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Todo por las chucherías

Cuando llegué a la sala de espera no había ni una silla libre. Tampoco algún pedazo de pared donde recostarme. Apenas alcancé a detectar una esquina de piso libre a un lado de la entrada, me dispuse a sentarme junto a un muchacho que gentilmente arrimó su morral para darme espacio. Desde allí pude mirar las chiripas que andaban de su cuenta más allá, mi visual a la altura de las pisadas de los pasajeros que no dejaban de entrar. El muchacho sentado a mi lado en el piso, comenzó la conversación como si fuera natural. Le fue fácil contarme que se iba porque tenía que ayudar a su mamá a alimentar a sus dos hermanitos más pequeños, de padre conocido pero ausente, su mamá madre soltera, no se daba abasto. Compartí mis Pirulís con él para endulzar la conversa. Pero ni porque él dejó sus estudios de ingeniería agrónoma y sus sueños de ser actor y modelo, ni porque se fue a Valencia a trabajar, lograban completar la comida de la semana en su casa. Y como tiene un primo en Perú que trabaja en un restaurante, pues será Perú, para mandarle plata a su mamá. Sólo por seis meses, que es lo que dura la visa para los venezolanos, porque después quisiera irse a otro sitio, más “avanzado”… se hubiera querido ir a Panamá, pero como ahora se pusieron con cosas con los venezolanos, ya verá, porque aunque tiene otro primo en New Jersey, que fue quien lo ayudó con el pasaje a Perú, con Trump no se puede tampoco…

Y entre Pirulís y suspiros, su Acarigua de siempre parecía irse alejando sin remedio, de sus anhelos ahora apostados por un futuro mejor en otro sitio.

Como él volaba por COPA salió antes que yo, no sin antes localizarme en Instagram y hacer el selfie obligado. Yo lo despedí con los mejores deseos de corazón, y me quedé padeciendo un retraso AVIOR de cuatro horas, sin posibilidad de reclamo alguno. Pude hacerme entonces de una silla, pero a los pocos minutos, una señora se me acercó para ofrecerme el confort de un salón VIP a módico precio. Un cuarto encerrado, pero con aire acondicionado y WIFI, unos muebles tapizados de tétrico vinyl negro, pero mullidos, una televisión con programación satelital, que mostraba a Sandra Bullock en peripecias que podemos estar seguros de que siempre terminan en la vida es bella… para olvidar lo que no se ve en la televisión nacional. Al rato, entró un joven, luego una señora, y hasta ahí llegó el VIP… La señora pronto se quedó dormida en el sillón, hasta que una empleada de la aerolínea la vino buscando por su nombre y apellido, pues la guardia quería revisar su equipaje. La señora se levantó sin chistar, resignada a vivir lo que se está viviendo en Venezuela, y acompañó a la empleada.

A la media hora, la señora regresó de lo más calmada y sin mala cara. No fue tan grave, pensé. Al rato, recibió una llamada telefónica y pude enterarme de los detalles de la pesquisa militar:

– Tu sabes que yo llevo una maleta muy chiquita, pero Magda se me apareció con un vainero impresionante… Sí, cositas para el niño, pero dentro de la cobijita habían Pirulines, Nucitas, galletas Susy, Toddy, sácale el peso a aquello… una desconsideración horrorosa, tú no sabes lo que fue tratar de meter todo eso y después cerrar la maleta… Yo le dije que iba a sacar las cosas de los paquetes porque así lo metía entre los rollitos que yo hago para que me quepa todo… Imagínate lo que fue sacar todo eso ahorita, porque me hicieron sacar absolutamente todo, ¿tú sabes lo que es eso? ¡Todo! y me preguntaron un montón de veces que si para dónde iba, y yo les dije que me iba a encontrar con mis hijos que venían de otras partes y que nos reuníamos allá en Panamá. Y entonces me volvían a preguntar, que si iba para la playa porque se encontraron con mi traje de baño, de lo más confianzudos, hasta que uno de ellos me dijo que como llevaba tantas chucherías, le podía regalar algunas. Y yo le dije que no podía… ¡Claro que le dije! que esas chucherías no eran mías, sino que las mandaba una gente y que entonces los que estaban esperando allá las chucherías, sabían exactamente lo que llevaba, y entonces no podía llegar yo con menos, pero que las galletas sí eran mías, así que si querían, les podía dar galletas. Y bueno, les di galletas y no pasó de ahí…

Sí, la pesquisa era por las chucherías… así estamos… así vamos… nos vamos, llamaron a abordar.

Ya en el avión, repartieron las planillas de emigración y aduana a la brevedad, pues es un viaje corto, Venezuela está cerca de Panamá hasta en la manera de hablar. Como siempre, el asunto del transporte de productos del reino animal o vegetal es un tema. Busqué en mi cartera el bolígrafo para llenar el formulario y juramentar que no tuve contacto con ganado bovino ni vacuno, que no llevaba en mi equipaje nada sospechoso de contagio o contrabando, viniendo de Venezuela no hay ni que pensar, la escasez no perdona… pero lo que encontré fue una chiripa que había abordado mi cartera en el aeropuerto, mientras estaba sentada en el piso, seguramente, tal vez ella buscaba lo mismo que los guardias, alguna chuchería con que entretener el hambre. Juro que fui mula inocente de ese contrabando del reino animal, que conduje felizmente a destino.

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