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Adrian Ferrero

Ursula K. Le Guin: la imaginación salvaje

Ursula K. Le Guin (EE.UU., 1929-2018) fue una autora estadounidense conocida sobre todo por sus obras fantásticas y, en especial, por las de ficción especulativa. Muchas de ellas ambientadas en el universo ficcional de Terramar. También la serie de ciencia ficción en Ekumen. Y fue una amiga de América Latina, en especial de Argentina. Como veremos, lo demostró con hechos.

Publicó su primera obra en 1959 y su carrera literaria duró 60 años. Como puede apreciarse, una dilatada trayectoria que indudablemente le debe haber permitido reformular puntos de vista en torno de poética e ideología literaria. Refinar su prosa, complejizar su urdimbre literaria, dejar que sus ficciones fueran atravesadas por las poéticas que iba descubriendo en sus lecturas, por los experimentos que conocía, por los que ella misma como una hacedora oficiaba, enriquecida por sus estudios en los que profundizaba, primero académicos, luego como autodidacta.

Con más de 20 novelas y alrededor de 100 relatos publicados, además de poesía, ensayo, crítica literaria, literatura infantil, traducciones del español y del chino al inglés, su actividad fue incansable. Mantuvo una relación intensa, como dije, con América Latina, especialmente con Argentina, traduciendo la novela épica en episodios Kalpa Imperial (1983/1984) de Angélica Gorodischer (Buenos Aires, 1928, radicada en Rosario) en 2006, de la que afirmó que “contenía un talante visionario excepcional”, sobre un imperio que nace y se derrumba, plagado de traiciones y conspiraciones, escrita al calor de la última dictadura militar argentina. Cierta vez Gorodischer me confesó que pensaba que la traducción de Le Guin le parecía mejor que el original. Con la también argentina Diana Bellessi (Zavala, Provincia de Santa Fe, 1946), una poeta, ensayista y traductora de excepcional jerarquía, compusieron un libro a dos voces en el que editaron poemas de ambas traduciéndose recíprocamente, titulado The Twins, The Dream, o Gemelas del sueño (1998), en traducción al español, si bien el libro es bilingüe. Ambos libros tengo y ambos leí. Son magníficos. Piezas antológicas. También tradujo una antología de poemas de la chilena Gabriela Mistral, bajo el título de Selected Poemas by Gabriela Mistral. Por su simpatía y curiosidad hacia el taoísmo realizó una traducción directa del chino del Tao Te King de Lao Tze. Nos encontramos entonces frente a una autora que busca el diálogo intercultural, que está atenta a nutrirse de raíces filosóficas y corrientes de pensamiento especulativo también de Oriente distante (bajo sus fuentes directas, en sus lenguas nativas, lo que no resulta frecuente), de distintas disciplinas pero, sobre todo, por lo visto con la intención desprejuiciada de afianzar un pensamiento auténticamente propio que persigue la síntesis, alimenta de vertientes diversas, pero al mismo tiempo va en progresión. No se detiene. Cuando ingresa en el universo de las literaturas o los saberes, lo hace de primera mano. Traduciendo o leyendo sin mediaciones. Esto es: poniéndose en contacto con la voz viva de sus protagonistas y eruditos, además de seguramente consultar bibliografías de estudio sobre ellos. Imagino su casa plagada de diccionarios y enciclopedias.

Fue de una trayectoria impecable, coherente e indiscutible. Devino lo que mereció ser: un clásico contemporáneo.

Le Guin tras obtener un Master en Francés, inició sus estudios de doctorado, pero los abandonó tras su matrimonio en 1953 con el historiador Charles Le Guin. Comenzó a escribir a tiempo completo a finales de los años 1950 y alcanzó un gran éxito comercial y de crítica con Un mago de Terramar y La mano izquierda de la oscuridad (1969). El terminante crítico Harold Bloom, autor de El canon occidental, las describió como “dos obras maestras”. Con La mano izquierda de la oscuridad obtuvo el premio Hugo y el Premio Nébula a la mejor novela. Fue la primera mujer en recibir ese galardón. En este, y en otros tantos campos y capítulos culturales de EE.UU., sería una pionera.

