«Y llegamos al final del 2017, el peor año, el más ruinoso y miserable que algún venezolano vivo pueda recordar»
Ramón Muchacho, 31-12-2017
Comencé el año tal cual terminé el otro, con medidas fantásticas. Me llaman bruto e ignoranto, pero llevo rato comiéndola, decretando una genialidad tras otra.
No se pierdan esta combinación: aumento salarial y rebaja obligada-democrática-a-juro-a-lo-macho de precios en los supermercados. Sin olvidar el bono del niño Jesús, los perniles piches y el cierre de las fronteras para evitar el contrabando, mientras celebramos 15 años de control de cambio (lo pusimos después de aquel paro petrolero que no existió porque nosotros nunca perdemos, a todo le damos la vuelta… y bueno allí está, vivito, barriendo y pasando coleto a todos nuestros enemigos).
¿Cómo no se me ocurrió antes esa combinación? Esas variables endógenas son lo máximo: subo los sueldos y bajo los precios. Y todo mi pueblo contento. Ya verán esos empresarios explotadores cómo hacen para pagar a sus empleados, alquiler, luz, impuestos y agua, y reponer mercancía, aún vendiendo por debajo de costo. Y el bono del niño Jesús se los canjearé el 30 de febrero, a precio del mercado… para que sigan saboteando mi gobierno.
Allá ellos, yo ya resolví mi problema con la moneda que acabamos de inventar, el petro, nombre escogido con mucha precisión para callarle la boca a quienes dicen que ya no producimos petróleo y que por eso el gringo tomusón anaranjado no se ha molestado en embargarnos. «Whatever», como dicen por allá arriba (eso traduce «me resbala», según me soplaron…).
No te soy ciego. Es verdad que PDVSA ya no es de nadie, pero eso no es culpa mía, sino de la ex comadre. No hay palabras para descriptir esa traición ratuna y trapera…
Razón tenía maíta allá en Cúcuta cuando decía… «cría cuervos y te fajarán chiquito…». ¡Cuánta sabiduría! Sí, ha sido un horror horroroso escuchar sus críticas y sobre todo leerlas (lo hizo a propósito, ese muérgano. Sabe cuánto me fastidia a mí leer. Las letras y los números son un invento del capitalismo).
Lo mandamos a darse la gran vida en Nueva York, lejos de la quejadera y los apagones, y así me paga. ¿Habrá sido él quien me sapeó a los pelaos sobrinos allá? ¡Cuánta maldad!… Y éramos como hermanos gemelos, como la novela aquella, La Usurpadora, un clásico…
En pleno 31 de diciembre me dijo Herodes, me acusó de «prepotencia, ignorancia, incapacidad, cinismo y mucha irresponsabilidad». Tuve que mandar a chequear en el dixionario cada una de esas palabras… y ninguna me cuadra, por supuesto. Nada que ver.
Cancelado y trasmutado. Puras calumnias de despecho. ¡Dios, qué lengua! Y tan tranquilito que me veía con esos ojitos claros… ¿Por qué tanto odio? ¿Acaso es mi culpa haber sido el elegido electo por el golpista eterno para guiar su legado? Precisamente por eso no le temo a la pava ciriaca que me está lanzando ese catire odioso. Mi ángel joropero barinés no me abandona y las buenas noticias no paran…
Si Tibisay, yo y mi persona sobrevivimos al intento de revocatorio de la Asamblea imperialista liderada por los adecos; y a la otra de Primero Justicia le zampamos nuestra propia Constituyente con 8 millones de votos fantasmas y fantasmos y pusimos a los escuálidos a caminar por El Guaire… ¿qué no haremos ahora con la de los panas de Un Nuevo Tiempo? Reelección en puertas, mínimo…
Seguimos retrocediendo, así avanza esta revolución. ¡Feliz año 1918! ¡Sí va!