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Un Nobel no es suficiente para conseguir la paz

No es la primera vez que escribo sobre Malala Yousoufzai y tampoco creo que esta sea la última. Sin duda esta chica dará mucho que hablar. Con apenas 17 años ya tiene un arsenal de premios obtenidos, universidades peleándose por ella y miles de palabras que atraviesan al mundo como balas, como aquellas balas que casi le quitan la vida en el 2012 y que la convirtieron en la persona que es hoy.

Para muchos el Nobel simboliza la cúspide de su carrera, el reconocimiento por el que trabajaron durante casi toda su vida, pero ¿qué pasa cuando eso te llega a los 17 años y tu misión es luchar por la paz?

En primer lugar hay que preguntarse ¿qué es la paz?

Por lo general damos por hecho que todo el mundo sabe que es la paz, pero no siempre es así. De hecho, incluso los que creen saber que es paz les cuesta explicarlo y la verdad es que eso me lleva a  pensar ¿es que alguna vez hemos vivido en paz?

Una de las definiciones más aceptadas de paz es la que indica ausencia de guerra, violencia o conflicto. Habiendo dicho eso, yo considero que ningún ser humano de nuestra era ha vivido en paz (tal vez los suizos sí). Desde que tengo uso de razón el mundo ha estado constantemente bombardeado con conflictos sociales, económicos, políticos, conflictos armados por grupos insurgentes o por el contrario por grupos que precisamente buscan la paz a través de la guerra (irónico ¿no?)

En fin, para mí la paz es una utopía. Nadie sabe cómo es, ni cómo será vivir en paz ni realmente cuando será el día en el que se diga “Ok, ya estamos en paz” pero es algo que sin duda todos queremos tanto para el mundo como para nosotros mismos.

Habiendo dicho eso, Malala tiene una misión muy clara en la vida: enseñarle al mundo qué es la libertad y el respeto parada sobre la base de la educación. Esta labor la empezó desde que era una niña de 11 años participando en conferencias en su natal Pakistán y en donde la censura impuesta por el régimen talibán no fue un impedimento para seguir con su misión.

Imagínense estar en un mundo en donde ni siquiera puedes escuchar música porque eso es un pecado, donde no puedes ver televisión porque ese es un instrumento usado por el occidente para infectar la mente de la gente, donde los libros simbolizan un veneno y por eso hay que quemarlos. Pues en ese mundo creció esta niña. Escondiéndose y yendo a clases de incógnita hasta que casi muere a manos de unos jóvenes que no tuvieron educación. Ellos más que victimarios son también víctimas que quisieron juzgar a Malala por haber cometido el pecado de querer aprender.

Vivimos en un mundo de juicios y conflictos que por más gente increíble e inspiradora que tengamos luchando por la paz, cada día que pasa ese sueño parece estar más lejos. Sin embargo, es mucho lo que cada uno puede hacer y creo que más allá de la “Paz mundial” enfoquémonos en traer paz a “nuestro mundo”.

¡SI! nuestro mundo familiar, laboral, de pareja, de amigos incluso en nuestra comunidad. Si bien cada vez que leamos el periódico nos encontraremos con un catálogo de cosas cero pacíficas, al menos manteniendo nuestro mundo en paz estaremos dando un granito de arena y contribuyendo en alcanzar ese mundo con el cual todos soñamos.

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