La antropología cultural, el taoísmo, el feminismo y los escritos de Carl Jung fueron importantes aportes para su concepción ideológica de la ficción y de sus escritos en general. Sumaría a ello en el campo de la ficción, teorías políticas vinculadas al anarquismo. A menudo subvirtió algunos clichés típicos de la ficción especulativa, como la utilización de protagonistas de piel oscura en Terramar, y asimismo empleó recursos estilísticos o estructurales poco habituales en algunos de sus libros, como la obra experimental El eterno regreso a casa (1985). Los temas sociales y políticos, tales como el género, la sexualidad, la edad avanzada, fueron zonas sémicas que su poética abordó sin concesiones pero también con profundidad psicológica. Y siempre a través de tramas bien urdidas, no de una literatura de tesis procurando demostrar verdades para llegar en cambio a fórmulas previsibles. Exploró formas políticas alternativas, como es posible constatar en su novela Los desposeídos. Y elaboró críticas a sistemas políticos existentes como un modo de contestación cultural.

Su poética tuvo una enorme influencia en el campo de la ficción especulativa y ha sido objeto de una gran atención por parte de la crítica literaria, en especial la académica. Recibió numerosos premios y reconocimientos. Resulta abrumador realizar un inventario incluso somero de todas las distinciones con las que se vio afortunadamente reconocida. Entre sus premios se encuentran ocho Premios Hugo, seis Nébula y veintidós Locus. En 2003 se convirtió en la segunda mujer honrada como Gran Maestra por la Asociación de escritores de ciencia ficción y fantasía de EE.UU. La Biblioteca del Congreso de los EE.UU.  la nombró “Leyenda viva” en el año 2000, en 2014 recibió la Medalla por Contribución Distinguida a las Letras Estadounidenses. En 2017 fue nombrada miembro de la Academia Estadounidense de las Artes y las Letras

En lo relativo a su biografía, podemos señalar algunos hitos en relación a su vida familiar y de estudios. Su padre, Alfred Louis Kroeber era antropólogo en la Universidad de California, Berkeley. Y su madre tenía una Licenciatura en Psicología. Tuvo tres hermanos mayores, uno de los cuales fue un experto en literatura. Seguramente ha de haber sido un interlocutor interesante para Ursula K. Le Guin, con quien debatir, entre otros muchos temas, sus propios proyectos. Y recibir una apreciación técnica en torno de su poética. ​

Entre sus lecturas estaban la ciencia ficción y la fantasía. Le gustaban los mitos y leyendas, en particular los de la mitología nórdica y las leyendas de los nativos americanos. Sus autores favoritos fueron Lord Dunsany y Lewis Padgett. Desarrolló un interés precoz por la escritura, y escribió un cuento a los nueve años y a los once se atrevió a enviar otro a una revista de ciencia ficción en la que no salió ganadora. Este episodio la desalentó. Pero ese desaliento, ya vemos, duró poco. Funcionó como un estallido que tendría repercusiones planetarias. ​

Cursó estudios de secundaria en la Berkeley High School. ​ De niña se interesó por la poesía y la biología, pero se vio limitada en su elección de carrera por sus dificultades con las matemáticas, tal como les sucediera a Kafka y a Borges, si bien las matemáticas en la obra de Borges serían fundamentales. Y en las de Kafka la noción de infinito e infinitud también lo son, entre otros conceptos ligados a lo mensurable de la existencia o bien del mundo. Se Licenció en literatura francesa e italiana del Renacimiento en el Radcliff College de Cambridge (Massachusetts) en 1951. Cursó sus citados estudios de posgrado con un Master en Francés en 1952 en Columbia University, una de las más prestigiosas de Nueva York. Entre los escritores estadounidenses de generaciones posteriores estudiaron allí Louis Glück, Paul Auster y Siri Hustvedt. Entre los argentinos, haría allí su doctorado María Negroni, durante la primera etapa en que estuvo radicada en NY.

Tras ganar una beca para estudiar en París, conoció en el avión al que sería su esposo. Interrumpió entonces sus estudios de doctorado. Dictó clases de francés en tanto iban naciendo sus hijas. Luego del doctorado su marido obtuvo un puesto en Portland, EE.UU., motivo por el que se mudaron allí por el resto de sus vidas. En esa ciudad fue donde nació su último hijo. Obtuvo nuevas becas Fulbright, con las que viajó a Londres.

