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Laura Fernando Navarro

TURNER EN EL CENTRO DE LA LUZ 

“No lo pinté para que fuera entendido, si no porque quería mostrar cómo luce semejante espectáculo. Hice que los marineros me ataran al mástil para poder observarlo. Cuatro horas seguidas me mantuvieron atado; creí que iba a morir; pero yo quería fijar su imagen en caso de sobrevivir”.

M.J.W. Turner

M. J. W. Turner (1775-1851) se ató al mástil de un barco. ¿Quería sentir la tormenta desde adentro de la tormenta, la luz en las diferentes escalas de la espuma, estar en el centro de la luz? Así pintó esa obra donde apenas se puede ver una barca en el medio del temporal. Nada está quieto: masas de luz en forma de espiral, columnas de agua estallan contra el navío que apenas resiste. No se distinguen formas, el espectador sin embargo puede intuir que lo que ve es un mástil en medio del temporal, la luz es todo, el principio y el fin. La naturaleza sin mediación. Turner atado al mástil en el centro de la tormenta.

Una vivencia de lo sublime se expresa en masas tumultuosas de color que azotan la fragilidad de todo. El navío es apenas una mancha negra sacudida en la inmensidad. Diferentes estados de la atmósfera en colores que van desde el amarillo a los naranjas, las olas en colores oscuros acechan el navío. Lo efímero de la impresión captado por el artista. La luz siempre estuvo ahí para que Turner pintara eso fugitivo de la atmósfera al punto de que solo importara eso: el color como manifestaciones de la luz, de los estados atmosféricos.

La serie de dibujos de 1816 de Turner muestra cómo ya comenzaba a abandonar el realismo y los dogmas aprendidos, y que él mismo como profesor enseñaba. Su obra se alejaba de lo imitativo al punto de abstenerse de las formas. Al criticar el realismo de la época, Oscar Wilde llegó a decir en su ensayo la “Decadencia de la mentira” que la vida imita al arte, y que gracias a ese arte imitativo que comenzaba a imperar, los cielos se veían como “un Turner de la peor época”. Continua Wilde con ironía: “Ahora la gente ve la bruma, no porque la haya, sino porque unos poetas y unos pintores le han enseñado el encanto misterioso de sus efectos”. Es la obra de Turner la que nos hace ver los colores y efectos de la atmósfera que, de otro modo, no podríamos verla. La vida imita al arte, y sin el arte la vida es algo deslucido, cielos sin brumas, sin naranjas y amarillos.

Pero hay algo más en las obras de Turner, algo que permanece inacabado o esbozado.

La naturaleza y su fuerza no pueden caber en un solo cuadro. La inmensidad del paisaje desborda por lo que eso inacabado e infinito nunca puede ser fijado. Es un signo de su obra esa constante de lo no concluido, pero que el espectador lo continua, y tal como propone Umberto Eco, la obra queda abierta a la interpretación del espectador. No hay interpretación final. La obra es vista una y otra vez, y se agregan nuevas interpretaciones según la percepción que tengamos cada vez que visualizamos su obra. Porque lo insinuado permite al ojo completar la obra, así podemos ver a lo lejos una procesión de botes alejarse en la niebla de la mañana (Procesión de botes en la lejanía, Venecia, hacia 1845), manchas oscuras en contraste con un fondo amarillo y un cielo iluminado en blanco y gris.

Es lo esbozado lo que no se puede decir con palabras, es nuestra percepción sensible de cada obra de Turner lo que le da un sentido y la completa, y siempre se renueva cada vez que vemos su obra.

Y vio Turner que la luz era buena, pero también vio el caos: la vida era caos, la luz no estaba separada de las tinieblas, era una lucha por su predominio, el barco debatiéndose en el temporal de nieve, la oscuridad y luz otra vez (1); una mancha oscura en forma de locomotora irrumpía desde el horizonte bajo un cielo inmenso (2); un barco se despedía para siempre del mar, remolcado hacia la costa, bajo un crepúsculo insinuado con violentas pinceladas; había que retener esa última escena, una metáfora del fin, la propia vejez del artista, el último viaje del temerario que conoció la gloria remolcado por otro más moderno (3).

El fin de una época captado con lucidez por Turner, desde el centro de la luz, desde el centro de la tormenta.


Citas:

(1) Alusión a la pintura Tormenta de nieve, 1842, Londres, The Tate Gallery.

(2) Alusión a la pintura: Lluvia, vapor y velocidad, el Great Western Railway, 1844, Londres, The National Gallery.

(3) Alusión a la pintura: El barco de guerra “Temeraire” es transportado a su último ancladero para ser desmantelado, 1838, Londres, The National Gallery.

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