Por pura serendipia llegué al tonito Fry. No tenía idea de lo que era pero si en una semana el New York Times y el Guardian hablaban del asunto, es porque era noticia y quise enterarme. Antes de entrar en los artículos de opinión, me fue fácil encontrar las definiciones acompañadas de interpretación ilustrativa en cantidad de videos que invitan a las mujeres que hablan con el tonito fry, a que dejen de hacerlo. Cabe resaltar que todos los videos son hechos por mujeres.
Por no seguir manipulando la intriga, de una vez explico que el tonito fry -«Fry Vocal», para mas señas- es una especie de gruñido gutural en la parte posterior de la garganta, con el que se entona sobre todo el final de las frases. Como cuando empieza una gripe y te pones ronca. A la manera de Kim Kardashian, paradigma de persona exitosa, cosmogonía que se consume viralmente en las redes, ejemplo a seguir, de millones de mujeres jóvenes y no tan jóvenes, en el mundo entero.
Se dice entonces que el tonito Fry, tiñe de manera epidémica la manera de hablar de adolescentes, diseñadores de moda y mujeres adultas que quieren sonar “chic” o “in” en USA y UK.
Preocupante me resulta que el modelo a seguir sea la Kardashian pero no que las mujeres que hablan en inglés empiecen a hablar en tonos más bajos, más ronquito pues. Eso sí sería una noticia y de las buenas. Porque en Nueva York, sobre todo a partir de los jueves y por el fin de semana, es prácticamente imposible mantener una conversación en un restaurante, abarrotados de voces chillonas, excesivamente agudas y altisonantes que esgrimen una alegría imposible. Tan es así que en Yelp, por ejemplo, ahora te informan el nivel de ruido en los restaurantes, para que sepas a que te expones si te aventuras a hacer alguna reservación.
Sin embargo han aparecido cantidad de detractores de la tendencia vocal, críticas que a Ann Friedman, del New York Times y a Naomi Wolf del Guardian les parecen sintomáticas de misoginia.
Un estudio al que hace referencia Friedman, encontró que esta forma de hablar hace que las mujeres jóvenes que lo utilizan, suenen menos competentes, menos fiables, menos educadas y menos “contratables”. Sin embargo mira a donde han llegado Britney Spears y las Kardashians con el tonito.
Quiere decir que el cómo están hablando las mujeres es parte de lo que les está minando en el lugar de trabajo, en la política, y en cualquier lugar en la esfera pública donde las mujeres queremos ser tomadas en serio. La especialista Ellen Leanse explica que en la escogencia de las palabras que usan, las mujeres están enviando «un mensaje sutil de subordinación. Se refiere al excesivo uso de expresiones como «es sólo que…», o el mucho decir «lo siento»; o el uso de frases que para comenzar auto-califican tipo «No soy experta en la materia, pero …», que sólo sirven para socavar sus propias opiniones. Friedman, que tiene un programa de opinión en la radio, dice que los radioescuchas se quejan con frecuencia de la «fritura vocal» de las mujeres en la radio, que es lo que hace que sea imposible escucharlas. Algún profesor de la Universidad de Hofstra, asegura que las mujeres que sufren de upspeak o uptalk– que es la tendencia a terminar las frases en tono ascendente, como si fuera una pregunta, aunque se trate de una aseveración-, revelan «una falta inexplicable de confianza». Algún jefe «profundamente molesto», encontró que las mujeres jóvenes al usar uptalk, tratan de mantener su aprobación y lo obligan a constantes expresiones de afirmación agotadoras. Alguna se defiende aduciendo que es consciente de que me llena sus oraciones con signos de interrogación, pero que sólo lo hace cuando habla con personas mayores o de poder. Con la intención de aplacarlos. No utilizan uptalk cuando están entre similares.
A primera vista, todos estas críticas y consejos sobre el habla de las mujeres, pueden parecer solidarios, en favor de su empoderamiento pues aparentemente son muchos los casos en que una mujer que aplica por escrito a un trabajo y obtiene que se interesen en sus cualidades, luego que sucede la entrevista telefónica, pierde la oportunidad de ser contratada debido al tono e inflexiones de su voz o la manera en que habla. Supuestamente todo el asunto es un llamado a las mujeres para que dejen de endulzar lo que dicen, imprimiéndole un tono complaciente; para que dejen de esconder sus verdaderos y legítimos deseos; por hacerles ver que no necesitan diluir sus opiniones ni aplacar a nadie; por hacerles justicia, pues. Pero… ¿por qué son las mujeres las que tienen que cambiar el tono? Si una mujer dice algo inteligente y todo lo que el oyente puede escuchar es la manera como lo está diciendo, ¿de quién es el problema?
¿A que viene este aluvión de criticas sobre el habla de las mujeres? ¿Por qué ese interés en ponernos a pensar en cómo suena nuestra voz en lugar de ocuparse de qué es lo que estamos diciendo?
