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Un poemario perdido

(De cómo llegué a Juan Carlos Mestre)

Es conocida entre las personas que saben de mis jóvenes gustos literarios, poéticos más exactamente, mis preferencias por los poetas contemporáneos. Los vivos más que los que ya son solo memoria, papel en polvorientas estanterías o megabaits dentro de cualquier aparato susceptible de apagón.

No los conozco a todos, ni a todas, breve es mi estancia a la sombra de este árbol, y pausado es mi descubrir diario, aunque intento que no sea así. Poco a poco voy oteando y escogiendo mis poemarios de diario, de somnolencia en la mesilla de noche, de espera en la puerta del colegio… Cuando mi fácil vida —dicen mis cercanos— me permite un tiempo, cuando el feisbu no me engancha, cuando mi familia está servida.

Uno de estos poetas, artista polifacético, al que no conozco personalmente, pero sí al que sigo por todos los medios a mi alcance, a su ir y venir poético por Internet, es el leonés Juan Carlos Mestre. Quiso el destino que yo, lego en estos lares de la lírica, me cruzara con uno de sus libros. Terminaba de disfrutar de un día de playa en el Parador de Mazagón, en Huelva. Teníamos todo recogido en el coche y cual fue mi sorpresa cuando a unos metros de una de las ruedas, observé las pastas ocres de un libro semicubierto por la pinocha. Por aquellos entonces despuntaba esta afición a escribir, a intentar poesía o algo parecido. Leí en sus tapas Antífona de Otoño en el Valle del Bierzo, premio Adonáis de Poesía en 1985.

Lo guardé en el bolso y puse rumbo al pueblo. Una vez en casa, ya relajado, comencé a leerlo, y leo:

 

ANTEPASADOS

Mis antepasados inventaron la Vía Láctea,
dieron a esa intemperie el nombre de la necesidad,
al hambre le llamaron muralla del hambre,
a la pobreza le pusieron el nombre de todo lo que no es extraño a la pobreza.
Poco es lo que puede hacer un hombre con el pensamiento del hambre,
apenas dibujar un pez en el polvo de los caminos,
apenas atravesar el mar en una cruz de palo.
Mis antepasados cruzaron el mar sobre una cruz de palo,
pero no pidieron audiencia,
así que vagaron por los legajos
como los erizos y los lagartos vagan por los senderos de las aldeas.
Y llegaron a los arenales,
en los arenales la tierra es brillante como escamas de pez,
la vida en los arenales sólo tiene largos días de lluvia y luego largos días de viento.
Poco es lo que puede hacer un hombre que solo ha tenido en la vida estas cosas,
apenas quedarse dormido recostado en el pensamiento del hambre
mientras oye la conversación de los gorriones en el granero,
apenas sembrar leña de flor en la sábana de los huertos,
andar descalzo sobre la tierra brillante
y no enterrar en ella a sus hijos.
Mis antepasados inventaron la Vía Láctea,
dieron a esa intemperie el nombre de la necesidad,
atravesaron el mar sobre una cruz de palo.
Entonces pusieron nombre al hambre para que el amo del hambre
se llamara dueño de la casa del hambre
y vagaron por los caminos
como los erizos y los lagartos vagan por los senderos de las aldeas.
Poco es lo que puede hacer un hombre con las migas de la piedad,
comer pan mojado los días de lluvia a los que luego seguirán largos días de viento
y hablar de la necesidad,
hablar de la necesidad como se habla en las aldeas
de todas las cosas pequeñas que se pueden envolver con cuidado en un pañuelo.

 

Ese es el primer poema de esta magnífica obra. Desde entonces no he sido capaz de olvidarlo en una estantería. Cientos, miles de veces mis manos han pasado sus hojas ahuesadas, mis ojos han escrutado cada verso, como los del que mira desde la montaña más alta hacia el horizonte, y éste le hablara… Y otras tantas veces volverán a hacerlo.

Hace unos días, creo que fue Baltasar, encontré otro poemario de Mestre sobre mi escritorio: La bicicleta del Panadero. 

Ahora tienen compañía, mucha compañía, de otros libros, suyos y de otros poetas, algunos buenos amigos, gracias a veces a las cosas extrañas que ocurren en la vida, y a mi constancia, inconsciente y temeraria, en esta poética travesía.

No quiero dar más datos sobre Juan Carlos porque Internet está repleto de ellos. Los vídeos de sus conferencias y recitales son especialmente entretenidos, y su página web es todo un espectáculo que recomiendo. En ella encontraréis algo de su obra. De algo estoy seguro, no os dejará indiferentes.

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