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WhatsApp, Twitter y Facebook en tiempos de coronavirus

Si de algo sirven las crisis, es para quitar el papel celofán y ver quién es quién.

Son como un filtro natural, al estilo Darwin, que se activa para mostrar de qué estamos hechos y de cuánto somos capaces; y redescubrir el valor maravilloso de la prudencia, el sentido común, el respeto, la responsabilidad, la sensatez, el liderazgo sin ego, el silencio y, sobre todo, el tiempo, el más valioso y escaso de los recursos.

Ninguna persona actualmente viva –salvo que de niño haya sobrevivido a los bombardeos nucleares de 1943-, ha estado expuesta a un temor tan globalmente grave como el del coronavirus. Nada nunca nos había hermanado tanto.

Desde que comenzó este año –que además inaugura una década- los casos se han ido multiplicando en el mapa planetario, casi siguiendo la ruta del sol, que nace en Oriente y recorre Europa hasta llegar a América.

De momento, han sido países industrializados y militarmente avanzados los más afectados. Se supone que sus científicos y cuerpos de inteligencia han investigado y actuado sin descanso para controlar los contagios, asumiendo que es imposible evitarlos del todo.

Pero según WhatsApp, la cura depende de una cadena que no debes romper de oraciones al “Todopoderoso”, siempre y cuando no tomemos tal o cual medicina, y sigamos los consejos de cuanto ocioso decide grabar un video o audio y empezar a circularlo por “las redes”, con la ayuda de otros ociosos con complejo de editores de telenoticiero.

Más allá de la religión o creencia que cada quien decida seguir, no hay nada más “Todopoderoso” que el sentido común.

“Las redes” no son periódicos ni noticieros, pero se han vuelto un cambalache bataclánico amorfo, sustituto de reporteros, psicólogos, médicos, farmaceutas, bomberos, sacerdotes, abuelas, artistas, ingenieros, militares, abogados, pitonisas, filósofos, maestros y científicos. Y en la cresta de todo, son un termómetro… de quiénes somos y cuánto daño podemos hacer al querer jugar a ser “sabelotodos” a velocidad expresa y con pocos caracteres.

Pequeña gran sugerencia en este volcán de neurosis, consejos, plegarias y datos del “primo enfermero de la suegra del cuñado de mi vecina”: es mejor no reenviar nada que no sea noticia de un medio de comunicación serio. Los periodistas trabajamos duro. Si algo es verdad, saldrá en la prensa… Caso contrario no sólo circulan falsedades, sino que nos aturdimos unos a otros con datos harto sabidos, inútiles y hasta contradictorios.

Necesitamos reforzar las defensas inmunológicas. Y eso empieza por la cabeza: usemos el tiempo libre de manera productiva. Por ejemplo: viendo películas, leyendo libros, llamando a los afectos, cortándole la mesada al ex rey español, como acaba de hacer su hijo; metiendo preso al abusador Harvey Weinstein; o aprendiendo a votar, si alguna vez volvemos a tener elecciones.

Sobrevivir es demostrar que estamos a la altura de los retos de la Historia y no de la histeria.

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