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Jose e gonzales

Trump y el Fin del “Excepcionalismo Americano”

En la física en general y la astrofísica en particular ciertos fenómenos, como los “agujeros negros” se califican como “singularidades” o “anomalías”, en las primeras una propiedad es infinita y en las segundas hay una falla en la simetría de ciertas acciones. Así, como en la física, en el comportamiento humano hay singularidades, como el amor que se conjuga siempre en singular y es infinito y anomalías como el odio que es asimétrico en la medida que no se puede vivir permanentemente bajo su influencia a riesgo que cause destrucción de lo odiado y del que odia.

Cuando se trata de política y en democracia (o no), el fenómeno encuentra sus propias similitudes cuando lideres electos (o impuestos) representan y/o escogen vías de gobierno de “edificación” o “destrucción” en lo social, institucional, político y/o cultural. Los ejemplos de ambos tipos de líderes abundan en la historia de las naciones.

Una vez que Donald J. Trump, el Presidente electo de los Estados Unidos, asuma la presidencia en enero del 2017 dependerá de él y de su administración demostrar que tipo de liderazgo y de gobierno implementará, pero en los albores de su venidera gestión mucho de su naturaleza sigue siendo un acertijo.

Trump fue elegido en virtud de una plataforma política populista disruptiva que cuestionó y retó la mayor parte de los preceptos básicos de la dinámica económica global y de la civilidad que ha caracterizado a las prácticas políticas norteamericanas desde la segunda mitad del Siglo XX. Trump, por otro lado, carece de propuestas de políticas públicas específicas para todas las promesas e intenciones que expresó en su campaña. El Presidente electo, personalmente, carece, además, de experiencia real alguna en el manejo y la administración en la esfera de la administración pública.

Desde esa perspectiva las implicancias de su elección, más allá del síntoma de la desafección social que representa, en la que una “minoría” (Hillary Clinton gano el voto popular con 59,943,008 votos vis a vis los 59,705,047 de Trump) optó por protestar contra el sistema prevaleciente aspirando por una promesa de “grandeza” perdida, son aun inciertas.

Por un lado, los goles y objetivos prometidos, que implican mayor y significativo gasto público, están divorciados de la intención de recortar impuestos y de realidades productivas, laborales y sociales que tentarán políticas inflacionarias e impedirán retornar a una industrialización perdida para siempre. Por otro, su filosofía xenofóbica, misógina y racista ya ha alienado a múltiples estratos y estamentos de la sociedad que alimentaran protestas sociales, oposición política y bloqueos judiciales durante toda su administración. Están además los múltiples conflictos de interés que representan los intereses comerciales de Trump y su familia en medio de una oscura conducta fiscal y escasa transparencia de las finanzas personales del Presidente electo.

En este contexto, Trump bien podría representar el fin del “Excepcionalismo Americano”, la idea que la “Union” ha estado exenta de los males que plagaron a otras repúblicas occidentales, que incluía el carácter y temperamento de sus líderes que aspiraban a encarnar las virtudes democráticas (jeg/nyc/11-11-16).


* El Financiero – Panamá

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