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Una poética de lo inmediato: La enseñanza de la poesía (II)

El temprano despertar a la poesía

La poesía como recurso de desdoblamiento interior del hombre y ejercicio literario temprano; la poesía, ese ser vivo que deletrea a su autor y funde en un abrazo cósmico a todos los seres de la tierra, es algo a lo que se llega pronto en la vida: el lugar del hombre en el cosmos y su relación con otras creaturas que tanto inquietaba a Scheler; el misterio donde nace el sol cada mañana; las tonalidades del ocaso mientras oculta y desaparece la luz solar de nuestra vista; la noche inmensa que es nuestra cuando la vivenciamos con los ojos y el filtro de la propia percepción; la belleza salvaje de un bosque de pinos en los silencios del ojo y el olfato; la relación del hombre con los asuntos de la flor y, desde luego, todo el conjunto de sensaciones que vivimos en la edad de la inocencia brindan al niño, al púber, al adolescente y al joven el estímulo necesario para dar forma inicial a la voluntad de escribir.

El que escribe poesía unos años después de que adquirió uso de razón, lo hace porque hay en él dones y atributos de ser que lo trastocan en signo errante de la cultura: un alma sensible atravesada por los dictados y las urgencias del lenguaje, un conocimiento innato de las materias propias de la poesía y un inconsciente poético -común a todos los hombres- que en secreto esperan entrar al juego del encantamiento del mundo.

En esta primera etapa, que podría definirse como de autodescubrimiento y autoexploración del inconsciente poético, los pasos iniciales de la escritura están marcados por el sello de la inocencia (la no-ciencia), por lo que es creado a golpe de primera intención y por lo que sencillamente “nos nace” escribir, al margen de preceptivas literarias y de cualquier otra preocupación formal por la calidad, el estilo, la originalidad, el valor y la filiación estética de lo escrito. En este periodo inicial en la vida del que escribe, casi todo tiene el patrón de la escritura poética instintiva e intuitiva, dictada por los “pálpitos” del corazón y expresada en forma de tentativas, anticipos y vislumbres: ejercicios preparatorios sin los cuales no puede concebirse ni darse por hecho al futuro escritor. Esta es la etapa de cocción en solitario y de forja gradual del autor, en la que no intervienen la lección ni la enseñanza directa de nadie, sino sólo el grito nocturno de la sangre señalando a uno más de la estirpe de los elegidos.

Lo que sigue a la inquietud y a las tentativas iniciales de escribir poesía es, para el que escribe, una tarea doble: primero, de autoformación continua en lecturas necesarias e indispensables, en el proceso de escribir tomando riesgos, en la búsqueda persistente del “yo” interior que desea ser dicho, en experiencias de vida y en el diálogo fecundo con otros creadores; segundo, de formación intensa e integral en estudios formales, en círculos literarios, en talleres de poesía o narrativa y en lecturas críticas, en busca de una expresión y un estilo propios.

Si el poeta se propone como enigma a descifrar en el enredo del mundo; si es un ser sagrado a causa de los peligros que lo habitan; si es una “nada” que escribe “nadas” significativas en el enigma del universo; si es intermediario accidental entre los dioses y los hombres; si es un instrumento de la tentativa de llenar de plenitud el vacío que lo contiene y que expresa al propio universo; en suma, si es portador del fuego eterno en pos de hacer del mundo un todo iluminado, estas cuestiones las resolvió ya -aunque de modo provisional- la filosofía a partir de Platón, pasando por Aristóteles, Boecio, Homero, Virgilio, Kant, Novalis, Hegel, Hölderlin, Maritain y Heidegger, hasta llegar a la consideración de que el poema y el poeta son un eco sin fin del canto primordial que funda la armonía del cosmos.

Tener en cuenta que somos, poéticamente hablando, el eslabón de alquimia y sentido que alguien escribió en los códigos secretos de la sangre, para que en el fluir de la vida y el lenguaje fuese reescrito lo que en verdad somos, es tan importante como saber que la poesía es hambre de Absoluto, ambición de totalidad. Por esto, no debemos buscar la poesía en otra parte que no sea en todas partes.

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