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Milagros Socorro

Vista desde mi cuarto, la ensoñación de un preso

Es un libro inclasificable. Ni siquiera se puede afirmar que sea un libro. ¿Un librito? Es una plaquette. El título y el nombre del autor son, asimismo, ecos de una jerga desacostumbrada para estas cosas. La publicación se llama #vistadesdemicuarto, así, corrido, con numeral y sin mayúsculas; y el nombre de quien lo hizo es: el_socialdemocrata, que corresponde al nombre de usuario en el perfil del empresario venezolano Herman Sifontes Tovar en Instagram. Este libro tiene dos autores: el_socialdemocrata / Sifontes Tovar y Gisela Viloria, la diseñadora gráfica.

 

#vistadesdemicuarto
Photo by: Herman Sifontes ©

 

#vistadesdemicuarto
Photo by: Herman Sifontes ©

 

El contenido también es inusitado. Son fotos. ¿Fotos hechas por Herman Sifontes? Algunas, no todas. ¿Quién las hizo las otras? No sabemos. ¿Qué tienen en común? Todas son fotografías de lugares (no de persona ni de objetos), paisajes, cielos, algún edificio, un jardín con piscina, un ventanal que deja entrever una pared enladrillada… Unas fueron hechas por Sifontes Tovar y las otras las extrajo de internet, de libros que hojeaba, de imágenes que alguien le enviaba… También tiene un texto de una cuartilla exacta, este sí, escrito por él.

Como clave de lectura, en la portada interna y en la primera página está dispuesto un poema de Rubén Osorio Canales: “El espacio donde estamos recluidos es mínimo / En él caben, si acaso, un nido de colibrí , / dos pétalos de rosa, / cuartro de espinas no muy largas, / Los muros nos muestran su aspereza y la oscuridad que encierran / […] No tenemos vía de escape, / por hora, solo nos queda esperar, / lo mejor que podamos, acurrucados en una libertad imaginada.” Las imágenes repartidas en las 32 páginas del cuadernillo son destellos de una libertad imaginada. Anhelada con una fuerza desesperada.

 

#vistadesdemicuarto
Photo by: Herman Sifontes ©

 

Herman Sifontes
Photo by: Herman Sifontes ©

 

A mis verdugos, gracias

En su mínima confesión, Herman Sifontes (Caracas, 1963) apunta: “Ni en mis peores pesadillas imaginé vivir encerrado en un sotano durante casi tres años. Recorrer los paisajes y los gustos de mi infancia me salvó la vida. […] la cotidianidad de la cárcel tomaba como rehén toda esperanza. Escaparme de ese espacio tenebroso, húmedo, impregnado de tanto dolor, era mi misión diaria. Mi infancia, mis recuerdos y las vistas de mi cuarto, imágenes que recreaba desde la oscuridad, me abrieron nuevos horizontes y llenaron de luz mi cotidianidad. […] A mi familia, a mis amigos, a mis verdugos, a todos con los que transité esa tragedia les estaré eternamente agradecido porque me hicieron viajar a lo más hondo de mi alma, y por fuerza de pura voluntad, buscar los recuerdos más sublimes para poder navegar en la barbarie”.

 

#vistadesdemicuarto
Photo by: Herman Sifontes ©

 

Herman Sifontes
Photo by: Herman Sifontes ©

 

Pero las imágenes contenidas en la plaquette no corresponden a sitios donde Sifontes hubiera estado en su infancia, digamos, biográfica, sino en su infancia y en su vida de presidiario. Cabe pensar que cuando habla de infancia alude a los temores en estado puro que el preso -como el niño- puede llegar a experimentar: la oscuridad, el monstruo que puede entrar de un momento a otro, la pérdida de lo que nos es más necesario… Él mismo lo dice al final de su texto: estas imágenes son el souvenir de un viaje a lo más hondo de su alma. Pero lo importante no es lo que las fotos muestran sino el hecho prodigioso de haber podido “ver” lo que estaba más allá de su confinamiento. No olvidar que Herman Sifontes y sus compañeros estaban recluidos en un sótano, de manera que es impensable que hubiera allí una ventana y mucho menos, que esta diera a paisajes tan disímiles como los que vemos en el librillo. Había una ventana sí, pero hacia el alma del preso/autor.

