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Una conversación que dure una vida

Para Silvano Roggero 

 

Elementos motivadores 

Estaba corrigiendo un artículo que mi buen amigo Silvano había traducido del italiano al español cuando topé con una frase que me impresionó: «Lo nuestro fue una charla que duró casi treinta años». De inmediato me detuve, absorto, y me interrogué: ¿Cuántos de nosotros tenemos este nivel de conversación? ¿Cuántos logramos mantener conversaciones que duren una vida? ¿Cómo se hace eso? Acto seguido, y aunque parezca descabellado, vino a mi mente Heidegger. 

Lo cierto del caso es que a diario mantenemos no sé cuántas conversaciones: con la dependiente de la panadería, con la cajera, con el joven del aseo urbano, con el vecino, con los familiares, pero ninguna dura treinta años. A los sumo conversamos durante treinta años con una misma persona —la esposa, los hijos, un amigo— de muchas cosas, pero ¿hablar toda la vida sobre un tema? Decir: «De las tantas cosas sobre las que a diario conversamos tú y yo, hablaremos el resto de nuestras vidas especialmente de una». Eso: mantener durante una vida un tema de conversación es, por decir lo menos, un modo especial de convivir con alguien. 

 

El arte de la Destruktion 

Los que hayan leído a Heidegger sabrán de inmediato a qué me refiero con este subtítulo. En Ser y tiempo (1927), el filósofo alemán habla de la Destruktion, que Jorge Rivera —traductor y editor de Heidegger al español— ha definido como «el trabajo de desmontar algo que ya está montado, para ir a los elementos fundamentales que lo constituyen».[1] En palabras del propio Heidegger: 

Si se quiere que la pregunta misma por el ser se haga transparente en su propia historia, será necesario alcanzar una fluidez de la tradición endurecida, y deshacerse de los encubrimientos producidos por ella. Esta tarea es lo que comprendemos como la destrucción, hecha al hilo de la pregunta por el ser [énfasis del texto original].[2] 

Lo que el filósofo planteaba por entonces era desnudar la metafísica de los trapos y tropos con que la tradición la había vestido para volver a la esencia de la misma. Pero ¿qué relación guarda eso con la frase traducida por mi amigo? Precisamente, una conversación que dure una vida debe ser necesariamente destructiva en términos heideggerianos. Me explico… 

Cuando se ha hallado un tema, el tema para conversar de por vida, lo que sigue es su Destruktion. No hay modo de ser trivial durante treinta o cuarenta años. Forzosamente, y en algún momento, comenzará a desnudarse el asunto de conversación, a perderse los «encubrimientos» que la «tradición endurecida» por el paso del tiempo le ha otorgado y entonces la charla se volverá esencial, de una puridad que solo se alcanza cuando hemos conseguido deconstruir un discurso. 

Ciertamente, el término con que el filósofo argelino Jacques Derrida traduce al francés el concepto heideggeriano Destruktion es más amable: déconstruction. Una conversación que dure una vida es una deconstrucción entre dosun desmantelamiento progresivo del discurso hasta dejarlo en su estructura, en su quintaesencia. 

Una de las razones por las que me fascina Derrida es porque plantea la imposibilidad textual, una imposibilidad que paradójicamente realizamos. En De la gramatología (1967), por ejemplo, afirma que «esta inflación del signo lenguaje es la inflación del signo mismo, la inflación absoluta» y, sin embargo, «funciona aún como signo».[3] Para Derrida, el lenguaje por naturaleza es equívoco, «afirmado sobre sí mismo, contenido y delimitado por el significado infinito que parecía excederlo».[4] 

Esta imposibilidad paradójica del lenguaje es la que exploran dos amigos que mantienen una conversación durante treinta años. No aquellos que conversan sobre casi cualquier cosa, sino los que tienen un tema de conversación por décadas. Como un par de espeleólogos, se internan en las profundidades del lenguaje para deconstruirlo. 

En este punto es necesario volver a Heidegger. Para deconstruir un discurso, el filósofo alemán propone desocultar la verdad que hay en él. Heidegger utiliza el término desocultar en relación con encubrir: «sacar de su ocultamiento el ente del que se habla, y hacerlo ver como desoculto (ληθς), es decir, descubrirlo. Asimismo, “ser falso”, ψεδεσθαι, significa engañar, en el sentido de encubrir: poner una cosa delante de otra (en el modo del hacerver), y de este modo hacerla pasar por algo que ella no es».[5] 

Esto es lo que hacen dos amigos que mantienen una conversación longeva: desocultan la verdad, se rebelan sistemáticamente contra el encubrimiento, la simulación y el disimulo. Quizás sea oportuno recordar que el filósofo presocrático Parménides hablaba de aletheia (λθειαcomo sinónimo de la verdad, y esta palabra es la suma del prefijo privativo  y la raíz λθεια (ocultar), es decir, que la aletheia no es otra cosa que la verdad desoculta. Una conversación que dure una vida es una charla en la que ambos interlocutores se han esforzado por despejar la letheia textual.  

Bien visto, se trata de un viaje desde las sombras en la pared de la caverna de Platón hasta más allá de la luz que las produce… hasta el mundo de las ideas. Es, en palabras de Heidegger, trabajar (entre dos) para que el ser se haga transparente en su propia historia.


 

Jerónimo Alayón Gómez: Poeta, narrador y ensayista. Editor independiente y corrector textual – https://jeronimo-alayon.com.ve/

 


[1] Martin Heidegger, Ser y tiempo, trad. y ed. de Jorge Eduardo Rivera (Madrid: Trotta, 2003), 437, nota xxxv del editor. Publicado originalmente en 1927.

[2] Ibíd., 45-46.

[3] Jacques Derrida, De la gramatología, 4.ª ed., trad. de Oscar del Barco y Conrado Ceretti (México DC: Siglo xxi, 1986), 11. Publicado originalmente en 1967.

[4] Ibíd.

[5] Heidegger, Ser y tiempo, 55.

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