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Vallejo, inteligencia artificial y traducción

La base del aprendizaje profundo en la inteligencia artificial es (¿cómo podría serlo de otra forma?) la mímesis de la unidad fundacional de la cognición, es decir, la estructura de la neurona. En este sistema, se tiene un perceptón a modo de neurona, con sus dendritas para recibir datos, su núcleo para procesar (funciones lineales y no lineales) y la salida de información (output) del axón.

La Revista Temporales de la NYU, lanzó un reto inspirado en Juan Cárdenas por los cien años del Trilce de César Vallejo. Se trata de elegir un poema del libro, traducirlo diez veces en Google Translate y darle sentido (o bien una reescritura total) del resultado. Los poemas seleccionados aparecieron en su edición de octubre de este año.

Google Translate se basa en un tipo de inteligencia artificial de aprendizaje a través de red neuronal. Esto significa que cuando procesa un texto, no lo hace a través de las palabras aisladas. La forma rudimentaria de palabra a palabra puede funcionar entre ciertos idiomas con sintaxis coincidente y con frases sencillas, por ejemplo, El (The) cielo (sky) es (is) azul (blue), pero sería absolutamente incompetente en textos más complejos o extensos. Al tener un sistema que se basa en un aprendizaje complejo, es capaz de comparar textos, percibir patrones y descartar ciertos errores.

Aún así, su método sigue en procesos de mejora y no se ha llegado a una perfección. Es claro para quien lo haya utilizado que, incluso en un párrafo, puede encontrarse un par de errores que necesiten la intervención de inteligencia humana. Muchas empresas de traducción corporativa o técnica se apoyan en softwares, sin embargo, aún requieren la supervisión de un traductor o incluso lingüistas.

Cuando se habla de una traducción literaria, y sobre todo una poética, donde las implicaciones y el peso del lenguaje es mayor, es imposible recibir una traducción automática acertada. Esto es debido a la falta de autoconsciencia de la inteligencia artificial: se debe entender la sutileza de las variaciones semánticas, de la connotación y dejar de lado la rigidez de una base de datos de diccionario.

A modo de divertimento, elegí el poema VI de Trilce, aquel de la nostálgica ausencia de una lavandera de venas otilinas. La primera traducción fue Español-Inglés, donde ya se aprecia un cambio determinante. En el poema, con una sola conversión, el adjetivo turbio cambia por cloudy, lo que ya es una perdida. En un sentido técnico algo nebuloso puede ser turbio, en un sentido poético es un traspiés total.

Conforme continúo con las diez traducciones sucesivas, ocurren cambios probables: la palabra lavandera pasó, por supuesto, al neutro gramatical y, de repente, se convirtió en masculino en algún idioma. Luego ocurren, con las excesivas deformaciones, cambios caóticos: la palabra lavandera, o algún equivalente, desaparece por completo. No solo eso, en un error del traductor, unas frases de latín dejan de traducirse. Aún más sorprendente: empiezan a surgir nombres, con sus respectivas mayúsculas de sustantivo propio.

En la traducción Somalí-Pastún se da un importante cambio en la puntuación y es, de nuevo, una pérdida absoluta del esqueleto del poema. Adaptando una frase de Winston Churchill a las circunstancias: en la guerra se muere una vez, en la traducción muchísimas. La bitácora de los cambios completa es la siguiente:

Español-Inglés

Inglés-Noruego

Noruego-Somalí

Somalí-Pastún

Pastún-Latín

Latín-Albanés

Albanés-Nepalí

Nepalí-Persa

Persa-Italiano

Italiano-Español

A pesar de las modificaciones irreparables, algunos elementos se han salvaguardado del naufragio babélico. Los dos puntos del segundo verso se mantienen a flote, aunque sea en el primer verso. La palabra falsilla se mantuvo intacta como fósil. A continuación, el resultado:

El potencial de Haec incluye:

Waman Medi Sandhisi Utilín,

Rwan Kalwawegisa, no me importa

No mucho en EO

Vestido negro oscuro.

 

Ya nadie va a Khiva

In mea falsilla encañona

Lona fina y cualquier color

No me cuesta mucho.

haec omnia no es mio

para mi hadiz

Curada por Wagesa Brown.

 

Si hubiera sabido que venía;

Y ahora Grand Laha Vuksha va a la fe del regalo.

Me quiero a mi misma.

El traje probablemente inmaterial y quizás un alma metafórica se ha transmutado a uno de lona. La lavandera, ahora sí, se ha marchado en un eclipse total. Los veintidós versos ahora son quince. Talaron el capulí. Desconozco el significado de EO o cómo se coló el islámico hadiz. El poema podría decirse tiene ahora un alma dadaísta, pero no sería acertado. No tiene alma, es una escritura automática de errores tristes.

Continúo la segunda parte del reto, que es darle sentido. Siguiendo ciertas normas de composición, pienso que el contenido de un posible poema sería lo nominativo, es decir, enlistar un desordenado catálogo de estudio de personajes a modo, casi, de mapamundi. Las frases quebradas las pareo con los nombres falsos.

El potencial del lenguaje

abarca lo desconocido porque lo

que no se nombra puede

(eso es la fuerza potencial como

en la cima dialéctica de una montaña

rusa, justo antes de la caída)

nombrarse mañana o pasadomañana.

Sin embargo, los Nombres Propios encierran

sus misterios recelosos, el enigma bautismal,

¿qué sabemos de Waman Medi, Sandhisi, Utilín,

o Rwan Kalwawegisa? Tan poco, en realidad,

como de Napoleón o Sócrates.

Un vestido negro oscuro, un oscuro sideral,

nos puede revelar más de quien lo porta que

su Nombre Propio, que los apellidos de linaje

hasta trece generaciones atrás, de linajes que

se enraízan en tiempo bíblicos y profetas también

bautizados con Nombre Propios en ríos desecados.

Waman Medi suspira y dice, Ya nadie va a Jiva,

bus abarrotado entre trigales perfumados

de pesticidas y gasolineras. Su nostalgia nos dice

más que su nombre.

Utilín, apodo de sacerdote rural, entona

un in mea en vez de mea culpa, hiperactivo,

su lapsus, la capilla agreste y olivares. Lona fina.

A mí me curó Wagesa Brown, dicen en el cajero

automático, una gruesa afrodescendiente con

sus títulos médicos en la pared, olor ascéptico

a los algodones empapados en alcohol y clamor.

Si hubiera sabido que venía… No termina la frase

Rwan Kalwawegisa, se reverencia, ofrece un pan

sin levadura que se infló con el vapor.

En una esquina platinada de tan nórdica que es,

Laha Vuksha tienen tanta fe en el regalo que compró (cartón redondo

con nombre de marca en cursiva), tan satisfecha que se dice,

Me quiero a mi misma.

Mi exceso prosaico de explicación (o bien justificación) para aglomerar los fragmentos con sentido acaba ampliando el poema a cuarenta versos repartidos en seis estrofas. Quizás el más curioso, entre todos los cambios radicales, sea ese último verso que mantuve intacto en mi reescritura y nada más lo contextualicé. El significado del lamento platónico de Vallejo cambia por completo (no solo, por supuesto, por ser en femenino) y se vuelca hacia un grito hedonista.

 

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