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Alexander Anchía
Alexander Anchía - ViceVersa Magazine

Un premio cada vez más devaluado

Las palabras de esta brevísima reflexión  serán menos de las que acostumbradamente vierto en esta sección mensual y que los editores de esta revista me permiten. Es que la brevedad normalmente está asociada con luto, con pesar y  ese es el sentido que deseo abiertamente expresar.

No se  trata del pesar por  una persona que falleció, sin embargo está en cuidados intensivos un Premio que muchos conocidos y  hasta desconocidos que  he estado siguiendo, han suspirado por obtener.

La palabra devaluación la escucho casi a diario en las noticias de mi país cuando el colón costarricense va perdiendo popularidad frente al dólar americano. Pues sí, una devaluación es cuando algo o alguien va perdiendo su valor.

Inevitablemente, a nivel biológico, todos los seres vivos tenemos una caducidad o una devaluación física normal por  el paso de la edad hasta que llegamos a extinguirnos.

Casi todas las artes tienen sus  métodos de otorgar un reconocimiento a sus artistas. En la plástica existen bienales y premios. En la danza están los concursos de baile o congresos según el tipo   de danza si es contemporánea, ballet, ballroom, etc.

En las artes escénicas, están desde los premios populares que otorgan los países hasta los festivales de  cine como San Remo, Cannes y hasta el Oscar.

Desde principios de siglo escritores como Gabriela Mistral, Miguel Angel Asturias, Neruda, Albert  Camus y otros tantos recibieron el Nobel de Literatura. Este premio también en el pasado pasó por el inframundo  de la polémica cuando  escritores de la talla de Borges, o de Juan Rulfo no lo recibieron aún mereciéndolo.

Así  el premio poco a poco ha ido perdiendo categoría a medida que desde la academia sueca  se colaban rumores de que este o aquél era candidato, convirtiendo  tan preciado  galardón  en la  comidilla de los cafés literarios y la nota rosa de periodistas culturales.

Me atrevería a señalar que el principio  del fin lo  determinó el otorgamiento del Nobel a Bob Dylan. A dos años de dicho suceso  la decisión sigue generando controversia. Muchos se preguntan cómo han podido otorgar el Nobel de Literatura a un artista  de otra denominación, que no necesariamente es completamente literaria. Hasta el mismo  Dylan se extrañó tanto  que casi no  lo  recibe y se dio el lujo de realizar  un desplante a  los miembros de la Academia.

Ya la Academia Sueca no  es la misma que antes, ni los miembros dan muestras de la misma integridad y calidad cultural del pasado.

En el 2017 intentaron reivindicarse con la designación del preciado galardón al japonés Kazuo Ishiguro, sin embargo no fue suficiente, el espíritu de la mediocridad y la corrupción rondaba la Academia y al final lo suspendieron por escándalos de acoso sexual en el 2018.

Creo que ya ni los escritores, ni los mismos críticos culturales, le dan la misma importancia.

No deseo comentar más, las cosas caen por su propio peso.

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