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Tres caras del fracaso

Mucho se ha escrito en baratijas de autoayuda sobre cómo superar el fracaso y alcanzar el éxito. Otros más interesantes plantean el fracaso como un obstáculo a superar hacia el éxito más elevado (Henry Ford destaca entre mis citas preferidas). Pero mi intención en este caso es diferente. En el siguiente ejercicio me propongo exponer al lector a tres puntos de vista diversos que podrían resultar familiares en la forma en que percibimos el fracaso en sí, para luego discutirlos brevemente y ofrecer una alternativa distinta, ilustrando la importancia que tienen estas visiones en la forma en que vivimos.

Creí que después de todo este sacrificio, iba a valer la pena. Pero no. Todo lo que hice fue en vano. Dejé de hacer tantas cosas, estuve todo ese tiempo preparándome y trabajando, para nada. ¿Ahora qué voy a hacer? Pásame otra cerveza. Yo trabajo y sufro para alcanzar lo que quiero ¿Y para qué? Y aun a veces cuando me va bien, me doy cuenta que no era lo que quería. Nada de esto tiene sentido.

¡Dios mío! ¿Por qué? Hice todo lo mejor que pude. Pero parece que nunca es suficiente. ¿Será que esta no es tu Voluntad? Ayúdame Padre. Alivia mi carga. Sé que estas son cosas del mundo y no debería afanarme, pero sabes que lo hice en tu Nombre y para tu gloria. Ellos, en cambio, lo hacen sin pensar en ti y se ahogan en su arrogancia.  Mi Dios, si esto es una prueba, te ofrezco mi dolor. Pero guíame y dame fuerzas, te lo pido.

¡A ellos les va muy bien! Qué falta de solidaridad. Esos egoístas solo piensan en ellos y no les dan oportunidad a otros. Para ellos es más fácil. En cambio, para nosotros, es duro  y nos toca sufrir más corriendo el riesgo de no lograrlo nunca. ¡Esto es injusto! Alguien debería garantizar que todos puedan acceder a esos beneficios. Pues todos somos seres humanos, y no es justo que unos tengan más de lo que necesitan cuando otras personas no tienen lo suficiente.

Todas estas me resultan actitudes nocivas. El simple hecho de considerar un sacrificio hacer lo necesario para lograr un objetivo, constituye una perversión demasiado común en nuestra cultura. Esa idea del sufrimiento aceptado de mala gana como un requisito para acceder a lo que se desea. Y en cuanto no se logra, se corre el riesgo de perder el sentido, o de buscar consuelos fáciles, o de sofocarse en el resentimiento.

En cambio, el solo hecho de saberse vivo actuando como un ser libre en busca de un objetivo, se puede considerar un fin en sí mismo mucho más interesante y noble. Esta es la filosofía del ahora, del individuo que encuentra sentido en medio de la faena y no solo en el fruto final. Para hacerlo más concreto: se encuentran las ganas de vivir en el propio esfuerzo por lograr algo, y no solo en la meta última del placer efímero terrenal o del placer eterno imaginado luego de morir.

Se acepta, por fin, que no hay sentido en una existencia del todo pacífica y fácil. Abrazamos así nuestro móvil interno de la voluntad de poder. Por supuesto, el sabor dulce de la victoria y el amargo de la derrota no se cuestionan en este momento. De lo que se trata, simplemente, es de vivir más. Vivir y no solo decir “esto es vida” en tiempos de calma y de victoria. “Esto es vida” es todo lo que tenemos.

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