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Trump, ICE, Twitter: Julio 14, domingo de vergüenza en los Estados Unidos

Amanecía en el mundo. Cuando en Francia se preparaban a celebrar el Día de la Bastilla, día de liberación, en los Estados Unidos una nube negra, un manto de vergüenza cubrió el país. El presidente Donald Trump desató la jauría, el ICE (Immigration and Costums Enforcement por sus siglas en inglés) anunciando que saldría a la caza de inmigrantes sin papeles en Atlanta, Baltimore, Chicago, Denver, Houston, Los Ángeles, Miami, New York y San Francisco. Nueve ciudades serían teatro de la cacería durante cinco días.

La orden presidencial, carta bajo la manga de una campaña electoral para hacerse reelegir, juega con el miedo, la prepotencia, la discriminación, juega con lo inhumano, y mancha de vergüenza a los Estados Unidos.

Juega el presidente con el miedo, el miedo de niños, de ancianos, de madres, de padres, de jóvenes los que no sabrán quién toca a sus puertas, si al salir de casa no terminarán en una cárcel y con orden de deportación, si su sueño de una vida mejor se destruirá, por lo que América, para Trump, es para él y otros como él.

De 10 millones o más de inmigrantes sin papeles, algo más de un millón tienen orden de expulsión, la gran mayoría por haberse atrevido a soñar, no por ser delincuentes, no por drogas, sino por haber querido un futuro mejor, como usted, como yo, en el respeto del otro, como los primeros que llegaron.

En algunas de las ciudades blanco de la cacería las autoridades se han negado a ayudar a los miembros de ICE, se han negado a abrir sus prisiones para que encierren niños, mujeres, hombres, víctimas de esta persecución. Iglesias y Centros Comunitarios sirven de santuario, los pechos de gente honesta, de escudo contra la ignominia.

El domingo 14 de julio, cuando el presidente amenazó con tomar de rehenes a las familias de inmigrantes sin papeles, un manto de vergüenza se cierne sobre los Estados Unidos a menos que, a menos que las voces se levanten como no se levantaron ayer, como no se levantaron hace seis meses por lo que electoralmente era contraproducente, como no se levantaron en gobiernos anteriores para buscar una solución, para defender al débil, para abrazar al desvalido, para proteger la niñez y hacer que el manto de vergüenza cubra solamente la Casa Blanca y el actual gobernante y no al pueblo norteamericano a quien, estoy seguro, no representa.

Al avanzar el día el presidente Trump añadió racismo y xenofobia a la ignominia emitiendo un twitter en contra de cuatro congresistas demócratas que han levantado sus voces en contra de su política diciendo “que regresen a sus países de origen”. Alexandria Ocasio-Cortez, Rashida Tlaib y Ayanna Pressley nacieron y se criaron en los EE.UU., mientras que Ilhan Omar llegó al país cuando era niña.

Independientemente de ello, Trump cierne una nueva amenaza contra todos aquellos que no son como él. “Regresen a sus países de origen”, el sueño y el insulto preferido de los supremacistas blancos en la boca de un presidente, todos los presidentes, desde George Washington deben haberse revolcado en sus tumbas.

Y para que usted lo sepa, señor Trump, la sociedad de hoy y del futuro es y será de colores, y el sueño de una raza ideal se derrotó hace mucho tiempo, gracias a una coalición mundial que contó con la participación de los Estados Unidos de América, cuando América era grande por sus valores.

Al finalizar, resuenan en mis oídos hoy como ayer los versos de Neruda en Joaquín Murieta:

Ya parte el galgo terrible

ya parte la cabalgata

a matar niños morenos

Ay qué haremos, hay qué haremos.

Ay qué haremos para que la vergüenza no caiga sobre nosotros.

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