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Vacaciones 4T

Nadie tiene dinero. Todo el mundo está endeudado. Y justo cuando llegan las vacaciones, no hay quien no tenga una o dos tarjetas de crédito bloqueadas, la única liberada es de débito pero tiene tan poco dinero, que ni siquiera alcanzó para unos modestos cursos de verano. En esas condiciones, ¿cómo pasar las vacaciones en una ciudad como la de México, con niños de 8 y adolescentes de 15 años, hartos de su realidad, la de sus padres y la peor de todas, de sus abuelos? «¿Por qué no van al Club?». «Ay, no, ¡qué aburrido! Además, la última vez que fuimos no nos dejaron pasar porque mi papá no ha pagado la mensualidad hace tres meses». «¿Y el cine?». «Ya vimos todas las películas». «¿Y si fuéramos al Museo del Papalote?». «Hemos ido mil veces…». «¿Qué les parece si vamos al Museo Jumex a la exposición de Duchamp?». «Ay, no, qué hueva…». «¿Por qué no vamos al Museo de Cera?». «La última vez que fuimos tuve pesadillas por culpa de los monigotes de Salinas y Fox». «¿Y si me acompañan al súper? ¿Qué les parece ir a la Casa Azul donde vivió Frida Kahlo? Si quieren los llevo a andar en bici en la tercera Sección de Chapultepec ¿y después vamos a visitar las habitaciones de Carlota y Maximiliano? ¿Qué tal si visitamos Los Pinos y recorremos las casas donde vivieron los ex presidentes neoliberales? ¿Y si hacemos palomitas y vemos una serie que ustedes escojan en la tele, siempre y cuando no sea pornográfica?» (Silencio…).

Apenas el año pasado, estos niños y adolescentes solían salir de vacaciones con sus papás, tíos y primos. Iban a Valle o a Tepoz a casas rentadas o prestadas por amigos, o bien, se organizaban entre ellos para pagar entre todos un condominio en Acapulco. Por una u otra razón, este año a muchas de estas familias de clase media ya no les alcanza para salir de vacaciones. Es cierto que existen paquetes más económicos con boleto de avión incluido, pero si se toman en cuenta los gastos extras: casetas, gasolina, comidas en restaurantes, idas al súper, aperitivos en la playa, alquiler de un parapente o lancha, etcétera, etcétera, ya no alcanza. Hay que decir que además de la falta de recursos para pasar unas vacaciones sin lujos, tengo la impresión que, nunca como ahora, muchos padres de familia padecen falta de ganas, de ánimo, de voluntad, de energía, de creatividad y de esperanzas. Se diría que algunos andan arrastrando la cobija. Escuchemos a dos papás, uno de ellos está desempleado y el otro, muy empobrecido por los recortes. Ambos padecen una nueva enfermedad conocida como incertidumbritis aguda de la 4T, la cual consiste en una permanente angustia que se va desarrollando con más intensidad a medida que se van acercando las vacaciones.

1. Últimamente, no duermo bien. Durante la noche, me despierto de tres a cuatro veces, momentos en que me tomo la presión la cual sube y baja constantemente. Podría aprovechar para tomar unas vacaciones largas, pero aparte de que no tengo dinero, creo que no es momento. Estoy esperando unas llamadas telefónicas de amigos que me están ayudando a encontrar algo. Ya vendí mi Rolex a mi cuñado, pero con ese dinero pagué mis deudas de la tarjeta. Mi suegra nos invitó a pasar unos días a Cuernavaca, pero no soporto sus preguntas siempre inoportunas: «¿Ya te dijeron por qué te corrieron? ¿Y no te dieron nada de indemnización? ¿Podrías colaborar con algo para el súper? Es que mis nietos comen como pelones de hospicio».

2. ¿Salir de vacaciones ahorita como están las cosas? ¡Ni loco! Para distraerme y no tirarme por la ventana, y aunque soy abogado de profesión, prefiero quedarme en la casa y seguir estudiando la Constitución, porque ahora sí no entiendo ni madres. Yo no sé qué les pasa a los niños de ahora, a pesar de que cada uno tiene su tablet, su celular y su tele en el cuarto, dicen que están aburridos. La más frustrada de la familia es mi esposa, hasta la fecha me sigue reprochando que hubiéramos vendido el departamento de Miami en 1982. ¡Cuántas veces le he explicado que se tiene que cambiar el chip, que hoy es otro México y que se olvide de las vacaciones por lo menos a lo largo de seis años! ¿Y si no son 6? Me echo por la ventana…

A pesar de este triste panorama, les deseo, queridos lectores: ¡ánimo y muy felices vacaciones!

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