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Tú también

U2. Acaso la banda de rock más masiva de las últimas décadas. El nombre de la agrupación irlandesa, remite a cierto avión militar de EEUU, pero asimismo puede leerse en inglés como “you too”, que traduce “tú también”. Es un lindo juego entre lo duro y lo blando. Entre la agresividad de una aeronave de guerra, y la gentileza expresiva que implica incluir al otro en la jugada.

Uno puede amar con el alma a U2, pero también puede odiarla con encono. Charly García ha contado cómo le dicen a Bono –vocalista del cuarteto- en Buenos Aires: “vos no sos ná”. No. Que es demasiado comercial. Que si desnudas el material de toda la pirotecnia, entenderás que hay bandas de adolescentes que entienden más de música, que sus primeros discos son lamentables, etcétera.

A mí, en lo personal, me encanta U2. Pero, vamos, no los paro al lado de Los Beatles, ni de Rolling Stones, ni de Pink Floyd, por ejemplo. Sí. Sus primeras rolas, como Gloria, me parecen risibles. Pero ya Zooropa es un disco que lo pone a uno a pensar. Pasa lo mismo que con Soda Stereo. Doble Vida, o Signos, son una cosa medio punketa, medio pop, que resulta ilegible. Weird. Pero, ¿Canción Animal? Hay que pensarlo dos veces.

El arte contra la fama

Una vez conversaba con la pianista venezolana Clara Rodríguez, profesora del Royal College of Music (UK) sobre las verdaderas proporciones como músico de Gustavo Dudamel. Yo le decía que pueden haber músicos mejores que nunca conozcan tales candilejas. Ella no estuvo de acuerdo. Pero, ¿Van Gogh? ¿Anna Frank? Es decir, tal vez haya bandas under que empaqueten obras superiores a las de U2. Tal vez.

Sin embargo, nadie puede decir que Bono, The Edge, Larry Mullen y Adam Clayton hagan mala música. Y voy a decir lo que realmente pienso: he escuchado algunas bandas acá en Caracas que bien podrían pararse al lado de U2. Son excelentes bandas, y gozan de mucha fama, pero no diseñan un concierto como 360. ¿Es Ricky Martin más artista que Franco de Vita? No lo creo. Sólo tiene más fama.

Mira. Justin Bieber tiene mucha más plata que yo, y también mucha menos edad. Tiene más plata que yo, y también más plata que un montón de genios, como –pon por caso- el mismo Charly García. El gran mérito de U2 es la increíble buena vibra que transmiten sus discos. Eso, por un lado, y luego el altísimo nivel de producción y post producción de cada placa que lanzan al mercado.

Y es que no hace falta ser un genio, para componer canciones que toquen muy hondo el alma. El disco que más me gusta de U2 es All that you can’t leave behind. Es un disco brutalmente humano, honesto, luminoso. Pero no puedes pararlo al lado de Abbey Road (The Beatles), ni The dark side of the moon (Pink Floyd). Honremos la verdad. Eso no quita su inmenso valor artístico y musical.

Se ha hecho imposible descargar música, vía Ares o Emule, porque las disqueras han bloqueado todo eso, pero -cuando se podía- alcancé a descargar la obra entera de U2. O sea que conozco al monstruo, porque he vivido en sus entrañas. Un disco como POP, tiene joyas del tamaño de Discothèque, con un video muy bien realizado. Los irlandeses también han hecho covers, como por ejemplo, de la célebre rola Unchained Melody.

Para bien o para mal

A ver. Algo está claro: la historia de la Humanidad tendrá que plantar cara a la obra de U2. Lo que me pregunto es dentro de qué categoría entrará. Hablamos de casi 15 discos, idéntica cantidad de giras, casi una decena de Grammys, entre otros logros de la banda. No obstante, ¿puede ponerse codo a codo un disco de U2 con una placa de Radiohead? Lo único que tiene para ofrecer U2 no es mass media, pero hace parte capital.

Si uno se remite a la dimensión plástica de la banda, hay que referirse –verbigracia- a la impactante tapa del álbum War, un hermoso niño rubio, con la mirada severa de un adulto encañonando al fanático. El look mismo de Bono es –de suyo- toda una pieza de diseño. Los bajos brillantes de Clayton. Los gorros sempiternos de The Edge. Si se ven todas las aristas, es un histórico producto de marketing. Y una banda genial. Yeah.

Todas estas referencias a Cristo, no hacen sino refrendar un no sé qué de mesiánico que entraña el cuarteto. Pasó con Los Beatles, quienes se declararon más populares que Jesús. Pasa con Kravitz, quien ha hecho rolas explícitamente cristianas, como The Resurrection. Pero lo de Bono es particular. Es célebre su encuentro con San Juan Pablo II, quien le arrancó las gafas de sol, y se las caló para sonreír al click de la prensa.

Equis. Que, al final de la jornada, mola comprar una botella de whisky, cualquier viernes por la noche, y cocer unos filetes en casa de los amigos, mientras se echa a andar –digamos- Songs of Innocence, lanzado gratuitamente, en un Joint Venture con iTunes, el año pasado. Así que: arriba U2. Viva U2. No pasará por debajo de la mesa el reinado de U2. Pero yo te digo, amigo lector: si Bono es una gran estrella, tú también.

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