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Cesar Chelala

Soy uno de sus «hombres malos», señor Trump

Un tema recurrente en los argumentos del Sr. Trump contra los inmigrantes ilegales es, y lo dijo repetidamente, «tenemos aquí a algunos hombres malos», en clara referencia a los latinos que vienen a los Estados Unidos. Como explicó Van Jones, un comentarista de la CNN: «La única vez que este hombre ha usado el español en toda la elección fue para estereotipar y manchar a los inmigrantes latinos.» Yo soy uno de esos tantos inmigrantes latinos, Señor Trump.

Nací al sur de la frontera de los Estados Unidos, en Tucumán, una ciudad en el norte de Argentina, para ser más preciso. Mi padre, una persona muy culta, era también el peor comerciante que conocí jamás. Debido a algunas malas decisiones financieras -para las cuales él no tomó ninguna ventaja fiscal- tuvimos una educación modesta.

Sin embargo, pude obtener mi grado de médico y más tarde, en Buenos Aires, mi doctorado en bioquímica. En Buenos Aires, realicé investigaciones en el Instituto de Investigaciones «Fundación Campomar», cuyo director fue el Dr. Luis F. Leloir, Premio Nobel de Química en 1971.

Después de cinco años de investigación en bioquímica, quise explorar las fascinantes posibilidades de la investigación en genética microbiana, de la cual muy poco se hacía en Argentina en ese momento. Así que, junto con mi esposa y mi hija de un año, vine a los Estados Unidos en 1971, donde experimenté un tremendo shock cultural. Yo estaba haciendo un camino inverso al que tomó mi padre cuando emigró del Líbano a la Argentina y nunca perdió su amor por su país.

En los Estados Unidos, confronté una cultura muy diferente de aquella en que crecí, con un conjunto de valores diferentes. Además, mi conocimiento del inglés era mucho más precario de lo que pensaba en ese momento y encontré que la comunicación con mis colegas era extremadamente difícil, particularmente al principio.

La muerte de mi padre seis meses después de estar en Nueva York, un hecho ya doloroso en sí, lo fue aún más ya que por el tipo de visa que tenía en ese momento, no pude ir a la Argentina y unirme al duelo de mi familia.

A diferencia de usted, Señor Trump, que tuvo la suerte de tener un padre rico que le permitió heredar una suma sustancial de dinero, llegamos a Estados Unidos con sólo 500 dólares como capital total y dos piezas de equipaje. No teníamos amigos y lo único positivo era que el Dr. Paul Margolin, mi jefe en el Instituto de Investigación de Salud Pública, donde vine a trabajar, era un hombre de una bondad increíble.

Llevé a cabo investigaciones en genética microbiana durante varios años y luego cambié de orientación profesional y me convertí en consultor internacional de salud pública para varios organismos de las Naciones Unidas y otras organizaciones internacionales.

Fui capaz de hacer eso no solo por mérito personal, sin embargo. Pude hacerlo por la extraordinaria ayuda y los esfuerzos de mi esposa. Mientras trabajaba a tiempo completo para complementar mi beca de Argentina, mi esposa obtuvo una Maestría en Literatura Americana y más tarde un Doctorado en Lingüística en la Universidad de Nueva York.

Mi esposa no es, le puedo asegurar, una «mujer desagradable», Señor Trump. Aún así, si alguna vez la conociera, le aconsejo que no intente ningún truco con ella. Usted puede recibir la sorpresa de su vida.

Como puede ver, Señor Trump, soy uno de esos latinos que Ud. llama «hombres malos». Como millones más como yo, soy un inmigrante trabajador que buscó la tierra de la oportunidad en los Estados Unidos, algo que no existirá, Señor Trump, si continúa con sus políticas en contras de los inmigrantes a este país.

Su no amigo

César Chelala

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