Hace un par de días mientras ordenaba mi cuarto encontré entre los escombros un disco de DVD sin nombre que se veía particularmente antiguo. Para estar seguro de que no me iba a deshacer de algo valioso lo reproduje en mi laptop. Era una copia pirata de Road To Perdition. Un filme del año 2002 ambientado en tiempos de prohibición, dirigido por Sam Mendes y protagonizado por Tom Hanks y Stanley Tucci. Era una copia pirata de baja calidad de una película regular de un director muy capaz. Era una copia pirata de una película. Una copia pirata. Siluetas de personas sosteniendo baldes de cotufas invadían la pantalla intermitentemente, el audio era terrible y los subtítulos estaban ladeados. Como ha avanzado la piratería, pensé. El recuerdo más antiguo que tengo de un caso de piratería moderna es copiar, con la ayuda de dos VHS, un película rentada. Luego llegaron los DVD, y con ellos vino lo que era publicitado por los vendedores con el oximorónico “copia original”. Recuerdo visitar los pasillos de la facultad de ingeniería de la Universidad Central de Venezuela todas las semanas mientras estudiaba cine. Solo ahí se podían conseguir las “copias originales” de los clásicos. También recuerdo caminar hacia mi carro, sosteniendo una bolsa llena de películas, pensando todo el camino que el país en el que vivía era una locura.
Ahora tenemos Blu-rays, y más prominentemente, el internet. Pero ¿Por qué? Falta de opciones. Precios más bajos. Facilidad de adquisición. Deshonestidad. Necesidad. Cinco películas disponibles en el cine. Quinientas películas disponibles en el kiosco de la esquina. Cinco por ciento del salario mínimo por una película en el cine. Uno por ciento del salario mínimo por una película en el kiosco de la esquina. Ir al cine. Quedarse a salvo en casa.
Mucho se discute sobre la diferencia entre robar un automóvil y descargar una película pirata. Pérdida tangible. Pérdida intangible. La discusión es feroz, y el fiasco de PIPA y SOPA sigue fresca en nuestra memoria colectiva. Como un ciudadano generalmente respetuoso de la ley, confeso descargador de películas, y aspirante realizador cinematográfico, no puedo evitar sentirme en el medio de la discusión. La palabra hipócrita me retumba en la cabeza. ¿Soy yo diferente de un ladrón que roba a alguien en la calle solo para comprarse un nuevo par de zapatos? ¿Soy yo diferente a un político corrupto malversando fondos? ¿Soy yo tan diferente a todas estas personas que critico y detesto con pasión? Pensé que no era tan diferente. Hasta que recordé a Werner Herzog.
Werner Herzog es un director alemán, discutiblemente la figura más reconocible del Nuevo Cine Alemán, y uno de los directores vivos más importantes de nuestro tiempo. También le robó una cámara de 35MM a la Escuela de Cine de Munich para filmar Aguirre, The Wrath of God. “Tenía una especie de derecho natural para utilizar esa herramienta. Si necesitas aire para respirar y estás encerrado en una habitación tienes que tomar un martillo y un cincel y romper la pared. Es tu derecho absoluto.” Dijo posteriormente.
El cine para muchos, será siempre simple entretenimiento. Para otros, como yo, es aire. Y la piratería, nuestro martillo y cincel. No por elección, pero por necesidad y derecho. En ningún otro lugar podemos encontrar una forma sostenible para respirar. No hay suficiente aire en nuestras salas de cine. Podemos criticar y quejarnos (Con toda la razón) del hecho que vivamos en un país que no fomenta ni facilita formas legales para satisfacer muchas necesidades. Pero tenemos, en esta extraña adversidad; una gran oportunidad. Una oportunidad que acarrea responsabilidades aún mayores. En nuestros hombros cargamos con un peso mucho mayor que el de aquella “Generación VHS” constituida por personajes como Quentin Tarantino, Paul Thomas Anderson, Richard Linklater, Robert Rodriguez y muchos más.
Por la única razón por la que Werner Herzog no es recordado como solo un ladrón, es por lo que realizó con esa cámara robada. ¿Hará nuestra generación valer todas esas copias piratas perdidas entre los escombros? El tiempo lo dirá. Yo por mi parte, no quiero ser recordado como solo un pirata.
”No es de donde tomas las cosas, es a dónde las llevas” – Jean-Luc Godard