Esta semana el periodista peruano Gustavo Gorriti, de enorme prestigio en América Latina, refería una paradoja curiosa en El País de España, que podría dibujarse de la siguiente manera: periodista que investiga la corrupción casi siempre pierde el trabajo.
Gorriti lo escribió de esta manera: “Ninguna buena acción queda sin castigo’’. Y se apoya en casos concretos de la realidad periodística del continente: México, Brasil, Venezuela y Honduras. Cuatro trabajos provenientes de estos países fueron presentados en el Premio Latinoamericano de Periodismo de Investigación 2015, uno de los más importantes de su género en América Latina. Y fueron premiados y reconocidos.
El reportaje de México desarrolla una investigación sobre la casa presidencial mexicana, donde reside el presidente Enrique Peña Nieto. Una mansión de $ 7 millones que le regaló la principal contratista del estado, el grupo Higa. Consecuencias: Daniel Lizárraga y su equipo fueron despedidos. Incluida Carmen Aristegui.
El segundo premio fue para el trabajo de investigación venezolano, realizado por periodistas de Ultimas Noticias, en el momento en que esta empresa era vendida por sus propietarios históricos, la familia Capriles López, a un grupo cercano al gobierno que aún no muestra el verdadero rostro de los propietarios. Consecuencias: El equipo de investigación liderizado por Tamoa Calzadilla fue desmantelado.
Otro caso mencionado por Gorriti es el del brasileño Mauri König, quien denunció las relaciones del presidente paraguayo Horacio Cartes con el contrabando masivo de tabaco que se produce en sus fábricas en Paraguay. Consecuencia: König fue despedido del periódico Gazeta do Povo, de Curitiba.
El único caso en el que el final no es para lamentar ocurre en Honduras. El periodista Alex Flores investiga la corrupción en el sector de la salud de un país peligroso, con brotes de violencia irracional. Y no pierde el trabajo en el intento de desenmascarar a los corruptos de siempre.
En una columna reciente referí una buena noticia para el periodismo de investigación en América Latina. Se trata de la reciente iniciativa del CDDA, Centro para la Democracia y el Desarrollo en las Américas, en Washington. Allí se presentaron y se seguirán presentando reportes de las investigaciones que tejen el registro de la corrupción en el continente.
A la iniciativa del CDDA, se suman proyectos editoriales como el de Carlos Tablante y Marcos Tarre, que comenzaron con el primer informe sobre la corrupción, Estado delincuente, y ahora sacan el segundo, El gran saqueo. Aunque hubo intento de silenciarlos, han salido a buscar lectores y los han encontrado.
No menos importante es el trabajo de hormiga que hacen los periodistas que trabajan en portales como Armando Info, Ipys, El Estímulo, Runrunes, Efecto Cocuyo, Caraota digital, Contrapunto… Todos proyectos que buscan abrir un espacio de comunicación que los medios tradicionales cerraron, porque fueron comprados o porque tienen miedo de las represalias anunciadas.
Gustavo Gorriti tiene razón: las buenas acciones se pagan caras. Los periodistas conocen muy bien esa historia de frustraciones. Pero no podemos olvidar que las editoriales y los portales web han sabido recibir investigaciones que por espacio y contundencia de sus denuncias no encontraban otro lugar para respirar.
Así como todos los días se levanta un corrupto con buenas ideas para estafar al Estado en algún lugar del planeta, verdaderos periodistas son despedidos pero no se doblegan en el intento de desenmascarar al mayor poder criminal, ese que se mueve en las sombras, con ayuda de funcionarios que abren cuentas en paraísos fiscales con la vana ilusión de pasar agachados mientras resuelven su “merecido’’ fondo de retiro.