Impartió clases en la Universidad de Tulane, en Bennington College y en la Universidad de Standford. ​Como vemos, estamos frente a una mujer de formación sólida, diestra en idiomas, con un profundo conocimiento de la cultura literaria europea, pero también planetaria. Y también de formación académica. Le Guin valoró toda experiencia estética de jerarquía del mundo entero. Y con ella su poética entabló un coloquio fecundo. Ello le abrió un panorama sin precedentes a su ficción, poniendo el foco en perspectivas que desde culturas tan dispares le aportaron estímulos además de recursos y de abrirle senderos insospechados a su producción literaria en torno de distintos núcleos sémicos, en especial en zonas originalísimas que ella misma inauguraba en su exploración de la mano, muchas veces, de la exploración tanto temática como formal.

La carrera de Le Guin como escritora profesional abarcó desde 1959 hasta 2018. Escribió además de sus libros de narrativa, más de una docena de volúmenes de poesía, cinco traducciones y trece libros para niños. ​Su primera novela publicada fue El mundo de Rocannon (1966). Otras dos novelas de Ekumen se editaron, Planeta del exilio (1966) y La ciudad de las ilusiones (1967).

Sus dos siguientes libros le supusieron un repentino y generalizado reconocimiento por parte de la crítica. Como queda dicho, Un mago de Terramar (1968), es una novela del género fantástico escrita inicialmente para adolescentes. ​La autora no tenía previsto escribir para jóvenes, pero lo hizo por expreso pedido de un editor al cual ella terminó por dar su consentimiento. ​Su siguiente novela, La mano izquierda de la oscuridad (1969), era una historia del ciclo de Hainish que exploraba temas de género y sexualidad en un planeta ficticio donde los habitantes alternan su sexualidad, mutan de género, de forma periódica. El libro fue el primero de la autora en abordar temas feministas. En 1973 volvió a ganar el premio Hugo, esta vez en la categoría de novela corta con El nombre del mundo es bosque, obra influenciada por el rechazo de la autora a la Guerra de Vietnam, novela con la que exploraba temas del colonialismo y el militarismo. Como vemos, las circunstancias contextuales del su país (socioculturales y políticas) y del mundo afectaban a su ficción, que no permaneció ajena a la conflictividad de lo real. Y en todo momento tomó partido.​

Continuó profundizando en los temas del equilibrio y la madurez en las dos siguientes entregas de la serie Terramar, Las tumbas de Atuan (1971) y La costa más lejana (1972). Su novela Los desposeídos (1974) volvió a ganar los premios Hugo y Nébula a la mejor novela, convirtiéndose en la primera persona en ganar ambos premios por dos de sus libros. También ambientada en el universo Hainish, la historia estudiaba el anarquismo y la utopía. Llama poderosamente la atención el prodigio que reviste en una persona la capacidad magnífica de crear universos alternativos o, simplemente, de crear universos. Aunque sepamos que se trata de utopías o distopías imaginarias, literarias, poéticas.​ Uno puede pensar en J. R. R. Tolkien, por citar un caso célebre. Pero su relación vendría por el lado de la fantasía épica, que no era precisamente la vertiente que cultivó Le Guin, más ceñida a la ciencia ficción metafísica.

En la segunda mitad de la década de 1970 publicó trabajos de diferente índole, además de obras de ficción especulativa como la novela El ojo de la garza (1978) que, según la propia autora, puede formar parte del universo Hainish. ​ En 1976 publicó una novela realista para adolescentes,​ así como la colección Países imaginarios (1976) y la novela Malafrena (1979). En 1975 un volumen de poesía, Ángeles salvajes y en 1979 una colección de ensayos. Entre 1979 y 1994 se consagró a la producción literaria de literatura infantil ilustrada, entre ellos la serie Los alagatos  (a la que me referiré más adelante) y El lugar del comienzo, una novela fantástica para adolescentes, publicada en 1980. Durante ese período también se publicaron cuatro colecciones más de poesía, todas ellas con una calurosa bienvenida. Y aquí llega, de paso, el otro punto del que sí quisiera tomar nota: su plasticidad para interpelar distintos públicos. Desde lectores muy pequeños hasta adultos de todas las edades. Con lo que ello supone de destreza en la construcción de la mediación entre fábula y discurso. La fábula podríamos decir que no era necesario que cambiara. Pero sí el modo de referirla, los modos según los cuales la volvía accesible a públicos tan dispares. Y en etapas madurativas tan distintas.