El 24 de mayo de 2010, en total ausencia de una denuncia o investigación previa que señalara a Econoinvest como incursa en algún delito, el Ministerio Público hizo un allanamiento sorpresivo en la sede de la empresa y detuvo a sus directores sin que mediase orden judicial. Uno de los cuatro directores era Herman Sifontes Tovar. Lo sacaron de su despacho esposado. Estarían recluidos por tres años en los sótanos de la Dirección General de Contrainteligencia Militar (DGIM), en la urbanización Boleíta, de Caracas. En todo ese tiempo, además de la detención de sus directivos y de la toma del control administrativo de la empresa por parte del Estado, Econoinvest fue objeto de una campaña mediática de criminalización en sucesivos programas especiales de televisión en el canal oficial del Estado. Nunca hubo sentencia ni se supo por qué se los habían llevado. Hasta la ONU se pronunció sobre esa arbitraria detención y presidio.

 

#vistadesdemicuarto
Photo by: Herman Sifontes ©

 

Herman Sifontes
Photo by: Herman Sifontes ©

 

Una peculiar militancia contra el Poder

Concebido en esos tres años, este libro tiene forma de pasaporte. Y, de hecho, las fotos, que en ningún caso están a sangre (así se dice, en artes gráficas, a la imagen que llega hasta los extremos de la página, sin bordes ni espacios en blanco), están regadas por las páginas según un patrón impredecible, caprichoso se diría, como los sellos en un pasaporte, documento aliado al viaje más allá de las fronteras, a la evasión, al cambio de perspectivas. Mucho más en la Venezuela de la actualidad, donde la ciudadanía no tiene acceso a este salvoconducto imprescindible para huir por las fronteras. Hay, sin embargo, una diferencia con el pasaporte: este libro está cosido de manera que cada puntada es muy visible: son como pinchazos en un cuerpo martirizado.

“A mí me alimenta la esperanza; y me hace vivir en palacios de mármol la ilusión”, escribió el escritor Rufino Blanco Fombona (1874–1944), preso en La Rotunda. En su libro de ensayos ‘Retrato del artista encarcelado’ (Universidad Cecilio Acosta, Maracaibo, 1999), Julio Miranda dedica uno de los tres capítulos al venezolano Alfredo Arvelo Larriva (1883-1934), que titula ‘El erotismo del prisionero’. Preso de Gómez en plena juventud, Arvelo Larriva hará entre rejas una poesía marcada por sus ansias y sus fantasías voluptuosas. “… el cuerpo encarcelado”, escribe Julio Miranda, “que no solo sufre sino también siente, sueña y desea. Si eros es siempre, de alguna manera, político, lo es más que nunca en las aventuras imaginarias de un preso. […] Este erotismo, en suma, es una forma de resistencia, una peculiar militancia contra el Poder que ha arrojado su cuerpo pero no sus deseos, así como tampoco su humor”.

 

#vistadesdemicuarto
Photo by: Herman Sifontes ©

 

Herman Sifontes
Photo by: Herman Sifontes ©

 

Estas fotografías, por cierto, captan lugares deseables. Pese a no incluir gente, con excepción de una foto de un rebaño cuyo pastor está incluido solo como tal (y no como personificación de algo más), ninguna comunica soledad ni, menos aún, desolación o desesperanza. Como sí lo vemos en el poema de Leoncio Martínez (1888-1941), quien también esboza, pero con pesadumbre, su espejismo de fuga, en la ‘Balada del Preso Insomne’, escrita en La Rotunda: “ Estoy pensando en exilarme, / en irme lejos de aquí / a tierra extraña donde goce / las libertades de vivir: / sobre los fueros: hombre-humano / los derechos: hombre-civil. / Por adorar mis libertades / esclavo en cadenas caí: / aquí estoy cargado de hierros, / sucio, famélico, cerril, / enchiquerado como un puerco, / hirsuto como un puerco-espín.”

Lo que sí está es la representación gráfica de las modulaciones del ánimo, unas veces arriba, otras abajo, siempre fluctuante. Eso se hace ostensible en la basculación de la línea del horizonte, -que sube y baja de una imagen a la otra-, como un pecho en trance de ahogo. Si una imagen tiene la línea del horizonte casi pegada al borde inferior, en la siguiente salta al tercio superior (sin haberse estacionado en la mitad), para luego volver a caer en el tercio inferior. Y así, hasta la última fotografía, donde el horizonte se nos promete lleno de luz azul, detrás de una casa de techos rojos (metáfora de Caracas) que alcanzamos a entrever a través de un ventanuco cuadrado al que solo llegamos empinados: agrandados. Engrandecidos.

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#vistadesdemicuarto
Photo by: Herman Sifontes ©

 

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