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Guadalupe Loaeza

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Para Antonia con todo
mi corazón.

Dudas, interpretaciones, hipótesis, versiones, análisis, especulaciones, conjeturas y demás teorías no han dejado de surgir, en México, desde que se conoció, el 15 de octubre pasado, el arresto en el aeropuerto de Los Ángeles del ex secretario de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos. Estamos, los mexicanos, tan acostumbrados a este tipo de detenciones por parte de Estados Unidos, donde sí funciona la ley, que la noticia nos pareció parte de una realidad cada vez más complicada en lo que se refiere a la corrupción a niveles muy altos. Lo que sí no nos imaginábamos, ni de chiste, fue el hecho de que el Departamento de Justicia de los Estados Unidos anunciara posteriormente la remoción de los cargos hechos contra Cienfuegos.

What????? Primero, nos aseguraron que había sido acusado de cuatro cargos que tenían que ver con lavado de dinero, tráfico de cocaína, marihuana y metanfetaminas, además de beneficiar al Cártel H-2. Otro día, nos enteramos que no; que porque la jueza encargada del caso, Carol B. Amon, había desestimado las acusaciones en contra del exsecretario, podía regresar tranquilamente a México, para pasar Navidad con sus nietos y sin cargos ni orden de aprehensión. What?????

Casi inmediatamente después, el Departamento de Justicia y la Fiscalía General de la República mexicana anunciaban que finalmente se había llegado a un acuerdo para que fueran retiradas completamente las acusaciones contra Cienfuegos y que por lo tanto sería juzgado en México con evidencia aportada por el gobierno de Estados Unidos, que porque nuestros vecinos tenían mucha confianza en la justicia mexicana. What?????

Tanto los diarios nacionales, como los estadounidenses, estuvieron igualmente rebasados con tantas noticias totalmente inéditas acerca del regreso de Cienfuegos. Por ejemplo, dijo el portal, Animal Político que según el Washington Post el que quitaran los cargos contra el exsecretario se debió a «las amenazas del gobierno mexicano de limitar la influencia de la Administración del Control de Drogas de Estados Unidos (DEA) en tareas de investigación en México». Asimismo, la publicación asegura que «fuentes de la Fiscalía Este de Nueva York atribuyen el cambio de decisión a dichas amenazas. Además, señaló que un oficial mexicano había confirmado la posibilidad de que se prohibiera operar a la DEA en el país». Lo cual quiere decir, que dadas las intensas presiones por parte del Ejército mexicano que empezó a sentir el Presidente, ahora sí nos pusimos «las pilas», con los gringos y les dijimos, enough is enough and it’s time for a change. De allí que el fiscal general estadounidense, William P. Barr, le llamó a Alejandro Gertz Manero, o al revés, para que se respetaran los acuerdos diplomáticos entre ambos países, ya que los altos mandos del Ejército estaban hechos unos energúmenos y que se sentían profundamente humillados por la forma tan violenta en la que se había detenido a Cienfuegos.

Luego de que el fiscal general, William Barr, solicitara a una Corte federal estadounidense desestimar la acusación contra Cienfuegos tras un acuerdo para que este fuera trasladado a México, los demócratas dijeron que la negociación era «opaca» y que arriesgaba el Estado de Derecho estadounidense. Que porque: «El Fiscal General Barr corre el riesgo de socavar la fe en el sistema judicial de EU y a la vez fomentar la impunidad a los niveles más altos en México», aseguró Bob Menéndez, el senador demócrata de más alto rango en el Comité de Relaciones Exteriores del Senado de Estados Unidos en un comunicado. Sólo a unas horas después de que la Corte federal de Distrito Este de Nueva York autorizara desestimar los casos.

De todas las versiones que he escuchado a propósito del regreso de Cienfuegos a nuestro país, me quedo con la conclusión de la periodista Anabel Hernández quien en la mesa de análisis de Aristegui en vivo, comentó: todo indica que Donald Trump quiso hacerle un regalo de Navidad a AMLO y agradecerle al presidente López Obrador que no se haya pronunciado en felicitar al Presidente electo, Joe Biden. ¿Pero a cambio de qué? Eso sí no sabemos. Por mi parte, no me queda más que exclamar: Oh, my God! En otras palabras: que Dios nos agarre confesados.
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