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Todo y nada

Era un país que ya no es. Donde todo podía ser una oportunidad, donde nada era imposible. Donde las familias paseaban tranquilas por sus calles, donde los niños podían soñar.

Donde la libertad le pertenecía a todos y el futuro podía construirse, donde no existían las peleas entre amigos y familiares por una ideología política.

Era un país que ya no es. La tierra prometida de los extranjeros, donde el que nacía allí, allí se quedaba. Donde todo significaba hacer vida en él, donde nada podía alejar a sus hijos de su sol, de sus raíces, de esa primera oportunidad. 

Donde con trabajo se podía comprar un carro, una casa, viajar, hacer una vida. Donde ir al mercado no era motivo de angustia, donde se podía conseguir todo sin nada de cola, de espera, de humillación.

Era un país que ya no es. Donde cualquier razón era suficiente para reunirse con los amigos, donde todo era alegría y nada era tristeza.

Donde la calidez de su gente era un tesoro, donde nadie sobraba, donde cabían todos.

Era un país que ya no es. Donde cada diciembre era sinónimo de algarabía, de gaitas, de fiestas, de reuniones familiares para preparar las hallacas, donde el Niño Jesús llegaba con estrenos, donde todo era luz, donde nada era rencor.

Donde hacer planes para un mañana era posible, donde las ideas eran libres, donde prevalecía el respeto y florecía la educación,  el arte, la cultura.

Era un país que ya no es. En el pasado fue una Venezuela llena de retos y oportunidades para todos, (venezolanos y extranjeros), la de hoy se ha convertido en todo y nada. En todo lo que se pudo soñar y construir, en nada en donde, por el momento, se puede forjar un provenir.

Un momento, que de a ratos, parece ser el fin de todo, pero la realidad llega y se planta de golpe, desvaneciendo la esperanza en el vacío de la nada de un país que ya no es.

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