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Andres Correa

Trump vs Biden, a falta de Halloween

Tal como vamos, noviembre podría ser un mes truculento, largo y para el olvido en EE.UU. y allende, considerando las implicaciones mundiales que la Casa Blanca y Wall Street son capaces de generar.

La ruta a las presidenciales del 3 de noviembre ha sido accidentada y triste. Normalmente este país tiene elecciones caras y extenuantes que comienzan más de un año antes con unos debates que sirven para que precandidatos de una misma cueva se deshuesen en público por varios meses, y luego se alaben y hasta se conviertan en “socios”, como hizo Joe Biden al escoger a su ex contrincante y ardua crítica Kamala Harris.

Así, con la velocidad del rayo, deben convencer al electorado de que son “amigos” antes de Halloween. Pero en algunos casos es imposible y que lo diga Hillary Clinton: en 2016 miles de simpatizantes de Bernie Sanders se negaron a respaldarla en estados claves, allanando al camino a la “sorpresa” de Trump, ganando aún sacando menos votos (mismo escenario de Gore/Bush en 2000).

Aquí a eso le llaman “democracia”, bajo un modelo de diversidad geográfica, evitando que todo se decidida entre los “grandes”: California, Texas, Florida y Nueva York.

Tras la bataclánica llegada de Trump y su corte de conflictos de poderes, enseguida la oposición apuntó sus flechas a un triunfo “garantizado” en 2020. Mientras los republicanos celebraban un auge económico que los proyectaría hasta el 2024, “como mínimo”.

Ambos sacaron sus cuentas y estaban listos para dar pelea. Y entonces llegó marzo con la primavera menos primavera de la historia, suspendiendo todo.

En la nación más contagiada, obviamente la peste ha sido el gran vector electoral. Para evitar colas, algunos estados ya han empezado a votar en persona desde septiembre, en plena campaña. Y el conteo, en teoría, puede seguir hasta el 10 de noviembre, una semana después “de las elecciones”, plazo para que lleguen los sufragios enviados por correo, que además facilitan votar más de una vez

No hubo olimpiadas -los gobiernos usan las medallas para presumir- ni convenciones presenciales este año. Y para complicar el juego, los bateadores son los más longevos de la historia, lo que pone un especial foco sobre sus “segundos”.

Biden desvaría y Trump delira; Pence cabecea y no niega ser un conservador; y Harris hizo tantas morisquetas y pucheros en el debate que sembró dudas sobre su seriedad y criterio, especialmente cuando podría terminar siendo la primera mujer sentada en el oficina oval. A la larga, la personalidad de la senadora californiana luce más parecida a la del arrogante Trump de la que sus partidarios quieren admitir.

Pero aún hay más. Como en una telenovela sacudida por los productores para levantar la audiencia, el galán mandatario anunció que estaba “enfermo” de ese virus que por meses desestimó, ignoró, insultó, reconoció y volvió a negar, según el humor con el que se levantara

Con las encuestas en contra, en menos de una semana dijo estar contagiado, hospitalizado, curado, enmantillado y rozagante. Enredo suficiente además para suspender el segundo debate presidencial, luego del bochorno del primero.

Así ha sido la temporada comicial, que ahora entra por fin en la recta final. La pregunta es: ¿cómo terminará y cuándo? ¿Trump volverá a reírse de los sondeos? Es casi imposible imaginarlo reconociendo una derrota; casi ha dicho que habría que sacarlo en camisa de fuerza. Tratará de estirar el escrutinio lo más posible y en más de un estado podría haber amparos judiciales, reconteos y delegados que se rebelen al partido.

Todo adobado con protestas de lado y lado, en un país lleno de armas y resentimientos, entre saqueos, crimen, histeria, manipulación de ofendidos y desempleo, como ya sucedió en el verano.

Aún hay espacio para la civilidad en estas elecciones y comenzar a reconstruir el país. Pero, ¿todavía existen los finales felices que Hollywood y Disney siempre nos prometían?

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