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Roberto Ponce Cordero

Traducciones intergeneracionales (III): De cómo Sinéad O’Connor logró influenciar a Prince

Como buena parte del Guayaquil previo a la televisión por cable, tengo una deuda enorme con Daisy Fuentes: independientemente de si ella elegía o no los videos que ponía en el programa MTV Internacional, que se pasaba en un canal nacional abierto por dolorosamente escasos 60 minutos a la semana que nos abrían una ventana al mundo musical más allá de las canciones de las telenovelas, es con ella que asocio temas como “Stand” de R.E.M. o “Roam” de B-52’s, por ejemplo, grupos todos que descubrí (¿debería darme vergüenza?) por medio de ese espacio televisivo tan de finales de los ochenta.

En los albores de una nueva década que, en muchos sentidos, vería el cambio de todo (Nirvana, Tarantino, celulares, ¡internet!), un buen día de 1990 y con doce o trece años a cuestas vi, en MTV Internacional, a Sinéad O’Connor cantando “Nothing Compares 2 U” y, al igual que asumo que todo quien ve este video por primera vez, quedé básicamente noqueado. No era para menos: este ya clásico… no, icónico video dirigido por John Maybury ganó, en sus tiempos, tres MTV Video Music Awards, incluyendo el de videoclip del año (la primera vez que ese honor se le concedía a un video de una artista femenina), y ha sido referenciado en múltiples shows de televisión y en otros videos musicales como, de manera relativamente reciente, el del mega-hit “Wrecking Ball” de Miley Cyrus (2012). Y, sin embargo, se trata de un video de una simplicidad apabullante, que consiste, en su casi totalidad, en un primerísimo primer plano en el que la cámara, como en uno de los filmes mudos de Carl Dreyer, estudia implacablemente, sin filtro y sin pudor, cómo el rostro de O’Connor pasa, durante los cinco minutos que dura la canción, por diversos estadios de tristeza, ira y desesperación hasta derramar, casi al final, dos famosas lágrimas que media generación X hubiera deseado secar (¿el resto del video? Tomas innecesarias de la irlandesa caminando por un parque y un par de breves planos casi subliminales de la portada del álbum de O’Connor, I Do Not Want What I Haven’t Got [1990]… pero, poniéndonos la mano en el pecho, ¿quién recuerda el resto del video?).

La simplicidad, por supuesto, es programática: lo minimalista de la imagen está perfectamente calibrado para suavizar, por un lado, el look agresivo de cabeza rapada de O’Connor y realzar, más bien, sus rasgos finos y –¿me atrevo a decirlo?– angelicales y, sobre todo, sus ojos claros, así como para enfatizar, por otro lado, el drama presente en la misma letra de la canción (sin duda una de las más “corta-venas” de la historia del pop, canción de separación dolorosa por antonomasia), hecho aún más dramático por la voz desgarradora y sufrida de la cantante. Quien ha escuchado a esta voz, por ejemplo, gritar que fue al doctor y éste (que es un tonto) le dijo que intente divertirse de alguna manera (“he said ‘girl, you better try to have fun / no matter what you’ do / but he’s a fool”), lamentar melancólicamente que todas las flores de su patio murieron con la partida de su ser querido (“all the flowers that you planted, mama / in the backyard / all died when you went away”) o desmoronarse al, inútilmente, pedirle explicaciones a su amante ausente (“nothing can stop this lonely tears from falling / tell me, baby / where did I go wrong?”), difícilmente lo olvida. Quien ha visto encima el video seguro no lo olvida jamás.

Como tampoco es posible olvidar que este tema, improbablemente, surgió de la mente prodigiosa del Prince de mediados de los ochenta, un monstruo en el cenit de su poderío artístico y de su hegemonía sobre el mercado de la música comercial. Tal era su explosiva y desbordante creatividad en aquel entonces, de hecho, que su output, literalmente, lo superaba, de manera que él ya no daba abasto para todas y cada una de las melodías que el mundo le provocaba, por lo que dejaba –tenía que dejar– algunas para proyectos paralelos y cuyos productos no aparecían publicados bajo su nombre, que no sólo era ya una marca en el mundo de la música ochentera sino también una de las más preciadas. Así, y como dejó de ser secreto hasta para el más despistado de los aficionados a la música una vez que Prince –como Leonard Cohen y David Bowie, cantautores mencionados previamente en estas páginas– murió en 2016 y no pocos de sus fans lo conmemoraron posteando el video de Sinéad O’Connor en redes sociales (lo que se debía a que O’Connor captura la pérdida como pocas… pero también a que no había presencia alguna de Prince en Youtube, dado que el genio de Minneapolis era extremadamente celoso de sus derechos de autor y tenía un ejército de abogados para velar por ellos), “Nothing Compares 2 U” es una composición de Prince que apareció, originalmente, en un álbum más o menos oscuro titulado The Family y lanzado, en 1985, por la banda del mismo nombre.

Aunque Prince no participó ni como músico ni como cantante en esa versión original, su espíritu poco convencional está por todos lados en esta balada soul de arreglos corales típicamente afroamericanos pero con un giro raro y muy propio de uno de los seres más sublimemente extraños que ha dado el universo pop en su ya largo historial. De todas maneras, “Nothing Compares 2 U” hubiera sido una nota al pie de página en la biografía de Prince, en el mejor de los casos, de no haberse cruzado el cover de Sinéad O’Connor, que lo convirtió en uno de los temas más emblemáticos del autor norteamericano y cuyo éxito, en la mencionada versión de la irlandesa, de hecho inspiró a Prince a empezar a tocar la canción en concierto, y luego en estudio, para así convertirla en parte fundamental de su canon cuando, en un principio, era para él una bagatela más. De modo que, aunque Prince en 1990 no necesitaba aún propiamente una “traducción intergeneracional”, dado que su apogeo había recién pasado y que su éxito comercial había sido estratosférico, Sinéad O’Connor logró encontrar una joya oculta y sacarle tal brillo que no sólo obligó a su autor, ajeno inicialmente a la calidad de ese pedacito de su obra, a revalorizarla y a adoptarla como propia, sino que también creó un himno trascendente que, con su estética de emoción descarnada y con su video tan real, contribuyó a sentar las bases del paradigma de la “autenticidad” que dominaría, para bien o para mal, la escena musical de los primeros siete u ocho años de los noventa del siglo XX. Darle la vuelta así a una canción, en vida de su autor reconocido como genio, no es poco; es traducir y es reinventar. Nothing compares, in fact!

“Nothing Compares 2 U” en la versión original de The Family (1985): https://www.youtube.com/watch?v=_ZlzN0Gtpp8

“Nothing Compares 2 U” en la versión de Sinéad O’Connor (1990): https://www.youtube.com/watch?v=-ZCiHsIfrOg

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