Como bien saben, Frida es uno de mis personajes favoritos. Me sé de memoria su Casa Azul, en donde tantos años viviera y en donde yo me iba a pasear para sentirme más cercana de mi admirada pintora.Me encanta ver sus cuadros, me gusta leer sus cartas y me encanta Coyoacán (el de antes y el de ahora) porque me hace evocar a «Friducha», la «niña triste de Coyoacán» como la llamara Salvador Novo.Ese pueblo, que entonces quedaba lejos de la Ciudad de México, al sur, al cual se llegaba en los años 30 por carretera, ¿quién diría que iba a ser el hogar de León Trotsky (1879-1940), el revolucionario ruso que había sido tan cercano de Lenin? A lo largo de ocho años de exilio, Trotsky y su amadísima esposa Natalia Sedova viajaron por varios países sufriendo la persecución del régimen stalinista.Vivieron en Kazajistán, en Turquía, Francia y Noruega y, durante esta temporada, los rusos persiguieron asimismo a los parientes de Trotsky: algunos fueron obligados a suicidarse y otros fueron desaparecidos o encarcelados.
Trotsky llegó a México en un momento en que ningún país lo aceptaba a causa de las presiones de Stalin.Fue nada menos que Lázaro Cárdenas quien se atrevió a darle asilo. Cuando se supo que se dirigía a nuestro país, la prensa se alarmó. El periodista Miguel Ordorica escribió que Trotsky en México era «una ballena en Chapultepec». Aunque era muy flaquito, el líder ruso era un bulto muy pesado para el gobierno mexicano.
El 9 de enero de 1937, este matrimonio llegó a Tampico. Cuando bajaron del barco, además de ver por primera vez a México, León Trotsky vio por primera vez a dos grandes admiradores: Diego Rivera, que iba como representante del gobierno de México, y a Frida Kahlo (1907-1954).¿Cómo habrá sido su primera reacción?, ¿qué le habrá parecido esta joven pintora de 29 años?, ¿se habrá interesado de inmediato por ella?, ¿ya conocía su obra? Seguramente, lo que más le llamó la atención fueron las enormes trenzas de la pintora y su huipil. Cuando llegaron a la Ciudad de México, se dedicaron a hablar de política, pero también de Coyoacán, de los perros xoloitzcuintles de Frida, de pintura y del surrealismo francés (tema que le fascinaba a Trotsky).
Mientras tanto, ¿qué opinaba Natalia? ¿Se habrá dado cuenta de que entre su esposo y Frida había algo más que una complicidad? Aunque Trotsky no era viejo, estaba muy enfermo. Y, como dice Olivia Gall, en su magnífico texto Un solo visado en el planeta para León Trotsky. (En México, país refugio, Plaza & Valdés, 2002): «encaneció de un día para otro cuando se dio cuenta de que lo más probable era que nunca más pudiera volver a la URSS».
Me imagino a Natalia como una mujer muy inteligente, la máxima admiradora de su esposo, combativa, pero también un poquito convencional, con sus medias de popotillo y su gesto muy rígido. No creo estar desencaminada si pienso que entre Trotsky y Frida se dio un flechazo.Frida era más desenfadada, abierta, alegre, ocurrente, con un gran sentido del humor, pero sobre todo, 13 años más joven que Natalia. Esta última ni de chiste era tan apasionada como la pintora mexicana, no sabía escribir cartas de amor como las que seguramente mandaba la joven pintora de Coyoacán. «Frida, llévate esta novela de Tolstoi, te va a gustar mucho», me imagino que le decía Trotsky mientras le extendía una novela en cuyas páginas traía una carta de amor. Todo esto ante la mirada de Natalia, quien se imaginaba perfectamente lo que acontecía ante sus ojos. Frente a Frida, Natalia se veía muy aseñorada, aburrida. En las fotos la veo muy aprensiva de su esposo, siempre a su lado, vigilándolo, pero sobre todo, interpuesta entre Frida y él. Para colmo, Frida y Trotsky se entendían perfectamente en inglés, mientras que Natalia sólo hablaba francés y ruso.De ahí que durante los paseos, siempre preguntara con mucha ansiedad: «Qu’est-ce qu’elle a dit?», para saber todo lo que Frida le decía a su marido con esa mirada llena de fuego.
El romance entre estos dos personajes se dio apenas unos meses después de su llegada a México. En julio de 1937, nos dice Olivia Gall, Trotsky tuvo que dejar la casa de Coyoacán e irse a la Hacienda de San Miguel Regla, en Hidalgo, porque Natalia finalmente se había dado cuenta de todo. Frida lo fue a visitar y los dos, con todo el dolor del mundo, decidieron terminar esa aventura que había durado tan poquito. Frida destruyó las cartas que le había escrito Trotsky y, por su parte, este revolucionario regresó a México a pedirle perdón a Natalia. Qué lástima que no quedaran cartas de este amor secreto.Para siempre nos quedaremos con las ganas de saber qué se decían estos personajes tan apasionados…