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Trastorno por duelo prolongado

El proceso de duelo depende de la resiliencia, del afecto hacia la persona fallecida, de lo aprendido en la familia y en el entorno cultural. El duelo es algo muy personal; sin embargo, independientemente de como lo vive cada uno, no hay nada más traumático que negarle a un deudo el dolor que el fallecido le provoca, nada más absurdo que ponerle unos días o meses para recuperarse.

Lo que llama la atención son las acciones que muchas personas llevan a cabo para negar el dolor: irse de viaje, de fiesta en fiesta, sustituir a la persona fallecida con otra en los casos de los conyugues, dar vuelo a compras compulsivas o esconder el dolor con alcohol o con comida.

Se considera duelo prolongado el que viven las personas quienes después de un año no logran volver a sus actividades habituales y cuando continúan en estado de anhedonia, es decir sin el placer de vivir. Los signos visibles de una depresión pueden ser bajar de peso o por el contrario incrementarlo, la falta de energía, los comentarios frecuentes sobre la muerte y las ideas de suicidio.

Después de años de debates sobre el tema, los millones de fallecimientos en la pandemia fueron el detonante para que el trastorno por el duelo prolongado fuera incluido en el nuevo Manual de los trastornos psiquiátricos que ya va en su quinta edición, el DSM5. Incluir el trastorno por duelo prolongado en el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales tiene sus ventajas y desventajas. El aspecto negativo es que, a partir de esta inclusión, los médicos pueden facturarles a las compañías de seguros, por tratar a los pacientes con esta “patología”.

El duelo pasa por varias etapas: impacto, negación, coraje, miedo, ansiedad y depresión. La mayoría de las personas quedan atrapadas en la negación. En México lo vemos a diario con las señoras que tienen hijos desaparecidos y que han formado asociaciones. Cuando les preguntan cuántos años lleva desaparecido su ser querido, responden “diez, ocho, quince años”. En estos casos hablamos de duelo prolongado.

La desaparición de un familiar por secuestro, violencia, “levantón” es uno de los procesos más difíciles de resolver, el hecho de no saber cómo o donde quedaron los restos del familiar, prolonga la recuperación. Las madres continúan con la esperanza que algún día su hijo regrese o por lo menos que encuentren sus restos y mencionan “darle cristiana sepultura”. La madre vive su dolor, se retira del contacto social, los otros hijos no solo pierden al hermano/a también pierden a sus padres y en la mayoría de los casos las parejas en lugar de unirse terminan separadas.

Anteriormente las viudas se vestían de negro el resto de su vida y no se daban el permiso de continuar adelante. El Dr. Paul Appelbauum, presidente del comité directivo que supervisó la revisión de la quinta edición del Manual, llegó a la conclusión que sufrir a causa de la pérdida más allá de un año, se convierte en un trastorno que debe ser atendido por los expertos en salud mental. Otros profesionales no estuvieron de acuerdo con la clasificación de considerar el duelo como una enfermedad mental. Como profesional en el tema tampoco estoy de acuerdo en que el dolor de la pérdida sea clasificado como una patología. Se abusa con poner la etiqueta de patologías a problemas como por ejemplo el déficit de atención. Me parece absurdo que traten a los niños como enfermos mentales o como si padecieran una discapacidad solo por presentar déficit de atención en tiempos como los actuales en los cuales estamos expuestos a muchos estímulos y con los cerebros acelerados.

La depresión prolongada puede ser reactiva a un duelo, en ese caso se clasifica como exógena, y también deberse a otras causas: traumas de la infancia, perdida de un negocio, de un trabajo y hasta de una mascota. En la depresión endógena los signos y síntomas se deben a un mal funcionamiento orgánico. Cuando el duelo se prolonga los dolientes deben buscar ayuda, no dejar que el tiempo lo resuelva, y por lo tanto acostumbrarse a vivir con bajo rendimiento y retirarse de la sociedad.

Algunas recomendaciones: buscar la manera de aceptar la pérdida, darse el permiso de sentir el dolor, no enmascararlo con fármacos (es tan frecuente en los sepelios toparse con gente metiche que les ofrece narcóticos, el doliente luego se queja de no acordarse de nada) Otros consejos son encontrar y recuperar el sentido al dolor, buscar ayuda profesional con expertos, no perder sus redes de apoyo y encontrar para su tiempo libre algo que les apasione.

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