Tras un largo paréntesis retomó el ciclo de Hainish en los años 1990 publicando una serie de relatos cortos, entre otros uno en particular que abordaba el tema del paso a la edad adulta y estaba ambientado en el mismo planeta que La mano izquierda de la oscuridad. ​Esta sería uno de los leitmotivs de su producción y cabría reflexionar sobre qué habría en ella que encontrara susceptible de ser narrada o bien ameritara una meditación mediante narraciones en torno de este núcleo sémico. El paso del tiempo, el deterioro, la dependencia, la insania, el confinamiento, la decadencia en la especie humana…Todas eran preocupaciones que la mantenían alerta. El ser humano padeciendo el devastador efecto del tiempo sobre su cuerpo y su mente. Un efecto deteriorante que le resultaba evidentemente difícil de metabolizar.

A partir de 2002 se publicaron varias colecciones y antologías de su obra. A continuación, cosa curiosa, publicó la novela Lavinia, basada en un personaje de la Eneida de Virgilio, trazando un intertexto explícito con la antigüedad clásica latina que venía a dibujar, frente a sus argumentos futuristas, una mirada hacia el pasado, retrospectiva, que hacía contrapunto con la que la había ocupado hasta el momento, por el contario, toda su vasta producción concentrada en una temporalidad que avanzaba. Esta excepción orientada hacia el pasado depara un universo de ideas en torno del cual Le Guin estaba interesada en investigar la temporalidad en estrecha relación con la creación literaria y de allí con la edad humana hacia todas las direcciones, en un movimiento progresivo/regresivo. En sus últimos años se centró más en la no ficción y publicó varios ensayos, poemas y algunas traducciones a las cuales ya hice referencia.

En un discurso pronunciado durante el Premio Nacional del Libro en 2014 Le Guin criticó a Amazon por el control que ejercía sobre la industria editorial, refiriéndose a un caso puntual de control editorial.​ Con frecuencia sus arremetidas también contra instituciones por actos que consideró ilegítimos o fuera de lugar la hicieron retirarse o renunciar a puestos de los que en espacios institucionales otros hubieran hecho lo imposible por preservar: ella era una mujer de principios. No estaba dispuesta a aceptar lo inaceptable a costa de un premio. Recordemos su pacifismo, su feminismo y su inclinación por el anarquismo como fuentes de un triángulo innegociable para comprender su pensamiento intransigente con las veleidades o la adulación de lo mundano. Más bien se inclinó por lo inconformista. Y esa fue una posición que mantuvo a lo largo de toda su vida con coherencia.

Si bien, como dije, en un comienzo, leía ficción especulativa, más adelante afirmó que la ciencia ficción no había tenido mucho impacto en ella hasta que leyó las obras de Theodore Sturgeon, Cordwainer Smith y Philip Dick. También se reconocía en autores como Virginia Woolf y Jorge Luis Borges. De niña, ni bien aprendió a leer se sumergió en Alicia en el país de las maravillas y en Rudyard Kipling. Amaba profundamente su obra El libro de la selva. La antropología cultural, fue una de las corrientes más vigorosas dentro de sus influencias. De Carl Jung le interesó su teoría de los arquetipos.

Aunque se le conoce sobre todo por sus obras de ficción especulativa, también escribió ficción realista. Es una autora que ha transitado por tantos senderos creativos (afortunadamente) que sus recorridos son plurales. Su producción fue demasiado completa e investigó y desarrolló su escritura por múltiples senderos. Su poética reconoce numerosas líneas de trabajo, retoma varios registros y explora territorios que a simple vista parecerían dispersos o irreconciliables. Sus gestos críticos, antiimperialistas, antidictatoriales y también su posición intransigente frente a la defensa de los derechos de autor y del libro la volvieron una personalidad radical de la cultura estadounidense, además de seguramente incómoda para los intereses creados. Pero siempre mantuvo una personalidad moderada y de perfil bajo.