Que este tipo de criticas nos afecte es porque encuentra terreno fértil en la fisura que produce nuestra eterna inquietud por que nos tomen no sólo en cuenta, sino en serio. Me pregunto si los hombres padecen aunque sea ocasionalmente esa inquietud.
La lingüista feminista Robin Lakoff, profesora emérita de la Universidad de California, Berkeley hace 40 años, pionera en el estudio de la lengua y de género, acota: «A los hombres les escuchamos lo que están diciendo, su punto, sus afirmaciones. Que es lo que todos queremos que suceda cuando hablamos. Pero con las mujeres tendemos a escuchar mas el cómo hablan, las palabras que utilizan, lo que destacan, si sonríen o no…»
Si tuviéramos que tomar el consejo de los detractores de los modos del habla actual en las mujeres, tener constante conciencia del tono, poniendo cuidado al cómo enunciar, limitando nuestras preferencias, moderando nuestros sonidos para evitar estiramientos vocales acusados de innecesarios, es decir sonar diferente a como naturalmente sonamos, -bien sea por imitación, o por seguir patrones que creemos nos aseguran pertenencia-, despojando nuestro discurso de su cadencia natural, ¿no estaríamos también despojándolo de parte de su significado? El estilo es el contenido, eso es una verdad grande como una catedral.
¿Qué tiene de malo el tono informal, amable, tendiente a producir un cierto sentimiento especial de intimidad? Lakoff dice que todo el asunto es simplemente una nueva manera de mandarnos a callar: «Hace que las mujeres se sientan incompetentes e incapaces de averiguar la manera correcta de hablar.» Y añade: «No hay manera correcta». Sobre todo si quieres sonar como tu misma.
En realidad, elegir el tono Fry Kardashian, muestra un problema que mas que con el tono, tiene que ver con el modelo a seguir, de manera que criticarnos en nuestras maneras de hablar, sin duda, es distraernos de nuestros contenidos. Friedman está convencida de que pedir a las mujeres modificar la forma de su discurso es sólo otra manera de hacernos interiorizar y compensar el sesgo sexista en el mundo.
Según la lingüista Deborah Tannen, autora de varios libros muy vendidos sobre el género y el lenguaje, «Cuando las mujeres hablan de esa maneras que es común entre las mujeres, y se consideran ineficaces o subestimadas, se les dice que la culpa es de ellas, por hablar como hablan». Sin embargo, «si hablan de manera fuerte o autoritaria, son percibidas como demasiado agresivas, y si la gente reacciona negativamente, eso también es culpa de ellas.» Para decirlo en venezolano: si no te agarra el ‘chingo’, te agarra el ‘sin nariz’.
Lakoff sostiene que justamente lo que los entrenadores de voz aconsejan a las mujeres eliminar de su discurso, son en realidad señales de comunicación altamente evolucionadas. “Cuando usamos palabras como “supongo, como, de hecho, y me refiero”, estamos enviando señales al oyente por ayudarles a descubrir lo que es particular, novedoso, importante, o gracioso. Estamos conectando con ellos. No son signos de falta de claridad mental, como se dice a menudo, sino gestos lingüísticos que crean la cohesión y la coherencia entre hablante y oyente, para que juntos logren la comprensión y el compartir. Esta es la principal tarea de nuestra especie como seres sociales articulados. Si las mujeres usan estas formas más, es porque somos mejores en ser humanas».
Cita atrevida y memorable. Coincido en pensar que el lenguaje no es sólo acerca de comunicar un argumento o transmitir una información de la manera más neta o sencilla posible. También acarrea mucho en la construcción de relaciones. Pues se trata de hacerse entender y tratar de entender a otra persona. Asumir que nuestros tics verbales son siempre negativos es suponer que el objetivo del discurso es sólo la básica transmisión de información. Es verdad, Lacoff, somos mucho mas evolucionadas que eso. Todo lo demás son inventos de patriarcado, parafraseando a Wolf, en un círculo vicioso de silenciamiento que no ha tenido tregua.
Lo que es desgarrador sobre la tendencia actual para socavar la voz femenina es que esta es la generación más transformadora de las mujeres jóvenes de la historia. Ellas nacieron ya entrenadas en una comprensión feminista que les permite naturalmente entender la interseccionalidad en el funcionamiento de lo que son raza, clase y género. A diferencia de las generaciones anteriores, no parten de cero. Probablemente porque estas jóvenes están tan empoderadas es que nuestra cultura se esmera en asignarles un manierismo social como el apropiado, para enredar sus pasos y trivializar sus mensajes que son importantes para el mundo. La invitación entonces no es a que hablen de una forma u otra, sino a que encuentren su voz. Porque hablar con su propia voz, que es asumir una parte esencial de sí mismas, las hará invencibles.