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Cesar Chelala

VIOLENCIA DE GÉNERO EN IRÁN

Miles de mujeres en Irán han salido a las calles, quitándose valientemente sus hijabs –velo que cubre la cabeza y el pecho que las mujeres musulmanas usan en presencia de personas que no sean de su familia– en solidaridad con Mahsa Amini, una mujer de 22 años que fue arrestada por la policía iraní y presuntamente asesinada por usar su hijab de manera “inadecuada”. Desde entonces, cientos de esas mujeres han sido asesinadas por protestar contra la represión del gobierno, enfrentado con los Derechos de las Mujeres.

En una entrevista reciente con Amna Nawaz en PBS NewsHour, Nazanin Boniadi, una actriz nacida en Irán y activista de Derechos Humanos, citó a la actriz iraní Katayoun Riahi, quien dijo: “La gente ya no le teme a la prisión, porque el propio Irán se ha convertido en una prisión”. Esos feminicidios forman parte de un amplio espectro de violencia de género que aún se extiende en el mundo.

La violencia de género – Gender-based violence (GBV)– es una pandemia mundial que afecta la vida de una de cada tres mujeres. La violencia de género puede adoptar muchas formas, incluida la violencia doméstica, la violencia sexual y la trata, y la violencia psicológica y emocional. Los matrimonios infantiles forzados, los asesinatos por honor y los feminicidios son parte de este espectro de violencia. Según las Naciones Unidas, “tiene sus raíces en la desigualdad de género; el abuso de poder y las normas nocivas”. Aunque la mayoría de las víctimas son mujeres, los hombres y las personas no conformes con su género también experimentan este tipo de violencia.

La violencia doméstica, la forma más común de violencia de género, no es, por supuesto, un fenómeno nuevo. Antes de la pandemia, se estima que 243 millones de mujeres y niñas (de 15 a 49 años) en todo el mundo habían sido víctimas de violencia sexual o física durante los 12 meses anteriores, en la mayoría de los casos, perpetrada por una pareja íntima. Ese número aumentó significativamente durante los primeros años de la pandemia cuando se impusieron los confinamientos. Según una encuesta de la ONU concluida en septiembre de 2021, casi 7 de cada 10 mujeres dijeron que la violencia doméstica aumentó en su comunidad desde el comienzo de la pandemia, cuando se instituyeron los cierres.

La violencia doméstica está muy poco denunciada. Según estimaciones de la ONU, menos del 40 por ciento de las mujeres que sufren abusos físicos en el hogar buscan ayuda. Durante los períodos de encierro, las víctimas pueden estar demasiado asustadas para llamar a la policía por temor a que su abusador pueda escucharlas. Según ONU Mujeres la violencia contra las mujeres, es “la pandemia en la sombra” y Antonio Guterres, el Secretario General de la ONU ha dicho: “La paz no es solo la ausencia de guerra. Muchas mujeres encerradas por #COVID19 se enfrentan a la violencia donde deberían estar más seguras: en sus propios hogares”.

La violencia de género provoca una serie de consecuencias físicas y psicológicas, como lesiones corporales; problemas gastrointestinales; trastornos del sueño y la alimentación; dolor crónico; infecciones de transmisión sexual (ITS); abortos espontáneos y embarazos no deseados. Las consecuencias psicológicas incluyen depresión; baja autoestima; pensamientos suicidas; abuso de alcohol y drogas y trastorno de estrés postraumático que puede durar toda la vida. Sin embargo, como dijo la destacada actriz, escritora y modelo Cody Kennedy: “No te juzgues por lo que otros te hicieron”.

El costo global de la violencia contra las mujeres se estimó en US$ 1,5 billones; una cifra que seguramente aumentará a medida que continúe la pandemia. Según el American Journal of Emergency Medicine, la cantidad de casos de violencia doméstica aumentó entre un 25 y un 33 % a nivel mundial en 2020 en comparación con 2019. El grupo de las Naciones Unidas, ONU Mujeres informa que los incidentes de violencia doméstica durante la pandemia aumentaron un 300 % en Hubei, China; 25 % en Argentina; 30 % en Chipre y 50 % Brasil.

La liberación de reclusos de las cárceles –semillero de la propagación de la pandemia del COVID-19–, empeora la situación. Cuando algunos reclusos son liberados, recrean en sus casas las condiciones de violencia que los llevaron a la cárcel. Por eso, los familiares de las víctimas deben ser notificados con anticipación sobre la liberación de los reclusos, y los gobiernos locales deben implementar medidas preventivas y de apoyo para evitar consecuencias nefastas.

Una posible solución sería la implementación de leyes que prioricen la seguridad de las mujeres e impongan castigos más severos para los perpetradores de estos delitos. Los gobiernos deben incrementar las campañas de concientización pública; aumentar la financiación de las organizaciones de mujeres y crear más oportunidades para fomentar la independencia económica de las mujeres. Todos los funcionarios, incluido el personal médico y paramédico, deben estar mejor capacitados para ofrecer un apoyo adecuado. La violencia es una opción y se puede prevenir. La prevención debe ser un esfuerzo a largo plazo.

Estos son tiempos difíciles para los Derechos de las Mujeres en todo el mundo, como lo demuestran los recientes acontecimientos en Irán. Pero también son una oportunidad de cambio y mejora. Una declaración en farsi –idioma persa, oficialmente hablado en Irán– que circuló ampliamente en las redes sociales dice: “de ahora en adelante, conocer Irán por sus mujeres, no por sus alfombras, azafrán y gatos”. Elahe Massumi, una cineasta iraní a la que se le prohibió regresar a su país, me dijo: “Si estuviera en Irán, iría a las calles y me uniría a esas mujeres que mueren por la libertad. Estoy orgullosa de esas mujeres y orgullosa de ser iraní”. Al atacar brutalmente a las mujeres y llevar a cabo los actos de violencia más inhumanos, el régimen iraní puede haber provocado su propia ruina.

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