniciado, está en el mundo para recordarnos que en las geografías alejadas de la racionalidad se hallan otros caminos para alcanzar la luz, aquello que a mitad de la noche más oscura podemos seguir percibiendo bueno, bello, verdadero.
Desde esta perspectiva la poesía y la locura son imprescindibles para el ser humano y, como todo imprescindible, debe nombrarse, ser palabra para existir. La salvación es poética.
¿Cómo explicas tu obsesión por Leopoldo María Panero?
Para quienes nos dedicamos a la investigación literaria es necesaria esta obsesión con los autores a estudiar, a fin de que los textos lleguen a buen puerto. Creo también que los autores nos elijen, procurando que no los abandonemos nunca, pero sobre todo que sus palabras encuentren eco en otros lectores. Nos eligen como sus virgilios.
Uno de los cumplidos más hermosos que he recibido fue: “qué suerte tienen los escritores que caen en tus manos, porque serás su exégeta toda la vida”. Y es así con Panero. Mi obsesión por su obra y vida responde a la lealtad que exige la literatura y la vida. Lealtad con la que trato de conducir también mis pasos. No hay que olvidar que, en el noveno círculo del infierno ⎯el más terrible⎯, se encuentran los traidores.
A veces cuando conocemos personalmente a escritores que nos han conquistado con sus escritos, quedamos decepcionados. Dicen que no hay que acercarse mucho a los ídolos. ¿Te ha pasado con el acercamiento a Panero?
El caso de Panero es distinto. Era una persona enferma mentalmente, recluido en un psiquiátrico. Es verdad que la locura es luminosa, pero también lo es que la locura duele. En ese sentido, su perspectiva de la literatura era de otro orden. No estaba inmiscuido en el show literario, animado por los egos de los autores, la obtención de premios literarios, la presunción en la venta de libros o, a últimas fechas, la popularidad en las redes sociales. Aspectos todos estos que poco o nada tienen que ver con la creación literaria.
Leopoldo María Panero se situaba al otro lado del río. Yo ya sabía con quién iba a toparme. Y la conexión con él no sólo era literaria, sino también un poco mística, pero sobre todo existencial. Al visitarlo en el manicomio pretendí conocer al poeta, al místico, al ser humano, pero sin olvidarme del enfermo. ¿Por qué? Tal vez tan sólo para escribir sobre el encuentro que es lo que hago en este libro. Y menciono “tal vez”, porque hasta la fecha no encuentro justificación racional para haber emprendido ese viaje en 2012. Ahí, en esa zona de desconcierto, habita la poesía y también la locura.
El encuentro con personajes tan especiales como Leopoldo María Panero es un viaje que puede cambiarnos. ¿Qué perdiste y qué ganaste en ese viaje?
Gané una experiencia que me acompañará por siempre. No sólo por conocer a Panero, sino que en el viaje a España recorrí varias ciudades y conocí a escritores y artistas con los que pude compartir la noche, el alcohol y la poesía en Madrid, Barcelona, Zaragoza, Lérida y Las Palmas. Con una generosidad desbordante Mariona Aupí, Carlos Ann, Bruno Galindo, María Pascual y Túa Blesa me hicieron parte de lo que hasta hoy denomino “La Legión Panero”.
Lo que perdí es más íntimo y, al mismo tiempo, más apabullante. Perdí muchas ideas sobre el mundo literario. Comprendí que la literatura es una forma de vivir, pero no es la vida misma. Ni siquiera se encuentra entre las prioridades de la vida. La vida está alejada de las páginas de los libros y quien pretenda escribir algo realmente literario debe nutrirlo de esa vida que, casi siempre, se nos escapa en frivolidades.
Tu escritura está llena de imágenes, sensaciones, percepciones. ¿Qué peso tienen en tu escritura el cuidado de la forma y la creación del contenido?
Concibo las obras literarias como una maquinaria de relojería. Cada palabra, cada frase, debe embonar perfectamente para completar un producto artístico, cuyo objetivo primordial es provocar una experiencia estética en el lector. Poco importa lo que se dice, sino cómo se dice. Ya todas las historias fueron contadas, ya todos los sentimientos fueron vividos, ya todos los razonamientos fueron puestos sobre la página. El reto del escritor es cómo renovar todo este material humano y entregarlo como si se pronunciara por primera vez. Es ahí en que me enfoco tanto en la forma, como en el contenido de mis textos.
¿Cuáles son las cualidades que más admiras en un escritor?
El manejo excepcional de la herramienta básica de la literatura que es la palabra para mí es imprescindible en las autoras y autores que admiro. A eso le agregaría la disciplina en su trabajo. Que se note que en cada línea hay una conciencia de su labor, de su necesidad porque esa línea sea perfecta. Y lo último es el humor. Aquellos autores que manejan el humor de forma magistral tienen un lugar imprescindible en mi canon individual.
En el humor puede rastrearse que los escritores se divierten y que han entendido de lo que se trata el negocio de la literatura: la felicidad. Qué miserable debe ser una vida dedicada al arte y a las letras enfrascada en los rencores, carcomida por la envidia de lo que hacen sus colegas, absorta en el futuro de sus letras. La literatura no es un asunto de vida o muerte, sino algo aún más importante: se trata un asunto de dicha y gozo.