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Un Cortázar grande con Netflix para llevar, por favor

A medida que avanza la civilización, la cantidad de cosas que debemos saber se incrementa exponencialmente. Es una consecuencia lógica de la generación y acumulación de conocimientos.

Antes, la información se difundía de manera más digerible: Menores cantidades en un mayor tiempo. Ahora tenemos que atragantárnosla, como si Internet fuese un McDonald’s gigante en un turno perenne que elabora pesados combos para el consumo masivo y veloz.

Son las noticias, libros, películas, música, vídeos, series, el social media y la información en general en porciones que pueden causar una indigestión épica. ¿Cómo es entonces que no andamos vomitando por ahí como unos enfermos?

En realidad sí, aunque nos cueste reconocerlo, ¿O es que acaso jamás has recomendado o compartido en alguna red social algo visto por ahí? Si es así, te invito a que lances la primera piedra. Como sé que todos hemos cometido el pecado de la gula de MB, sé que estoy a salvo.

Iba a decir que no imaginaba una escasez de MB tal como lo es la hambruna mundial, pero enseguida borré eso. Sí la hay. No puedo ignorar que mientras yo estoy escribiendo esto en mi laptop cómodamente sentada, cargando los primeros episodios de las temporadas de las series que ya comenzaron, hay tantos millones más de personas que no tienen acceso a Internet, que no pasan por ese McDonald’s a comprarse un combo de lo que le venga en gana. Incluso, he de recordar que mientras en Dinamarca tener Internet es considerado un derecho humano básico; en Venezuela debo agradecer que mi proveedor esté funcionando esta tarde.

Al final del día, el problema del acceso a Internet es como el de la hambruna mundial, salvaguardando las distancias: Hay países donde se da por sentado y la gente puede ser obesa de información, mientras que en otros lugares hay unos pocos privilegiados que lo consumen, y en todos lados muchos famélicos.

Este siglo que apenas es un adolescente, arrastra consigo las luchas del anterior, así como tiene sus propios dilemas; tal como nosotros: tenemos nuestros problemas y heredamos los de nuestras familias. El Internet es sólo un detalle de la problemática mundial, pero uno grande que marca la diferencia.

Mientras este siglo envejece y esperamos que sea un adulto funcional, yo aprovecho cada vez que enciendo mi teléfono, tableta o laptop para pedirme unos combos enormes: Un Cortázar grande, con un par de películas para acompañar, unos vídeos de entrada y algo de Twitter para refrescar. Eso sólo para por ahora. Luego veré qué se me antoja más tarde. Después de todo, tengo el privilegio de poder ser de los gordos que pasan por ese McDonald’s a cada rato.

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