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Eduardo Alfonso Pepper Silva

Una Tarde con Hemingway

He vuelto a Hemingway. Desde el día de ayer me he dedicado a releer algunos de los cuentos que más me han marcado: Los Asesinos, El Belicoso, Un Relato muy Breve y Gato Bajo la Lluvia. También me he encontrado con otros relatos que tal vez por lo amplio de la antología no me había percatado de leer, y es inevitable decir que si aquellos relatos con los cuales me inicié leyendo al maestro, me habían impactado, estos nuevos me han sacudido: Allá en Michigan y Carrera de Persecución.

Si la literatura en su reconstrucción metafórica del mundo y el hombre entrama una manera desgarrada de ver y sentir la existencia, son entonces estos cuentos de Hemingway un territorio que engloba de manera desesperada esa condición atroz que sólo la ficción puede develar. Personajes sin esperanzas, recluidos en el más cruel abandono de sí mismos, pesimistas, fracasados, glorias nacionales en la más profunda miseria y pobreza, locos atormentados, borrachos, drogadictos, y un sin fin de desposeídos en el más inextricable abismo de la derrota son los retratos que magistralmente Hemingway recrea, para mostrarnos que tan perdidos y solos estamos ante la violencia de la existencia.

De manera sobria, sin caer en melodramas burdos, carente de todo lujo, con silencios acompasados y una especie de resignación y aceptación del fracaso, el discurso de Hemingway se eleva de manera contundente ante todo lo ornamental. Sus cuentos no buscan estremecer y deslumbrar al lector con giros sintácticos, con frases prefabricadas, o con metáforas innovadoras, todo lo contrario: acorazado en un lenguaje limpio y translucido, con una mirada aguda e inquisidora, con un pulso de relojero y paciencia espartana, Hemingway nos apresa en una profunda crisis de lo humano. En esa supuesta limpidez de sus cuentos, en esa tentativa de creer que todo se dijo en la anécdota y que hay muy poco que buscar se esconde sigilosamente la fuerza brutal y abrasadora de sus relatos. De manera sutil, pero dura a la vez, como quien muestra un campamento después de una sangrienta batalla, Hemingway disecciona la realidad para adentrarnos en esos laberintos narrativos edificados desde una experiencia agónica y aterradora con lo real. Pequeños mundos convulsos que alguna vez tuvieron esperanzas y creyeron en la posibilidad del sosiego, se ven acechados y aprehendidos por la angustia de lo imposible, de ahí que sintamos en ciertos instantes un sentimiento parecido a lo inconcluso, a lo hueco, como si un voraz vacío recorriera cada instante del relato. Tal vez nazca de ahí esa extraña sensación  de lo inacabado que sugieren sus relatos, esa profunda idea de que toda desdicha es infinita y que la única posibilidad para un certero final no sea más que la resignación o la muerte.

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