Algunas de sus obras tienen como premisa la sociología, la psicología o la filosofía. ​​ Es por eso que su poética suele ser descripta como “ciencia ficción blanda”. Sin embargo, ella retrucó diciendo con la afirmación de que el término “ciencia ficción blanda” era divisionista, e implicaba una interpretación estrecha de lo que constituye una ciencia ficción legítima. ​Por otra parte, el la connotación de “ciencia ficción blanda” suena peyorativa frente a otra que, a mi juicio, menos profunda, se aboca a descubrimientos tecnológicos y progresos que no siempre guardan la misma radicalidad que las problemáticas en lo referido a la vida subjetiva de las comunidades. Y que por añadidura permiten, especularmente, un pensamiento sobre ellas a fondo. Mucho más que los avances tecnológicos o de la ciencia. Así sean de un nivel imaginativo de naturaleza superlativa. La así llamada “ciencia ficción blanda” en un punto radicalizaba las búsquedas que Le Guin se proponía porque daba un paso más allá que los progresos tecnológicos. De modo estudioso estaba atenta a la consciencia y el conocimiento de la condición humana.

Afirmó que la fantasía era el medio más adecuado para describir procesos madurativos según la índole en que la edad debe ser asumida, en especial la adultez o madurez, porque explorar el inconsciente era difícil utilizando el lenguaje de la radcioal. Nos encontramos frente a una subjetividad que tiene en alta estima a la imaginación y a la fantasía como formas de procesar acontecimientos psíquicos y sociales. Esto quedó en claro de entrada con Le Guin. Fue una de sus premisas en torno de la construcción de un humanismo que emanó con claridad meridiana de su poética. Y que de algún modo guió toda su poética como una divisa. La imaginación crítica y la imaginación creativa y recreativa en torno de ideales permitía pensar el universo en términos de ese mismo horizonte de principios y posibilidades proyectivas.

Me gustaría regresar a lo que mencioné: los sistemas sociales y políticos alternativos son un tema recurrente en sus obras. Sobre esta temática la crítica ha prestado especial atención a Los desposeídos y El eterno regreso a casa, ​aunque la autora explora estos temas en otras obras. En  Los desposeídos es una novela anarquista utópica que, según la propia autora, se inspiró en anarquistas pacifistas. El nombre del mundo es bosque aborda la forma en que la estructura de la sociedad afecta al medio ambiente natural; en la novela los nativos del planeta de Athshe han adaptado su forma de vida a la ecología del planeta. ​ Describe otras estructuras sociales en obras como el conjunto de relatos Cuatro caminos hacia el perdón ​(1995).

De su serie de relatos infantiles, destacan los Alagatos. Me referiré brevemente a uno de sus libros para dar al lector una idea al menos somera de su poética infantil. En efecto, una vez encontrado este libro, Alagatos (1988), uno se lleva grandes sorpresas. No solamente por la ductilidad con que la autora interpela de modo inteligente y sensible al público infantil, sino también porque resulta asombroso cómo sus habituales argumentos fantásticos también pueden ser transpuestos al público más pequeño sin traicionar su vocación de buena literatura. Ni tampoco renunciar de argumento fantástico. En este caso, cuatro cachorros de gato nacen con alas y son obligados por su madre a emanciparse (tiene otros planes). Así, “echarán a volar mundo” sobre tejados y fábricas hasta llegar a un bosque. Aprenderán nuevas formas de sobrevivir, de alimentarse, de defenderse de los depredadores, hasta encontrarse con los seres a quienes ellos llaman “Manos”: los humanos (especie con la que no han tenido buenas experiencias). Los hermanitos Susana y Javier, los descubrirán y los alimentarán. Les conseguirán cobijo sin el menor asomo de tenerlos en cautiverio ni domesticarlos. Entre la aceptación de la alteridad como inspiradora de amparo y no de repulsión, dominación o agresión estos Alagatos llegan a esas Manos como un destino, no para convertirse en domésticas mascotas sino para devenir seres definitivamente libres.

Ursula K. Le Guin murió el 22 de enero de 2018 en su casa de Portland, a la edad de 88 años. Deja un legado descomunal, restituyendo jerarquía a géneros habitualmente degradados por la institución académica o explotados por la industria cultural y que en la crítica especializada son desdibujados. Le Guin vino a confirmar la de los que ya la tenían. En la economía de la representación literaria desestabilizó roles de géneros, identidades fijas, invirtió las preestablecidas. Concibió universos que reflejaron como espejos deformantes lo que este podría ser o estaba siendo sin que nos diéramos cuenta. Innovó en territorios por los que nadie había transitado previamente con un nivel de profundidad y originalidad excepcionales Fue, en dos palabras, ferozmente imaginativa.

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