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Azucena Mecalco
Azucena Mecalco - ViceVersa Magazine

Es válido derramar sangre… siempre que sea verde

“La torpeza nunca es muda o ciega. De modo que el problema ya no es que las personas se expresen, sino de conseguirles vacíos de soledad y de silencio a partir de los cuales tengan por fin algo que decir”: esta es una cita de Gilles Deleuze, utilizada por el escritor, editor y director de cine Jean-Louis Comolli en: Filmar para ver, libro en el que aborda al cine desde su particular perspectiva, como una quimera que se diluye frente a las nuevas posiciones de la industria, y que cuenta con diversas posturas en la lucha eterna entre el cine y el espectáculo. De acuerdo con el teórico, el cine se enfrenta a dos visiones distintas, aquellas que buscan un público pensante y las que pretenden que el espectador se vuelva un ente pasivo.

Hoy más que nunca las teorías de Comolli cobran vigencia, aunque lo más correcto sería decir que nunca la perdieron. Con el reciente estreno de películas como Thor: Ragnarok (Taika Waititi, 2017) y Justice league (Joss Whedon/Zack Snyder, 2017), que han encabezado las taquillas a nivel mundial en las últimas semanas, cada vez se vuelve más importante pensar qué camino está tomando la cinematografía. Es cierto que el cine es industria y como tal debe generar ganancias, preferentemente inmensas ganancias; sin embargo no debería estar ese ideal peleado con el de ofrecer al público productos de calidad tanto técnica como argumentalmente.

Por desgracia los dos títulos mencionados, y muchos otros del mismo estilo en los últimos años, carecen por completo de esas características, y se contentan con ofrecerle al público un despliegue multicolor en pantalla, aderezado con pésimos chistes en medio de una atmósfera tan artificial y absurda que ni Carroll Lewis se hubiese atrevido a incluirla en la descripción de un mundo en el que todo es como no debería ser. Pero no sólo los efectos especiales son poco creíbles, los diálogos y la construcción de personajes obedece por completo a una fórmula hecha para complacer al público infantil, entendido éste como poco exigente o poco pensante. Porque, ¿qué niño pensaría que uno puede golpear, disparar, arrollar o caer desde un avión sin derramar una gota de sangre?, ¿acaso se piensa que si la sangre es verde es válido derramarla?

Por su parte Justice league, demostró de forma palpable cómo la industria pasa por encima de las ideas creativas de un director innovador para ajustarse al arbitrio comercial. Con las reformas hechas al trabajo de Zack Snyder, quien tuvo que abandonar la producción antes de concluir, se perdió por completo la labor en la que el director había trabajado desde el estreno de Watchmen (2009) y cuya evolución podía apreciarse en The man of Steel (2013) y Batman VS Superman (2016); todas ellas películas en las que los súper héroes dejaban de ser solamente ese producto privilegiado encargado de aliviar y someter a las masas con su irreal perfección, y sus características de dadores de justicia ya tratadas por Umberto Eco en El súper hombre de masas, y se transformaban en seres humanos reales que debía enfrentar las consecuencias de sus acciones.

Sin intentar satanizar a las nuevas mega producciones de Marvel y DC, auspiciadas por las distintas compañías productoras cinematográficas, sería necesario analizar cómo el hecho de no mostrar la sangre cuando es obvio que se encuentre ahí resulta mucho más propicio para la naturalización de la violencia que el hecho de mostrarla. Y cómo en pos de continuar manteniendo las películas dentro de la clasificación «A», que implica un público mayor/ consumidor, comienza a desdibujarse peligrosamente la línea entre lo correcto e incorrecto, pues al parecer ello no existe en dichas cintas siempre que se esté de lado de la «justicia».

Tristemente las producciones dicen más de nosotros, como público que las consume, que de la historia diégetica de la cinta porque como bien expresó Comolli en Cine e ideología, debate acerca de la historia de la reflexión del cine (1971) lo interesante «es la historia de la técnica cinematográfica como reveladora de relaciones de fuerza, y lo que está en juego en las búsquedas de sentido y sus relaciones con el mundo».

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