Las palabras de esta brevísima reflexión serán menos de las que acostumbradamente vierto en esta sección mensual y que los editores de esta revista me permiten. Es que la brevedad normalmente está asociada con luto, con pesar y ese es el sentido que deseo abiertamente expresar.
No se trata del pesar por una persona que falleció, sin embargo está en cuidados intensivos un Premio que muchos conocidos y hasta desconocidos que he estado siguiendo, han suspirado por obtener.
La palabra devaluación la escucho casi a diario en las noticias de mi país cuando el colón costarricense va perdiendo popularidad frente al dólar americano. Pues sí, una devaluación es cuando algo o alguien va perdiendo su valor.
Inevitablemente, a nivel biológico, todos los seres vivos tenemos una caducidad o una devaluación física normal por el paso de la edad hasta que llegamos a extinguirnos.
Casi todas las artes tienen sus métodos de otorgar un reconocimiento a sus artistas. En la plástica existen bienales y premios. En la danza están los concursos de baile o congresos según el tipo de danza si es contemporánea, ballet, ballroom, etc.
En las artes escénicas, están desde los premios populares que otorgan los países hasta los festivales de cine como San Remo, Cannes y hasta el Oscar.
Desde principios de siglo escritores como Gabriela Mistral, Miguel Angel Asturias, Neruda, Albert Camus y otros tantos recibieron el Nobel de Literatura. Este premio también en el pasado pasó por el inframundo de la polémica cuando escritores de la talla de Borges, o de Juan Rulfo no lo recibieron aún mereciéndolo.
Así el premio poco a poco ha ido perdiendo categoría a medida que desde la academia sueca se colaban rumores de que este o aquél era candidato, convirtiendo tan preciado galardón en la comidilla de los cafés literarios y la nota rosa de periodistas culturales.
Me atrevería a señalar que el principio del fin lo determinó el otorgamiento del Nobel a Bob Dylan. A dos años de dicho suceso la decisión sigue generando controversia. Muchos se preguntan cómo han podido otorgar el Nobel de Literatura a un artista de otra denominación, que no necesariamente es completamente literaria. Hasta el mismo Dylan se extrañó tanto que casi no lo recibe y se dio el lujo de realizar un desplante a los miembros de la Academia.
Ya la Academia Sueca no es la misma que antes, ni los miembros dan muestras de la misma integridad y calidad cultural del pasado.
En el 2017 intentaron reivindicarse con la designación del preciado galardón al japonés Kazuo Ishiguro, sin embargo no fue suficiente, el espíritu de la mediocridad y la corrupción rondaba la Academia y al final lo suspendieron por escándalos de acoso sexual en el 2018.
Creo que ya ni los escritores, ni los mismos críticos culturales, le dan la misma importancia.
No deseo comentar más, las cosas caen por su propio peso.